Gracias a Dios, siendo ateo en mi negación de recordarte
encontré bajo mi cama la lámpara del salón, nuestras noches y tu camisa,
ocho consonantes mudas del pie izquierdo, un par de muchas vocales,
razones inesperadas para buscarte bajo la almohada y dos copas que seguían frías.
Tan ausente de tí, mi vida sin vida utilizaba la oscuridad para mandarme señales
robadas al universo entre estrella y estrella de aquel último mediodía
irracional e insomne en que me escupiste tres insultos, una copia de mis llaves,
la puerta incontada de tus secretos y la goma de borrarme tus caricias.
Con el lado derecho del paraguas de protegerme de tus lunares,
zurdo de nacimiento, mi mano derecha te buscó entre las sábanas a escondidas,
imaginando todo tu cuerpo, desproblando de ropa la piel de tus nubes fugaces
que entre sol y luna me siguen lloviendo las palabras de tu despedida.
encontré bajo mi cama la lámpara del salón, nuestras noches y tu camisa,
ocho consonantes mudas del pie izquierdo, un par de muchas vocales,
razones inesperadas para buscarte bajo la almohada y dos copas que seguían frías.
Tan ausente de tí, mi vida sin vida utilizaba la oscuridad para mandarme señales
robadas al universo entre estrella y estrella de aquel último mediodía
irracional e insomne en que me escupiste tres insultos, una copia de mis llaves,
la puerta incontada de tus secretos y la goma de borrarme tus caricias.
Con el lado derecho del paraguas de protegerme de tus lunares,
zurdo de nacimiento, mi mano derecha te buscó entre las sábanas a escondidas,
imaginando todo tu cuerpo, desproblando de ropa la piel de tus nubes fugaces
que entre sol y luna me siguen lloviendo las palabras de tu despedida.