DR Jose Roberto Hernandez
Miembro Conocido
No sé si saben que toco un poquito de percusión y uno de los instrumentos que menos me gusta tocar, pero es el que más me quiere, sufrió una grave herida.
Sucedió que se me olvidó desafinar mi bongó después del último concierto casero y lo guardé en un lugar cerrado, con alta temperatura y cuando regrese del trabajo... ¡Paffhh! Perdí una de las pieles o parches “chivianos” (derivado de chivo), de las cuales están hechos estos instrumentos.
Como económicamente no estaba libre, recordé las soluciones que daba a semejante problema en la isla cuando joven mientras estudiaba medicina y tocaba en un grupo aficionado. Entonces solía sustituir los parches con acetatos; si con radiografías.., si eso mismo, de placas ya reveladas. Y… créanme que sonaba espectacular en la mayoría de los casos---Para no ahondar en la técnica innovadora.
La última vez que lo hice, no me di cuenta lo que ponía en el remplazo y en medio del concierto en el teatro Hubert D' Blanck en La Habana y en medio de una canción, bajé la vista al instrumento mordiéndome los labios enchumbado en ritmo y la luz del techo atravesó el instrumento, dejando al descubierto aquel parche sustituto.
Había mal escogido una radiografía de pecho de alguien y en medio del tambor vi la silueta de un corazón.
Pasé todo el concierto tenue, avergonzado y triste. Es que me chocaba golpear el corazón de alguien, que, --por otra parte, se había realizado tal estudio tal vez ( y eso lo supuse yo) porque tenía dolor en el pecho, o porque aquejaba de algún problema en la bomba de Frank Starling. ¿Quién sabe? A lo peor había un apagón allí, cerca de donde habita el alma, en la mismísima morada de los sentimientos.
Y yo...golpeándole y golpeándole, martillándole y martillándole.
La tristeza se me fue aliviando con un mecanismo de auto perdón. (coping);- Me imaginé que lejos de castigarlo, probablemente daba ritmo y alegría a aquel corazón tatuado en mi instrumento.
Al final del concierto hube de felicitarme por haber alegrado un alma de una manera distinta y hasta me pareció ver aquella silueta palpitando.
Vampi
Sucedió que se me olvidó desafinar mi bongó después del último concierto casero y lo guardé en un lugar cerrado, con alta temperatura y cuando regrese del trabajo... ¡Paffhh! Perdí una de las pieles o parches “chivianos” (derivado de chivo), de las cuales están hechos estos instrumentos.
Como económicamente no estaba libre, recordé las soluciones que daba a semejante problema en la isla cuando joven mientras estudiaba medicina y tocaba en un grupo aficionado. Entonces solía sustituir los parches con acetatos; si con radiografías.., si eso mismo, de placas ya reveladas. Y… créanme que sonaba espectacular en la mayoría de los casos---Para no ahondar en la técnica innovadora.
La última vez que lo hice, no me di cuenta lo que ponía en el remplazo y en medio del concierto en el teatro Hubert D' Blanck en La Habana y en medio de una canción, bajé la vista al instrumento mordiéndome los labios enchumbado en ritmo y la luz del techo atravesó el instrumento, dejando al descubierto aquel parche sustituto.
Había mal escogido una radiografía de pecho de alguien y en medio del tambor vi la silueta de un corazón.
Pasé todo el concierto tenue, avergonzado y triste. Es que me chocaba golpear el corazón de alguien, que, --por otra parte, se había realizado tal estudio tal vez ( y eso lo supuse yo) porque tenía dolor en el pecho, o porque aquejaba de algún problema en la bomba de Frank Starling. ¿Quién sabe? A lo peor había un apagón allí, cerca de donde habita el alma, en la mismísima morada de los sentimientos.
Y yo...golpeándole y golpeándole, martillándole y martillándole.
La tristeza se me fue aliviando con un mecanismo de auto perdón. (coping);- Me imaginé que lejos de castigarlo, probablemente daba ritmo y alegría a aquel corazón tatuado en mi instrumento.
Al final del concierto hube de felicitarme por haber alegrado un alma de una manera distinta y hasta me pareció ver aquella silueta palpitando.
Vampi
