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2ª parte LA PLAZA DE SAN MARCIAL

La noticia le había dejado sorprendido. En un pueblo tan tranquilo uno se acostumbra a que los días pasen sin novedad alguna, y una cosa así...
El calor se empezaba a notar, y los pájaros, huyendo de su azote, buscaban los rincones más frescos de la plaza, disminuyendo ya sus trinos y sus vuelos. Ya se oían conversaciones y saludos, todo se despertaba y la actividad surgía por los rincones. José entró en la frutería recién abierta.


José.- Buenos días Doña Margarita. Deme unas cebollas, que mi mujer se quedó sin ninguna y me mando el recado por qué hoy no podrá acercarse.
Doña Margarita.- Buenos días don José. ¿Que es lo que la ocupa?
José.- Su madre, lleva unos días muy fastidiada y no se quería separar de ella, el reuma la esta matando.
Doña Margarita.- Si, yo se bien lo que es eso, cada mañana pido a Dios que me lleve pronto para librarme de este sufrir.
José.- Otros sufren más Doña Margarita, otros sufren más.
Doña Margarita.- Le veo hoy muy negativo, ¿se encuentra usted también mal?
José.- Noticias que me tienen muy preocupado.
Doña Margarita.- ¿Alguna desgracia familiar?
José.- Por suerte en mi familia de momento no, pero si en las de otros.
Doña Margarita.- ¿Y cuales son ellas?
José.- Un terrible suceso que a costado una vida.
Doña Margarita.- No me diga. Ahora la preocupada soy yo.


La cara de la frutera era un poema. Aguantaba la respiración intentando que no se le notara los bichos que por dentro le corrían. Tenía ganas de agarrar a ese gañan y de dos bofetadas sacarle toda la información. Ella tenía solo tres preocupaciones en la vida, el bienestar de su marido, hombre al que quería mucho, la fruta, de la que llevaba ganándose los duros desde chiquitita, y la vida de los demás, fuente inagotable de sus tertulias e imaginación. A pesar de ello aguanto impávida el suspense que el conserje imponía por su relato haciéndose el interesante.


José.- Lo que le voy a contar es en la más estricta confidencialidad, recurro a su sensatez para mantener el secreto.
Doña Margarita.- Por Dios señor, yo soy una tumba. Mi cabeza esta llena de secretos que nunca mis labios pronunciaron, puede preguntar a cualquiera en el pueblo.
José.- Lo sé, lo sé...Eladío a matado a Manuel esta noche.
Doña Margarita.- ¿Eladio? ¿el marido de la Maru?
José.- Ese mismo.
Doña Margarita.- ¿Y que Manuel?
José.- El hijo de la Esperanza.
Doña Margarita.- Pero...¿a qué se debió tal desatino?
José.- Les pilló en plena lujuria desenfrenada.

Los ojos de la oyente casi se salen de sus órbitas. Pensaba en todo lo que podría cacarear a costa de esto. Una mina de oro... ¿que de oro?, de oro y diamantes.

Doña Margarita.- ¿Se sabe como sucedió?
José- El Eladio debía estar ya en la pista, y se creé que no era la primera vez, ni el primer hombre. Al anochecer, algo más tarde de lo habitual, regresaba a casa. Seguramente se pasó por el viejo local de su padre a recoger el cuchillo que sirvió de arma mortal. Se le vio regresar muy nervioso, y nada más llegar se lió a golpes y porrazos, dando gritos, a los que correspondía su mujer con otros de auxilio, y el Manuel de dolor. Le debió apuñalar sobre la cama con saña, la colcha y el colchón terminaros ensartados y trinchados como un pavo de Navidad. La sangre corrió a ríos.
Doña Margarita.- Nunca quise creer cuando mis amigas me decían que la Maru no era tan honrada como parecía, pero mira como sale siempre a relucir la verdad. Yo soy bien pensada de naturaleza, pero lo del Manuel me tenía mosqueada. Muchos abrazos y muy besucones, demasiados para la escusa de que eran como hermanos. Yo a mi hermano le quiero mucho, pero nunca nos tomamos las familiaridades que ellos. En el fondo va a ser verdad eso de “piensa mal y acertaras”.
José.- Nunca sabe uno donde hay un terrible secreto.
Doña Margarita.- Menos mal que aun quedamos gente decente.
José.- El espectáculo tuvo que ser grave. La Guardia Civil, no se cuantos coches, ambulancias, me imagino que no se sabría el número de victimas, y los gritos de dolor y angustia. Seguro que les costó hacerse con el Eladio, es delgado, pero muy nervudo, y en ese estado...
Doña Margarit.- Gracias por contármelo. Y vaya tranquilo, seré de lo más discreta.
José.- Se lo agradezco, adiós.


