JAVIER TOMAS
Sub Administrador
CAROLINAY EL GATO FELIX
CAROLINA Y EL GATO FELIX
AUTOR TEXTO: JAVIER TOMAS. T
ILUSTRACIONES: VERONICA TOMAS MOZO
REGISTRO:84589304848
Reservado todos los derechos de autor.
Queda prohibido su reproducción total o parcial.
El día que nació Carolina el sol resplandecía con fuerza, anunciando el feliz acontecimiento. Sus padres, Alejandro y Amparo, nunca habían visto una cosa tan bonita. Estaban llenos de amor y orgullo por su hija. Se pasaban las horas dándola besos y abrazos y jugando con ella. Su desarrollo fue normal, y recién cumplido el primer año, cuando ya andaba con torpes pasos hacia todos lados, el timbre de la puerta sonó. Su madre fue abrir, pero a nadie encontró, en el felpudo de la entrada había un cachorro de gato que maullaba casi sin fuerza.
-¿Quienes?, preguntó el padre.
-Alguien ha abandonado un gatito en nuestra puerta, parece recién nacido.
Alejandro se acercó para verlo, daba pena verlo tan desvalido.
-¡Pobrecito! ¿Que hacemos?, no me fío, Carolina es muy pequeña y puede que el gato la arañe, o con lo traviesa que es igual le hace daño pensando que es un peluche.
La niña, al oír su nombre, corrió tambaleándose llena de curiosidad. Al ver al animal sus ojos se abrieron como platos y se abalanzósobre él para darle un abrazo. El cachorro la correspondió con lametones y arrumacos. La escena les pareció tan tierna a los padres que decidieron darle una oportunidad a Felix, que es como bautizaron al felino.
Los años fueron pasando, Carolina y Felix eran inseparables, parecían hermanos. Él dormía a sus pies, despertándola por la mañana con maullidos y lametones que hacían las delicias de la niña. Jugaban a todo juntos y era imposible ya imaginarse a uno sin el otro.
Una tarde, cuando Carolina tenía ya siete años, su madre les dijo.
-Voy un rato a casa de la señora Claudia, sabes que es muy mayor y esta muy enferma la pobre, la llevo comida y la limpiaré un poco la casa mientras la hago algo de compañía .
Por favor ¡Portaros bien! Y no me hagáis ninguna trastada de las vuestras. Cuando regrese jugaremos a algo.
La primera media hora estuvieron tranquilos viendo la televisión, pero los inquietos amigos se aburrían, los dibujos no fueron hechos para ellos.
-¿Sabes una cosa Felix? Que mamá aun tardará mucho, así que nos podíamos acercas a jugar al parque y volver antes de que regrese, ni se dará cuenta.
Dicho y hecho. Bajaron a un parque que había a pocas calles de allí, al pié de un bosque que limitaba la ciudad. Se rieron mucho en el balancín, también en la rueda giratoria y en el tobogán, pero cuando Carolina se subió en el columpio, Felix se retiró a juga rcon una fila de hormigas; nunca le gustó subirse allí, se mareaba y terminaba cayéndose.
Ella empezó a impulsarse, cada vez más fuerte, cada vez más alto, le encantaba. Ponía su cabeza hacia atrás y dejaba que el viento moviera su pelo, cosa que le hacía unas ligeras cosquillas. Sin saber como, cuando más alto estaba, empezó a moverse, trató de recuperar el equilibrio, pero dos de las cadenas se engancharon y ella cayó al suelo de cabeza.
Sintió un dolor muy fuerte, y la vista se la oscureció, solo podía soltar unos ligeros gemidos mientras las lágrimas se le escapaban de su sojos. Se levantó como pudo, al dolor se le sumó un desagradable mareo que la hacía ver todo borroso.
-¿Estas bien?
Abrió los ojos para ver quien era el que le preguntaba, estaban solos en el parque y...¡ERA FELIX!
-Pero...¿hablas?
-Pues claro, ¿por qué no iba a hablar?
-Porque los gatos no hablan.
-Eso lo dirás tú. ¿Como quieres que nos comuniquemos entonces?
-Con maullidos
-Pues qué conversación más aburrida.
-¡AY!
-¿Te duele mucho?
-¡Si!, me esta saliendo un chichón muy grande.
-Vamos a casa y que te cure mamá.
-¡No!, si se entera de lo que ha pasado nos castigará y no podremos volver al parque en muchos días, además, cuando se enfada no me hablará en varios días y eso me pone muy triste.
-¿Y que quieres que hagamos?
