Reina Mora
Miembro Conocido
DESPUES DEL FUNERAL
Donde la oronda muerte es anfitriona,
la vida en persona se resiste a visitarla
y el ritual obliga, el espíritu conmina
a cambiar las flores marchitas y el agua
reposada en el fétido frío de los mármoles.
Se siente la presencia de los árboles
más fuerte que en cualquier otro lugar.
El viejo cementerio tiene el misterio
de pueblo abandonado, luna y silencio,
romance de aves, réquiem e incienso.
La arboleda cubre el sendero que lleva
al huésped, desde la capilla ardiente al portal,
ni un solo haz de luz penetra en su espesura,
en la alfombra de césped, lápidas y cruces
marcan el destino final de alguien más.-
En las mañanas otoñales, la arboleda
deja caer su dorada capa de lentejuelas
hasta quedar toda desnuda y se eleva
a las alturas, con esas manos huesudas
tratando de alcanzar una manta de nubes.
Se va secando el llanto que mojó cada tumba
los recuerdos se disputan los lugares queridos
vuelven a ellos y se instalan, prolongan el ser
que está, más que en la tierra misma, en su nido.
Volver a caminar una y otra vez por el solar
donde la muerte tiene su morada, es digno quizá
si de honrar la memoria se tratara, es inútil tal vez
allí no están las almas, ni la materia inerte se restaura.
*****Reina Mora****
Donde la oronda muerte es anfitriona,
la vida en persona se resiste a visitarla
y el ritual obliga, el espíritu conmina
a cambiar las flores marchitas y el agua
reposada en el fétido frío de los mármoles.
Se siente la presencia de los árboles
más fuerte que en cualquier otro lugar.
El viejo cementerio tiene el misterio
de pueblo abandonado, luna y silencio,
romance de aves, réquiem e incienso.
La arboleda cubre el sendero que lleva
al huésped, desde la capilla ardiente al portal,
ni un solo haz de luz penetra en su espesura,
en la alfombra de césped, lápidas y cruces
marcan el destino final de alguien más.-
En las mañanas otoñales, la arboleda
deja caer su dorada capa de lentejuelas
hasta quedar toda desnuda y se eleva
a las alturas, con esas manos huesudas
tratando de alcanzar una manta de nubes.
Se va secando el llanto que mojó cada tumba
los recuerdos se disputan los lugares queridos
vuelven a ellos y se instalan, prolongan el ser
que está, más que en la tierra misma, en su nido.
Volver a caminar una y otra vez por el solar
donde la muerte tiene su morada, es digno quizá
si de honrar la memoria se tratara, es inútil tal vez
allí no están las almas, ni la materia inerte se restaura.
*****Reina Mora****