• Sabías que puedes registrarte o ingresar a tu cuenta directamente desde facebook con el botón de facebook en la parte superior de la página?

1ª parte LA PLAZA DE SAN MARCIAL

LA PLAZA DE SAN MARCIAL


La noche aun cubría la plaza. A penas algunos pasos perdidos se dejaban oír. La única que se afanaba en su qué hacer diario era Doña Elvira, la kiosquera, colocando revistas y periódicos con las noticias del día, sus clientes no tardarían en aparecer.
Su kiosco se encontraba en mitad de la plaza, que aunque se llamaba de San Marcial, todo el mundo la conocía como la del Rombo. Cuando se construyó el ayuntamiento, se hizo un edificio robusto y de buen tamaño, con la idea de enfrentarlo con la única edificación que entonces había, una hilera de viviendas de tres plantas, cuyos bajos era aportillados y llenos de comercios, el nervio del pueblo, pero nadie sabe por qué, se desplazó más de veinte metros hacia la derecha. El pueblo siguió creciendo, y en sus laterales se construyó viviendas, y sin ninguna razón que alguien recuerde, se hicieron inclinados para cerrar la plaza. Por eso, a pesar que en cada esquina reza un cartel de Plaza de San Marcial, pocos en el pueblo recuerdan este nombre, siendo nombrada siempre como la del Rombo.
Con el tiempo la cerraron en su paso para vehículos, llenándola de árboles, que ha esta altura de la primavera, se encontraban llenos de pájaros que trinaban y revoloteaban esperando que la luz apareciera para juguetear y comer sus primeros insectos del día.
El primer cliente apareció para comprar el periódico.


Doña Justa.- Buenos días Doña Elvira, ¿me puede acercar el imparcial? Mi marido quería leer a primera hora un artículo sobre no sé qué antes de echarse adormir.
Doña Elvira.- Buenos días Doña Justa. ¿Terminó su marido la faena?
Doña Justa.- Hace ya rato, estará limpiando el horno, ya sabe que es muy limpio y no quiere dejarlo para más tarde. Yo abro en un momento para los primeros despachos de pan y bollería.
Doña Elvira.- Es muy sacrificada la vida de panadero, pero al menos les da para vivir dignamente.
Doña Justa.- ¿Ha pasado mala noche? La veo mala cara.
Doña Elvira.- Si yo la contara......
Doña Justa.- Pues cuente cuente, que unos minutos aun me sobran.
Doña Elvira.- No quisiera pecar Doña Justa, que sabe usted que yo soy persona discreta y alejada de cotilleos mal intencionados...
Doña Justa.- Que me va a contar usted Doña Elvira, la tengo por Santa.
Doña Elvira.- Tampoco es eso, aunque se agradece el cumplido.
Doña Justa.- Me tiene en ascuas amiga.
Doña Elvira.- Esta noche ha habido una desgracia en este pueblo.
Doña Justa.- ¿Que desgracia?
Doña Elvira.- Andaba yo asomada al balcón esta noche, cuando vi al Eladio pasar por debajo, fumándose un cigarrillo de camino a casa. Al rato oí un tremendo estruendo, y los alaridos de un hombre que no eran los de Eladio, los gritos de auxilio de su mujer, Maru, y unos gruñidos e improperios del marido. No tardó mucho en llegar la Guardia Civil, que cruzaron con el coche la plaza, y ya sabe usted que si no es por una urgencia lo tienen prohibido, y al poco una ambulancia.
Doña Justa.- ¿Y que creé usted que pasó?
Doña Elvira.- Todo a punta a que el marido llegó y descubrió a su mujer con otro hombre en la cama.
Doña Justa.- ¡Mujer, que cosas dice!
Doña Elvira.- No se piense que hablo por hablar, que bien sabe que a mí no me mueve la curiosidad, que si fuera así podría haberme asomado al balcón.
Doña Justa.- Si su balcón da a la plaza y el portal del Eladio y la Maru a la calle de la iglesia....
Doña Elvira.- Pero algo hubiera visto...en cualquier caso al salir hacia aquí me encontré una cosa que terminó de convencerme.
Doña Justa.- ¿El qué?
Doña Elvira.- En el cubo de basura estaba la colcha de la Maru, esa de hilo tan bonita que le regaló su abuela, hecha trizas y empapada de sangre.
Doña Justa.- Me deja de piedra.
Doña Elvira.- Por favor, le pido la máxima discreción, no quisiera yo que esto se supiera y pensara la gente que yo....
Doña Justa.- Por su puesto Doña Elvira, seré una tumba.

