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Buda y el discípulo

Una tarde de fresco otoño Buda reposaba bajo un higüero, cuando un discípulo inquieto se acercó al maestro sigilosamente:
_ Disculpe maestro, traigo dudas en mi mente que me hacen ansioso.
Buda lo miró con la serenidad de una hoja al volar y respondió:
_ ¿Ves aquella porción de tierra fértil? Preguntó el maestro señalando con su báculo de bambú.
El joven inquieto trataba de divisar la tierra que se unía con el horizonte:
_ ¡La veo maestro! Exclamó el joven con emoción.
El maestro guardó silencio unos minutos para luego con voz pausada contestar:
_ El labriego debe decidir con sumo cuidado que clase de semilla sembrara en su tierra, porque esas semillas crecerán dando manojos de frutos o un caudal de perdidas, todo dependerá de la buena disposición que el labriego tenga para obtener la abundancia deseada de su cosecha.
EL joven arrugó el ceño en señal de no comprender, el maestro carraspeó:
_ Cuida los pensamientos que confías a tu mente.

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Muy buena prosa Sra. Yaneth y buena reflexión porque los pensamientos tienen que ser lo más certeros posible para que den un buen fruto, cuando la ansiedad entra en juego, uno se puede precipitar haciendo mala cosecha.
Un deleite la lectura.
Le deseo un buen día con mi consideración.
 

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