-No lo sé, no se me ocurre nada.
-¿Quieres que vayamos a ver a las mariposas?
-Me duele mucho y no tengo ganas de jugar, y menos con la mariposas, son muy aburridas.
-No es para jugar, las mariposas saben muchos remedios, son las que cuidan de los gatos, por eso dicen que tenemos siete vidas. Ellas fueron las que me llevaron a la puerta de tu casa cuando me encontraron abandonado maullando de hambre en un banco de la calle.Quizás te puedan ayudar.
-¿Y donde están?
-En el bosque seguro que encontramos alguna.
Carolina miró al bosque. Nunca había entrado en él, y se veía muy grande ypeligroso, le daba miedo. Giró su cabeza en dirección a su casa, se imagino a su madre regañándola, y a su padre con la cara muy enfadada, le daba menos miedo el bosque . Suspiró y siguió a Felix, la cabeza la seguía doliendo mucho.
Felix iba dando saltos buscando a sus amigas, de tronco en tronco, de piedra en piedra. Después de un buen rato las vio.
-¡Allí están!
-Hola Felix, cuanto tiempo sin verte. ¿Que tal estás?
-Yo bien, gracias, pero vengo por mi amiga, se dio un terrible golpe y le duele mucho la cabeza. ¿Sabéis un remedio?
-¿Que te pasó?
-Pero...¿vosotras también habláis?
-Claro, y tú también ¿no?.
-Pero yo soy una niña.
-Y nosotras mariposas ¿que tiene que ver eso para hablar?
-Pues.....
-¿Me vas a decir que te pasó?
-Que me caí del columpio.
-¿Y no te curaron tus padres?, es lo que suelen hacer cuando sus hijos se hacen daño.
-Es que estábamos solos.
-Ya, una travesura.
Carolina bajó su mirada avergonzada, ahora se dio cuenta de que si hubiera obedecido a su madre nada de eso hubiera pasado, mamá al final siempre tenía razón. Pensó en ella, echaba de menos sus cuidados y cariño.
-Nosotras no podemos ayudarte, sabemos remedios para gatos y perros, pero no para niñas.
-¡Oh!
-Podéis buscar al sapo Joaquín. Si seguís ese sendero en un rato encontraréis su charca, es el más sabio de este bosque y es posible que sepa como curarte.
Los dos amigos cogieron la dirección que les indicó la mariposa. Estuvieron un buen rato caminando. El bosque estaba precioso, la
capa verde del suelo, salpicado de setas y flores silvestres, contrastaba con los altos pinos cargados de piñas. Casi sin darse cuenta llegaron a una charca bastante grande, pero no veían a nadie.
-¡Señor Joaquín! ¡Señor Joaquín!
Unos ojos grandes salieron del agua observándolos, durante un rato se quedaron quietos, hasta que dio un salto y se subió a un nenúfar que casi se hunde por el peso del gran sapo.
-¿Que queréis de mi?
-Me envía la mariposa haber si me puede ayudar.
-¡Anda! Una niña que habla.
Carolina abrió la boca para contestarle, pero pensó que sería más prudente no hacerlo. Sacudió la cabeza incrédula, y el dolor le recordó a qué había ido.
-Mi amiga se dio un golpe en la cabeza, ¡Mire que chichón!, y la mariposa no puede curarla.
¿Sabría usted que hacer?
-¡Po rfavor Señor Joaquín!, me duele mucho.
-¡Croac! ,es la primera vez que un humano me pide ayuda. ¡Croac! No se ningún remedio para ti niña. Sé como curar el ala de un colibrí, o la garganta de un ruiseñor, o la herida de un corzo, pero para humanos nunca oí remedio alguno.
-¡Oh!, dijo Carolina mientras se le escapaba una lágrima, parecía que le iba a estallar la frente.
-¡No llores! ¡Croac! Yo no lo sé, pero puede que la Señora Marta si lo sepa.
-¿La Señora Marta?
-Si ,es la tortuga más vieja del bosque, tiene más de 200 años.¡Croac! Quizás ella si oyera algún remedio para humanos. ¡Croac!
Seguir este camino y os cruzaréis con un río, suele estar en él.
Le agradecieron la información y se dirigieron hacia el río. Cuando llegaron no sabían donde buscarla. Unas cuantas moscas empezaron a revolotear alrededor de la cabeza de Carolina, y la niña, desesperada empezó a llorar.
-¡Dejarme tranquila!, dijo chillando y desesperada.
-Ssssssino te hacemosssss nada. Solo jugamosssss.