La panadera se alejó pensativa hacia su tahona, resguardando su pescuezo en el cuello de la rebeca. El sol enviaba sus primeros rayos por detrás del ayuntamiento, levantando el fresco matinal, llenando del rocío plantas y jardines. Las farolas perdían su brillantez nocturna, mientras los verderones y gorriones cantaban sin parar. Ya se veía alguna persona salir somnolienta de sus portales, para dirigirse a trabajar. Abrió las puertas y se situó tras el mostrador. Luis, el dueño del bar El Cantero, llamado así en honor al padre de su propietario, que en vez de darle al grifo de la cerveza, le daba al martillo y al cincel, entró como todas las mañanas, para recoger el condumio que sus clientes solían desayunar.
Luis.- Buenos días Doña Justa.
Doña Justa.- Buenos días vecino.
Luis.- Lo de siempre, bueno, hoy póngame alguna ensaimada más, que parece que esta semana están haciendo furor y se me queda con ganas la parroquia.
Doña Justa.- Esta semana le salieron muy ricas a mi marido, (un profundo suspiro salió por su boca).
Luis.- ¿Que la pasa? La veo algo preocupada.
Doña Justa.- Que la vida esta muy revuelta Don Luis, y el mundo ya no es lo que era.
Luis.- Muy filosófica la veo esta mañana, eso es que pasó mala noche.
Doña Justa.- Peor la pasaron otros.
Luis.- ¿A qué se refiere?
Doña Justa.- No sé, no debería contárselo, la discreción es parte de mi vida y no quisiera que se me pudiera tachar de lo contrario.
Luis.- ¡Mujer! Ya se que usted es una persona centrada y de muy buenos sentimientos. Me tiene comido por la preocupación, ¿es qué le ha pasado algo grave?
Doña Justa.- No por Dios, a mí que me va a pasar, si mi vida transcurre en el orden y el respeto, pero a otros....
Luis.- ¿Pero qué es? Si no se aclara no entiendo nada.
Doña Justa.- Qué esta noche ocurrió una desgracia en este pueblo. Mejor dicho, en esta plaza.
Luis.- Dígame algo que ya me tiene alterado.
Doña Justa.- El Eladio pilló a su mujer en la cama con otro hombre y se ajustaron algunas cuentas.
Luis.- ¿Que me dice?
Doña Justa.- De muy buena tinta me llegó la noticia. Parece que algo se escamaba el marido y volvía a casa algo nervioso, fumando sin parar. Se formó una gran escandalera por las tres partes de gritos y golpes, y como resultado se presentó la Guardia Civil y sacaron en ambulancia a alguien.
Luis.- ¿Pero fue grave?
Doña Justa.- La sangre corrió y mucho. Se encontró la colcha de la Maru destrozada y llena de sangre en la calle esta mañana.
Luis.- ¿Y quién fue el infractor?
Doña Justa.- No se sabe, pero se sabrá, no lo dude. Siempre me pareció la Maru mujer de cascos ligeros, así que no me extraña el suceso.
Luis.- ¿La Maru de cascos ligeros?, no recuerdo que pasara nada en su vida que me diera esa opinión.
Doña Justa.- ¿No?, pues yo recuerdo cuando se la buscó con mucha preocupación por parte de sus padres, unas fiestas de San Juan, y se la encontraron en el pajar de la tía Eulalia con Antonío, el hijo de la dolores. Todo el pueblo salió a su búsqueda pensando en lo peor, menudo escándalo.
Luis.- Pero mujer, tenían 12 años y lo que estaban haciendo era desplumar a las gallinas de la tía Eulalia, y el escándalo se formó por qué se negaron a pagárselas, decían que con plumas o sin ellas seguían poniendo huevos y que no había reparación alguna, nada más que la satisfacción de ver a los gamberros con el culo bien azotado y encerrados en sus casas por todo el verano.
Doña Justa.- Ya ya, eso es lo que recuerda...pero yo recuerdo más. ¿Y el día de feria que se la encontró en aptitud poco decente con Felipe el cojo? Allí si que eran más mayorcitos.
Luis.- Estaban agarrados de la mano y debían tener 16 o 17 años, a esa edad todos hemos buscado ya pareja. Yo con mi mujer me junté a los 17, cuando ella tenía 16.
Doña Justa.- Pero las indecencias no se sacan en publico.
Luis.- Pero de la mano...
Doña Justa.- Si en mitad de la feria se deja agarrar de la mano vaya usted a saber que se dejara tocar en los oscuros
Luis.- Visto así...
Doña Justa.- La cuestión es que la que empieza tan joven a torcerse no es de extrañar que nunca enderece. Y de esas lluvias...vienen estos torrentes.
Luis.- Me deja con la boca abierta Doña Justa. La dejo que tengo que abrir ya, los primeros cafés están apunto de ser servidos.
Doña Justa.- Por favor Don Luis, no necesito recordarle que esto que le he contado lo he hecho con usted por saberle de toda confianza, pero la discreción...