Según salió el conserje Margarita se asomó a la puerta. En cuanto se aseguró de que no la vería cerró el establecimiento con un cartel de “vuelvo en diez minutos” y salió disparada hacia la mercería que tenía enfrente, al otro lado de la plaza. Corrió tanto que llegó jadeante.


Doña Margarita.- Buenos días Doña Alicia.
Doña Alicia.- Buenos días. ¿Que la pasó que llega con los pulmones asomando por la boca? ¿Se declaró fuego?
Doña Margarita.- No amiga, por fin se confirmó eso que tantas veces le dije y usted no creía.
Doña Alicia.- ¿El qué? Hable por Dios que me tiene en ascuas.
Doña Margarita.- La Maru es un putón.
Doña Alicia.- ¿Pero que ha pasado?
Doña Margarita.- Esta noche se montó la marimorena. Su marido sabía de las infidelidades de la muy zorrona, y les tendió una trampa. La aviso de que llegaría tarde para que pecaran, pero lo que hizo es, al salir de trabajar, recoger uno de los cuchillos de cortar carne de su padre e regresar a casa de sorpresa. Y allí los encontró, fornicando en el lecho nupcial. Le ha debido dejar destrozado a base de tajos con la hachuela. Toda la cama a acabado ensangrentada y sin otro uso que la basura. Luego persiguió a su mujer entre gritos e improperios, destrozando mobiliario y todo lo que pillaba por medio. Si no llega la Guardia Civil atraídos por el escándalo, de seguro que a ella también la mata.
Doña Alicia.- ¿Y con quien fue cogida en la cama?
Doña Margarita.- ¿Con quién va a ser?. Aunque soy de naturaleza confiada y bien pensada hay cosas que no se me pasan por alto, es un don. En muchas ocasiones la señalé una relación que me parecía antinatural, y a pesar de ello nunca me creyó.
Doña Alicia.- ¿Con el Manuel?
Doña Margarita.- Con el mismo.
Doña Alicia.- Espere que me siente un momento que me tiemblan las piernas. Pobre Eladio, a pesar de su crimen él es la victima inocente. Como se puede llegar ha hacer una atrocidad semejante, con lo buen chico y trabajador que es. Cuantas quisieran un marido tan fiel y abnegado.
Doña Margarita.- Pues ya ve usted, para que luego dude de mis palabras y me diga que invento más de lo que sé.
Doña Alicia.- Desde luego amiga ya no dudaré más.
Doña Margarita.- Bueno, la dejo, más tarde la contaré alguna otra cosa, que he dejado el negocio cerrado y tenemos que seguir viviendo.
Doña Alicia.- Yo también me tengo que ausentar un momento, que tengo que llevarle unos encajes a Tere para el traje de la comunión de su hija.


Otra puerta se cerró y otro cartel de “vuelvo en diez minutos” colgado de su picaporte.


Daba el reloj del ayuntamiento las doce, con esos campanones de sonido grave y timbroso. El sol apuntaba alto y el calor, excesivo para esas épocas, se dejaba caer sobre la plaza del rombo. De las ventanas de los vecinos salían ya los placenteros olores a puchero, a guiso, a asado, que empezaban a prepararse para la llegada de los comensales un par de horas después. Todo parecía normal, todo parecía tranquilo, pues a esas horas los vecinos se dedicaban a sus tareas diarias sin muchas distracciones. Pero esa mañana no era normal, y en El Cantero, se congregaba mucha gente, demasiada para lo que era normal. Nadie hablaba con claridad, pero todos susurraban con el vecino, esperando la llegada de una nueva noticia del trágico acaecido horas antes. Queriendo ser el primero en contarle la novedad al de su vera, dándose postín e importancia.
Un pequeño grito cruzó el bar, y todos miraron a la asustada, y de inmediato a la plaza, donde esta dirigía su vista. El silencio quebró el sonido, haciéndolo sepulcral, ni cuando estaba cerrado de noche quedaría tan mudo el local. La Maru se acercaba y se disponía a entrar. Su cara andaba demacrada, víctima de un sueño evidente, y de angustia. Todos estaban pendientes del más mínimo gesto, un pasillo se abrió dejándola paso hasta la barra.


Luis.- Buenos días Maru.
Maru.- Buenos días Luis. Haz el favor de ponerme un café bien cargado, haber si soy capaz de despejarme.
Luis.- Te veo muy mala cara ¿Pasó algo?
Maru.- Si, una desgracia muy grande.
Luis.- Pues cuenta, cuenta.


Si las orejas fueran elásticas tocarían suelo y techo. A más de uno se le olvidó respirar, con claro peligro de asfixiarse. La expectación y la tensión eran tal que podría haber saltado una chispa perfectamente.