-Ssssssi, nada.
-¡Que quisssssquiyossssa!
-Estoy malita y vosotras venís a reíros de mí.
-¿Que te passssa?
-Tuve un accidente y me golpeé, y no encontramos a la Señora Marta para que me ayude.
-¿La ayudamossss chicassss?
-Sssssi, la ayudamossss.
-Sssssi
-Nosssotrassssla buscaremossss río arriba.
-Sssssila encontramossss te lo decimossss.
-Gracias chicas. Siento a ver levantado la voz.
-Vamossssa buscarla.
Se fueron entre zumbidos, Carolina y Felix empezaron a bajar el río. Después de un buen trecho vieron a una familia de conejos en la ribera del río, comiendo las tiernas hierbas que brotaban allí. El papa conejo, muy educado, se acercó a saludarles.
-Buenas tardes, ¿disfrutando de un agradable paseo?
-Buenas tardes. Buscamos a la Señora Marta.
-Quizás pueda ayudaros. ¿Podría saber el motivo?
-Necesitamos su ayuda para curar a mi amiga, tuvo un accidente.
-Ya lo veo, ya, menudo chichón.
-¡Pobrecita!, dijeron los cinco gazapos a coro, eso si, sin dejar de comer.
-La vimos hace dos días al pié de esa gran haya que se ve.
-¿Dos días? Puede ya estar muy lejos.
-No, en absoluto, la Señora Marta va muy despacio, observa todo y de todo aprende. En dos días apenas habrá avanzado unos centenares de metros.
-¡Muchas gracias! No sabe la alegría que me da Señor conejo. Vamos hacía allí ahora mismo.
-¡Que tengas suerte!, volvieron a decir a coro los gazapos, con sus carrillos llenos de la rica hierba y moviendo sus colitas blancas.
Tardaron poco en llegar a la gran haya, y apenas unos metros más abajo, vieron una tortura bastante grande.
-Por favor ¿Es usted la Señora Marta?
-Hum...¿Por qué quieres saberlo niña?
-Me di un terrible golpe y me duele mucho la cabeza. En el bosque nadie parece conocer el remedio. ¿Sabe usted alguno?
-Hum...mucho hace ya que nadie pregunta un remedio para humanos, se fueron todos a la ciudad y olvidaron las medicinas de siempre.
-Ayude a mi amiga Señora Marta, se lo agradeceríamos mucho.
-Hum...espera que recuerde. Hum...para golpes...así, ¿veis en lo alto de aquel cerro un viejo manzano?. Pues sus frutos tienen grandes propiedades,son pequeños y arrugados, pero quitan el dolor y la inflamación en un momento.
-¿Y como podemos llegar hasta el cerro?. No hemos visto ningún sitio por donde cruzar el río, y los dos somos pequeños, no saltaremos hasta la otra orilla.
-Hum...mis nietas os ayudaran. ¡NIÑAS! Estos amigos tienen que cruzar.
Aparecieron un montón de tortugas más pequeñas, que sujetándose unas a otras, tendieron un puente. Por ahí cruzaron los dos amigos, agradeciendo toda la ayuda que les habían prestado esas simpáticas tortugas.
Fueron subiendo el cerro por la loma hasta llegar a lo más alto. Allí, tal como les había dicho la Señora Marta, encontraron un viejo y enorme manzano, cuyas ramas se inclinaban ante el peso de sus frutos, dejándolos al alcance de su altura. Carolina arrancó cuatro manzanas poco más grandes que una nuez. Se metió tres en el bolsillo y empezó a comerse la que tenía en la mano. A pesar de su aspecto era dulce y de carne blandita. Esperó un rato, y al ver que no pasaba nada sacó otra y se la comió. Nada sentía y la cabeza le dolía igual. Algo defraudada, pues confiaba plenamente en la vieja tortuga, le dio un bocado a la tercera, y en ese momento notó que el chichón empezaba a desinflarse y le dejaba de doler.
Se puso muy contenta, y Felix brincaba y maullaba a su alrededor alegre por su recuperación. De repente, se empezó a marear, su vista se nublo, y perdió el conocimiento.
CAROLINA Y EL GATO FELIX
AUTOR TEXTO: JAVIER TOMAS. T
ILUSTRACIONES: VERONICA TOMAS MOZO
REGISTRO:84589304848
Reservado todos los derechos de autor.
Queda prohibido su reproducción total o parcial.