La mano del tabernero se levanto en aptitud solemne mientras sus ojos mostraban una mirada de confianza.


Luis.- Ni lo dude querida vecina, ni lo dude.


Salió de camino a su negocio, con la cabeza bullendo y la cesta de los bollos bien agarrada. Apenas tardó unos instantes en llegar y abrirla puerta, pues ya hacia rato que los cierres se levantaron y la cafetera fue encendida para darle presión al agua.
La plaza empezaba a poblarse, poco a poco, acompañando al sol, que ya iluminaba los soportales de enfrente, liberándolos del frío de la piedra y de esa oscuridad misteriosa que siempre los acompaña. Los funcionarios iban llegando a su función, y José, el conserje del mismo, más antiguo incluso que el reloj que presidía el edificio, según su costumbre, entró en El Cantero a tomar una café.


José.- Buenos días Luis. Si hoy también pescaste una de esas ricas ensaimadas me la pones en un plato junto a mí Luis.- Ahora mismo.
José.- Por Dios, que escueto andas hoy. ¿Te quemaste la lengua con la plancha?
Luis.- Que va. Las noticias que corren hoy por el pueblo son de gravedad, y ando con una desazón...
José.- ¿Que noticias?. Temprano quieres tu que corra la pólvora por estos lares.

Dándole mucho misterio, mirando hacía un sitio y otro, le señaló la esquina de la barra para contarle la confidencia, a pesar de ser los dos únicos vecinos que estaban allí. Se alzó ligeramente por encima de la barra para susurrarle y José, contagiado de la intriga, hizo lo mismo.


Luis.- El Eladio a matado a un hombre esta noche.
Jose.- ¿Que me dices?
Luis.- Lo que oyes.
José.- ¿Pero como, por qué, donde?
Luis.- Pilló a su mujer en la cama con otro.
José.- ¿A la Maru?
Luis.- La misma.
José.- ¿Pero si esa mujer es un cielo?
Luis.- Un pendón es lo que es. Mi mujer muchas veces me lo dijo, pero no quise creerla.
José.- Yo nunca me enteré de nada.
Luis.- Pues parece ser que al Eladio se le puede torear para las fiesta. Desde muy pequeña dio problemas.
José.- Te aseguro que no recuerdo ninguno.
Luis.- Pues en este pueblo los hay que si, y eso que se sepan.
José.- ¿Y que es lo que ha pasado?
Luis.- Que anoche subió a casa y su mujer se estaba trajinando a alguien. Golpes, ruidos y gritos. Sacaron un fiambre.
José.- Si el Eladio es es tío más tranquilo que conozco.
Luis.- Pero su padre tiene muy mala sangre. Yo creo que es de dedicarse tantos años a ser carnicero. Tanto usar los cuchillos y comer carne le embrutecieron, y ahora su hijo sacó la herencia.
José.- No sé, a mí me parece que es un muchacho de lo más calmado, y su padre, salvo que tiene un vozarrón capaz de asustar un toro bravo, no le veo violento.
Luis.- Las apariencias engañan. Esta mañana encontraron escondida la colcha de la cama de la Maru, parece que todas las vecinas la conocían por ser única. Hecha jirones y empapada en sangre, pero mucha mucha sangre.
José.- ¿Tú que crees que pasó?
Luis.- Pues que debió de apuñalarle con unos de los cuchillos de su padre. Espera y veras como también sacan el colchón acribillado.
José.- Me dejas estupefacto. ¿Y del infeliz que se le ocurrió manchar su honra?.
Luis.- Nada se sabe seguro, pero para mí que es el Manuel, el hijo de la Esperanza. Siempre andan juntos y más de una vez se echan unos ojitos...
José.- Hombre Luis, no me jodas, se han criado juntos, sus madres son primas hermanas y encima vecinas. Son como hermanos.
Luis.- Si, pero no lo son. Y tanta cercanía sin el respeto de la familia...
José.- Luego me acerco a las doce como siempre y seguimos hablando, haber si te enteras de algo más, que tengo que llegar temprano, al concejal se le ha ocurrido algo y yo tengo que hacer de perrito faldero. Abur.

CONTINÚA......
 
Última edición:
Javier tu ya no me sorprendes, y yo que estaba orgullosa pues NOS VEREMOS EN OTOÑO, me lo pidieron para hacer un corto de cine, maestro eres un maestro te admiro y te quiero, placer leerte amigo poeta.
 

RADIO EN VIVO

Donar

Versos Compartidos en Facebook

Arriba