Al borde del camino, cristalina,
se ofrece la fontana al caminante,
y alivia su fatiga palpitante
con agua que del monte se deslina.
La hierba en su verdor se contamina
del curso que la besa, jubilante,
y el alma, que sufría sed anhelante,
renace en su frescura peregrina.
Vencido el cuerpo, al fin cobra sosiego,
y sueña, al reemprender su dura vía,
encontrar al andar un nuevo rico venero.
Así la vida, tránsito y apego,
nos da, de trecho en trecho, la alegría
de hallar un manantial al borde del sendero.
se ofrece la fontana al caminante,
y alivia su fatiga palpitante
con agua que del monte se deslina.
La hierba en su verdor se contamina
del curso que la besa, jubilante,
y el alma, que sufría sed anhelante,
renace en su frescura peregrina.
Vencido el cuerpo, al fin cobra sosiego,
y sueña, al reemprender su dura vía,
encontrar al andar un nuevo rico venero.
Así la vida, tránsito y apego,
nos da, de trecho en trecho, la alegría
de hallar un manantial al borde del sendero.