MarcosR
Miembro Conocido
A veces nada se parece.
En derredor las casas
se amontonan sinuosas
al borde de la acera,
con las piernas robustas
torcidas por el tiempo
y el rostro enmohecido,
cavilante, ojeroso,
cubierto por los años
que se trepan al techo
y hacen crujir las chapas
marrones, desclavadas,
a merced de los vientos
que todo se lo llevan.
Delante,
se desvive en sollozos
un pretil agrietado,
y un color melancólico
baja hasta los tobillos
e irrumpe fatalmente
entre ramas de sauce
y perros callejeros.
Fachada gris, brutal,
desprovista de cielo,
mirando tristemente
hacia el viejo empedrado
hundido de recuerdos,
pesados como estatuas,
vertiendo una mirada destemplada,
al sur del laberinto del silencio...
En derredor las casas
se amontonan sinuosas
al borde de la acera,
con las piernas robustas
torcidas por el tiempo
y el rostro enmohecido,
cavilante, ojeroso,
cubierto por los años
que se trepan al techo
y hacen crujir las chapas
marrones, desclavadas,
a merced de los vientos
que todo se lo llevan.
Delante,
se desvive en sollozos
un pretil agrietado,
y un color melancólico
baja hasta los tobillos
e irrumpe fatalmente
entre ramas de sauce
y perros callejeros.
Fachada gris, brutal,
desprovista de cielo,
mirando tristemente
hacia el viejo empedrado
hundido de recuerdos,
pesados como estatuas,
vertiendo una mirada destemplada,
al sur del laberinto del silencio...