Jorge Toro
Miembro Conocido
Abajo, lejano, el mar brillante y quieto,
el sol mañanero viene tomando vuelo,
bandas de gaviotas y longevos pesqueros
buscan en las redes - cada cual - su alimento.
Baila juguetón el aire apenas tibio
por entre las ramas de grandes tamarindos
y, por centenares, chillones periquitos
vuelan en la búsqueda de un fértil sembradío.
Más cercana asciende la serpentina senda,
con pinares, cercas y pintorescas huertas;
al norte se aprecian las grandes pesebreras;
y después, lejanas, desmedidas praderas.
Y aquí, en el jardín, bajo macizos mangos,
tendido en la hamaca reviso solazado,
un nuevo poema nacido de mi mano,
mientras tú mimosa, reposas al costado.
Cómo congelar semejante momento,
retener por siempre tan fabuloso cielo,
quedarme atrapado distante de mi infierno.
Presto me levanto tomándote en mis brazos
y entre besos vamos camino a nuestro cuarto.
Suena mi teléfono...! y cruel me ha despertado!
(Tridecasílabos 6-7)
el sol mañanero viene tomando vuelo,
bandas de gaviotas y longevos pesqueros
buscan en las redes - cada cual - su alimento.
Baila juguetón el aire apenas tibio
por entre las ramas de grandes tamarindos
y, por centenares, chillones periquitos
vuelan en la búsqueda de un fértil sembradío.
Más cercana asciende la serpentina senda,
con pinares, cercas y pintorescas huertas;
al norte se aprecian las grandes pesebreras;
y después, lejanas, desmedidas praderas.
Y aquí, en el jardín, bajo macizos mangos,
tendido en la hamaca reviso solazado,
un nuevo poema nacido de mi mano,
mientras tú mimosa, reposas al costado.
Cómo congelar semejante momento,
retener por siempre tan fabuloso cielo,
quedarme atrapado distante de mi infierno.
Presto me levanto tomándote en mis brazos
y entre besos vamos camino a nuestro cuarto.
Suena mi teléfono...! y cruel me ha despertado!
(Tridecasílabos 6-7)
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