DR Jose Roberto Hernandez
Miembro Conocido
A un siglo de distancia
La primera vez que se vieron, hace más o menos un siglo, ella golpeaba sus trapos contra la roca de la margen norte del rió, una roca tan aristada que parecía un cubo de las clases de primaria--pero con color y olor a humedad.
El bajó la colina que terminaba en la orilla opuesta del rió. Tal vez era costumbre de ambos, pero probablemente nunca lo habían hecho a la misma hora, o quizás sí, pero nunca habían levantado su vista al borde opuesto, es decir, a la otra orilla.
Después de unos segundos en los que cruzaron tremendamente sus miradas y un temblor mutuo que duró siglo de asombro, ella apresuró su labor y recogió sus ajuares por lavar para salir huyendo a la aldea, pero el ya se le encimaba y la detuvo. Ambos cruzaron nuevamente, ahora de cerca, rayos de ojos profundos: El admirado y ella con miedo.
Al siglo siguiente, la segunda vez que se encontraron, coincidieron en la barra de un exquisito bar; un acogedor ambiente; un rico espacio con una tenue luz azul, ambos con Martini en copas que recordaban a El Santo Grial.
Aunque sus caras estaban limpias y sus expresiones no eran las de antes, una sonrisa completa de la cara masculina y una media desde el rostro de la más bella; sirvieron para aceptarse como si se conocieran hace 100 anos.
El brindis con los Cosmopolitan casi lleva a sus aceitunas a besarse al chocar con las paredes de sus copas---así es la inercia--. Sin embargo se enredaron en un abrazo y comenzaron como si nada, a recordar lo que sucedió aquella tarde de la pasada centuria en las márgenes de un rió común.
Dr. Jose Roberto Hernández (Vampi)
La primera vez que se vieron, hace más o menos un siglo, ella golpeaba sus trapos contra la roca de la margen norte del rió, una roca tan aristada que parecía un cubo de las clases de primaria--pero con color y olor a humedad.
El bajó la colina que terminaba en la orilla opuesta del rió. Tal vez era costumbre de ambos, pero probablemente nunca lo habían hecho a la misma hora, o quizás sí, pero nunca habían levantado su vista al borde opuesto, es decir, a la otra orilla.
Después de unos segundos en los que cruzaron tremendamente sus miradas y un temblor mutuo que duró siglo de asombro, ella apresuró su labor y recogió sus ajuares por lavar para salir huyendo a la aldea, pero el ya se le encimaba y la detuvo. Ambos cruzaron nuevamente, ahora de cerca, rayos de ojos profundos: El admirado y ella con miedo.
Al siglo siguiente, la segunda vez que se encontraron, coincidieron en la barra de un exquisito bar; un acogedor ambiente; un rico espacio con una tenue luz azul, ambos con Martini en copas que recordaban a El Santo Grial.
Aunque sus caras estaban limpias y sus expresiones no eran las de antes, una sonrisa completa de la cara masculina y una media desde el rostro de la más bella; sirvieron para aceptarse como si se conocieran hace 100 anos.
El brindis con los Cosmopolitan casi lleva a sus aceitunas a besarse al chocar con las paredes de sus copas---así es la inercia--. Sin embargo se enredaron en un abrazo y comenzaron como si nada, a recordar lo que sucedió aquella tarde de la pasada centuria en las márgenes de un rió común.
Dr. Jose Roberto Hernández (Vampi)
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