Maru.- Anoche tuvo que venir la Guardia Civil y una ambulancia a casa.
Luis.- Algo me han comentado, pero nadie sabía por qué.
Maru.- Se me había reventado la cañería de la cocina, y tuve que llamar al fontanero de urgencia. Cuando el hombre andaba por debajo del fregadero picando la pared para arreglar la avería, todos los muebles altos cayeron,
aprisionando al hombre con todo encima. Empecé a gritar del susto, me temblaba todo el cuerpo, de suerte que mi marido entraba en ese momento por el portal y subió corriendo. Al ver el espectáculo me empezó a chillar para que reaccionara, el miedo me dejó como si fuera de piedra, para que le ayudará a retirar todo y salvar al pobre hombre. Hicimos un ruido atronador, me extraño que ningún vecino se acercara a cotillear, pero conseguimos sacarle. Eladio llamó a una ambulancia y a la Guardia Civil, mientras yo intenté cuidar del fontanero, el pobre andaba inconsciente con toda la cabeza rota. Para intentar pararla usé la colcha de hilo que me regaló mi abuela, con el cariño tan grande que la tenía, pero estaba en la cocina para lavarla y con el derrumbe quedó hecha trizas. No te puedes imaginar la cantidad desangre que le salió, yo creo que no le puede quedar más dentro del cuerpo.
Luis.- ¿Y Eladio?
Maru.- Ahora anda en el cuartelillo dando declaración. Tuvo que pasar también por el hospital, pues se dio muchos cortes profundos al sacar al pobre hombre, menudos alaridos pegaba, pero mi Eladio es muy hombre y bueno, y no paró ni un instante a pesar del dolor. El que me preocupa es el fontanero, nos han dicho en el hospital que puede llegar a quedarse paralítico por el trompazo que se llevó en la espalda. No nos hemos separado de él en toda la noche hasta que esta mañana no llegó su mujer, son de otro pueblo y costó encontrarlos.
Voz de fondo.- ¿Y el Manuel?, se oyó por detrás de todos en boca de una mujer.
Maru.- ¿El Manuel? Quién, ¿mi primo?
Voz de fondo.- Si
Maru.- ¿Y qué tiene que ver él?
Voz de fondo.- ¿No estaba?.
Maru.- ¿Pero como va ha estar si lleva más de una semana en Segovia? Esta ingresado en el hospital provincial por una gripe que le tiene al maltraer. Por cierto, cuanta gente hay aquí hoy, ¿pasó algo?
Luis.- No, que las ensaimadas de Doña Justa están haciendo furor y hoy hay hambre.
Maru.- Bueno Luis, te dejo, que voy a ver si acabó mi marido y volvemos a casa, estoy deseando descansar un poco.
Luis.- Adiós Maru, que todo se solucione.


Cuando salió el silencio seguía latente. Todos se miraban de reojo con una expresión de “ya te lo dije”, y alguna voz empezó a sonar en pequeños cuchicheos.


voz de fondo.- Ya me extrañaba a mí
voz de fondo.- Una chica tan buena y decente.
voz de fondo. -Con lo que se quieren.
voz de fondo.- Ese hombre es incapaz de hacer daño a una mosca.


El bar se fue desalojando poco a poco. En la plaza de San Marcial, conocida como la del Rombo, la vida empezaba a tomar su pulso normal, con la primavera anunciando un cálido verano, los pájaros la alegría de vivir, y sus vecinos que es mal negocio el aburrimiento y los cotilleos. Se juntaban en pequeños grupos, aprovechando sombras y tejadillos, con un cigarro en la boca, y un ligero movimiento de negación con la cabeza.
Doña Margarita.-¡Manzanas! ¡Peras! ¡El mejor melocotón de la región!
Doña Justa.- ¡Aquí los mejores bollos para sus niños! ¡Compren!
Doña Elvira.- ¡El diario de Castilla! ¡Las noticias más frescas!
Doña Alicia.- ¡Tengo las mejores telas para sus vestidos!
José.- ¡De parte del señor Alcalde.......


Se podía escuchar en la plaza de San Marcial.
 
Última edición:
Hermoso Javier, me dejó si aliento, maestro, ten cuidado con quien te juntas...., Gracias por compartir amigo poeta, besos dulces para ti.
 

MARIPOSA NEGRA

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jajajajajajaja fabuloso enredo Javier, es la historia del hombre que acostumbra agrandar lo que escucha y ve, aún más lo hace con lo visto y escuchado por el vecino, un placer leerte, te felicito esta genial el guión, y como siempre te mando besos
 
jjaja muy buena estimado amigo!
Que ya me imagino a todos alzando la orejas para escuchar la confesión de Maru!
Un fuerte abrazo!! Me ha gustado mucho! :)
 

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