Francisco Escobar Bravo
Miembro Conocido
En tanto millones de seres humanos están disfrutando de sus vacaciones estivales, o recordando las que ya han disfrutado, otros cientos de miles están preparándose para un muy posible Armagedón nuclear que asolará el planeta Tierra.
Dicho término, recogido en todas las religiones, se refiere a la batalla final entre el Bien y el Mal en la cual saldrá victorioso el primero. Pero sobre esta victoria tengo mis particulares dudas ya que el Mal siempre suele haber salido triunfante en cuantas lides ha tenido. Es muy posible que en la última se cumpla cuanto afirma la Biblia, pero discúlpenme que siga dudando.
La potencia armamentística desatada durante las dos principales guerras del Siglo XX, dejando al margen Corea, Vietnam y tantas otras de menor relieve, es un puro juego de artificio comparada con la que puede desatarse si al líder norcoreano le da por apretar el botón obteniendo la correspondiente respuesta por parte del Presidente de los Estados Unidos. ¿Es que ese loco que tiene cara de simio no se da cuenta de que si él dispone de diez, veinte, los que sean, artificios nucleares solamente los que poseen los estadounidenses ya desplegados en las inmediaciones de la península coreana pueden quintuplicar los suyos? Y bien podemos pasar porque ese individuo esté loco pero por el hecho de que todos los militares que le rodean y apoyan – todos cargados de condecoraciones que ignoro dónde las habrán obtenido – le secunden ya me parece demencial.
Al menos el Presidente Trumph cuenta con una gran mayoría de consejeros en el Pentágono que no desean la guerra y que le están frenando, porque si de él dependiese únicamente no me cabe la menor duda de que ya hubiese dado la orden de ataque. Por suerte, los Estados Unidos es una democracia y aunque el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas sea el mismísimo Presidente – cosa que tampoco entiendo, porque ya me contará alguien qué conocimientos reales posee éste sobre la situación real del país ni sobre estrategia militar por muchos asesores que pueda tener – siempre podrá tener quien le frene.
Los grandes Jefes de Estado siempre han sido los que han evitado la guerra o se han resistido a llevarla a cabo. Los demás, los que las han incitado por sus deseos de conquista y comenzando por los nuestros, los españoles, han sido siempre una pandilla de locos que al final han arrastrado a su Nación al desastre Roosevelt se resistió a participar en la Segunda Guerra Mundial hasta que el ataque a Pearl Harbour le obligó a hacerlo. Napoleón despobló Francia y no digamos nada sobre Hitler, que sumió a Alemania en un desastre total del que ha tardado décadas en resurgir.
Señores Presidentes de ambos países en pugna, ¿por qué no se suben ustedes a un ring y se hartan de darse bofetadas el uno al otro hasta matarse en lugar de enviar a morir a lo más florido de su juventud? Pero no, ustedes dos estarán a buen recaudo en sus refugios antinucleares mientras los demás dan el callo.
Esperemos que alguien recapacite y detenga lo que parece imparable. En otro caso, ya saben, ¡el desastre total!
¡Hasta pronto, si es que nos dejan!