Caballero de los Geranios
MODERADOR DE ORTOGRAFÍA Y SEMÁNTICA
La caída de los ídolos.
Un hijo de la tierra
con tu mismo nacimiento,
ha comido el mismo dolor
ha bebido llanto para calmar la sed.
Ese, de tu mismo origen
quiso ser rey.
Tras una ceremonia de sangre
conquistó su trono.
Celebraste su ascensión a la gloria,
él sanaría tus males enteros,
compartiría su manjar contigo,
besaría a tus hijos y los sentaría a su diestra,
expulsaría a la miseria poderosa
y honraría el nombre de todos los descalzos.
Tu rey-redentor
te capturó con sermones azucarados
y cuando te golpeó el hambre,
te dio de comer discursos encendidos
pedazos de explosiva esperanza.
Se fabricó un asiento capital, absoluto y férreo
sentó a su diestra a los cómplices verdugos
y olvidó a tus hijos.
Seguiste invocando con pecho inquieto y ojos cerrados
al bello porvenir .
Su abrazo te contó que
diez o quince años bastarían para convertir el reino en edén,
tus hijos ya no estarían desnudos,
mientras,
seguiste mascando las extenuadas promesas.
Cuando el pan se evaporó
y la tierra se tornó estéril.
Tu primogénito enfermó
el reino estuvo seco de curas y remedios
murió de tóxica ilusión.
A tu segundo hijo lo asesinaron los verdugos
que sueltos vomitan fuego
el reino estuvo seco de resguardo y condolencias
murió desangrado de olvido.
Tu tercer hijo se transformó en verdugo
para aplacar el hambre, ahora es tu vergüenza
el reino estuvo seco de senderos rectos
murió aunque todavía respire .
Tu cuarto hijo no quiso
mendigar remedios
ni morir a fuego
ni mutar en verdugo.
Por eso abrazó con miedo el exilio,
por eso es el nuevo enemigo
según el ojo carcomido del reino.
Vacío de hijos,
no te conmocionan las frases sublimes
de futuras riquezas.
Ese tu rey-redentor,
no te mira
no te escucha.
Ignora la inmundicia, la lágrima, la desgracia
no quiere salpicarse con tu sudor de casi cadáver.
Y ahora cuando de lejos lo vez sonreír
no ves a tu hermano
a tu carne
a tu sangre
a tu salvador.
Ves a un monarca engreído
tumefacto de placeres y vicios
Ves a los verdugos aplastando con sus furibundas botas
las flores de tu fe.
Y si miras más de cerca a este soberano
(a pleno sol)
su máscara está hirviendo
la mueca de su sonrisa está a punto de derretirse.
Y su cuerpo convertido en aceite
se desplomará en el asfalto
donde se unirá sin querer a la sangre de tus hijos
y a tus lágrimas.
Hans Castorp.
Un hijo de la tierra
con tu mismo nacimiento,
ha comido el mismo dolor
ha bebido llanto para calmar la sed.
Ese, de tu mismo origen
quiso ser rey.
Tras una ceremonia de sangre
conquistó su trono.
Celebraste su ascensión a la gloria,
él sanaría tus males enteros,
compartiría su manjar contigo,
besaría a tus hijos y los sentaría a su diestra,
expulsaría a la miseria poderosa
y honraría el nombre de todos los descalzos.
Tu rey-redentor
te capturó con sermones azucarados
y cuando te golpeó el hambre,
te dio de comer discursos encendidos
pedazos de explosiva esperanza.
Se fabricó un asiento capital, absoluto y férreo
sentó a su diestra a los cómplices verdugos
y olvidó a tus hijos.
Seguiste invocando con pecho inquieto y ojos cerrados
al bello porvenir .
Su abrazo te contó que
diez o quince años bastarían para convertir el reino en edén,
tus hijos ya no estarían desnudos,
mientras,
seguiste mascando las extenuadas promesas.
Cuando el pan se evaporó
y la tierra se tornó estéril.
Tu primogénito enfermó
el reino estuvo seco de curas y remedios
murió de tóxica ilusión.
A tu segundo hijo lo asesinaron los verdugos
que sueltos vomitan fuego
el reino estuvo seco de resguardo y condolencias
murió desangrado de olvido.
Tu tercer hijo se transformó en verdugo
para aplacar el hambre, ahora es tu vergüenza
el reino estuvo seco de senderos rectos
murió aunque todavía respire .
Tu cuarto hijo no quiso
mendigar remedios
ni morir a fuego
ni mutar en verdugo.
Por eso abrazó con miedo el exilio,
por eso es el nuevo enemigo
según el ojo carcomido del reino.
Vacío de hijos,
no te conmocionan las frases sublimes
de futuras riquezas.
Ese tu rey-redentor,
no te mira
no te escucha.
Ignora la inmundicia, la lágrima, la desgracia
no quiere salpicarse con tu sudor de casi cadáver.
Y ahora cuando de lejos lo vez sonreír
no ves a tu hermano
a tu carne
a tu sangre
a tu salvador.
Ves a un monarca engreído
tumefacto de placeres y vicios
Ves a los verdugos aplastando con sus furibundas botas
las flores de tu fe.
Y si miras más de cerca a este soberano
(a pleno sol)
su máscara está hirviendo
la mueca de su sonrisa está a punto de derretirse.
Y su cuerpo convertido en aceite
se desplomará en el asfalto
donde se unirá sin querer a la sangre de tus hijos
y a tus lágrimas.
Hans Castorp.