El día que nació Carolina el sol resplandecía con fuerza, anunciando el feliz acontecimiento. Sus padres, Alejandro y Amparo, nunca habían visto una cosa tan bonita. Estaban llenos de amor y orgullo por su hija. Se pasaban las horas dándola besos y abrazos y jugando con ella. Su desarrollo fue normal, y recién cumplido el primer año, cuando ya andaba con torpes pasos hacia todos lados, el timbre de la puerta sonó. Su madre fue abrir, pero a nadie encontró, en el felpudo de la entrada había un cachorro de gato que maullaba casi sin fuerza.
-¿Quienes?, preguntó el padre.
-Alguien ha abandonado un gatito en nuestra puerta, parece recién nacido.
Alejandro se acercó para verlo, daba pena verlo tan desvalido.
-¡Pobrecito! ¿Que hacemos?, no me fío, Carolina es muy pequeña y puede que el gato la arañe, o con lo traviesa que es igual le hace daño pensando que es un peluche.
La niña, al oír su nombre, corrió tambaleándose llena de curiosidad. Al ver al animal sus ojos se abrieron como platos y se abalanzósobre él para darle un abrazo. El cachorro la correspondió con lametones y arrumacos. La escena les pareció tan tierna a los padres que decidieron darle una oportunidad a Felix, que es como bautizaron al felino.
Los años fueron pasando, Carolina y Felix eran inseparables, parecían hermanos. Él dormía a sus pies, despertándola por la mañana con maullidos y lametones que hacían las delicias de la niña. Jugaban a todo juntos y era imposible ya imaginarse a uno sin el otro.
Una tarde, cuando Carolina tenía ya siete años, su madre les dijo.
-Voy un rato a casa de la señora Claudia, sabes que es muy mayor y esta muy enferma la pobre, la llevo comida y la limpiaré un poco la casa mientras la hago algo de compañía .
Por favor ¡Portaros bien! Y no me hagáis ninguna trastada de las vuestras. Cuando regrese jugaremos a algo.
La primera media hora estuvieron tranquilos viendo la televisión, pero los inquietos amigos se aburrían, los dibujos no fueron hechos para ellos.
-¿Sabes una cosa Felix? Que mamá aun tardará mucho, así que nos podíamos acercas a jugar al parque y volver antes de que regrese, ni se dará cuenta.
Dicho y hecho. Bajaron a un parque que había a pocas calles de allí, al pié de un bosque que limitaba la ciudad. Se rieron mucho en el balancín, también en la rueda giratoria y en el tobogán, pero cuando Carolina se subió en el columpio, Felix se retiró a juga rcon una fila de hormigas; nunca le gustó subirse allí, se mareaba y terminaba cayéndose.
Ella empezó a impulsarse, cada vez más fuerte, cada vez más alto, le encantaba. Ponía su cabeza hacia atrás y dejaba que el viento moviera su pelo, cosa que le hacía unas ligeras cosquillas. Sin saber como, cuando más alto estaba, empezó a moverse, trató de recuperar el equilibrio, pero dos de las cadenas se engancharon y ella cayó al suelo de cabeza.
Sintió un dolor muy fuerte, y la vista se la oscureció, solo podía soltar unos ligeros gemidos mientras las lágrimas se le escapaban de su sojos. Se levantó como pudo, al dolor se le sumó un desagradable mareo que la hacía ver todo borroso.
-¿Estas bien?
Abrió los ojos para ver quien era el que le preguntaba, estaban solos en el parque y...¡ERA FELIX!
-Pero...¿hablas?
-Pues claro, ¿por qué no iba a hablar?
-Porque los gatos no hablan.
-Eso lo dirás tú. ¿Como quieres que nos comuniquemos entonces?
-Con maullidos
-Pues qué conversación más aburrida.
-¡AY!
-¿Te duele mucho?
-¡Si!, me esta saliendo un chichón muy grande.
-Vamos a casa y que te cure mamá.
-¡No!, si se entera de lo que ha pasado nos castigará y no podremos volver al parque en muchos días, además, cuando se enfada no me hablará en varios días y eso me pone muy triste.
-¿Y que quieres que hagamos?
-No lo sé, no se me ocurre nada.
-¿Quieres que vayamos a ver a las mariposas?
-Me duele mucho y no tengo ganas de jugar, y menos con la mariposas, son muy aburridas.
-No es para jugar, las mariposas saben muchos remedios, son las que cuidan de los gatos, por eso dicen que tenemos siete vidas. Ellas fueron las que me llevaron a la puerta de tu casa cuando me encontraron abandonado maullando de hambre en un banco de la calle.Quizás te puedan ayudar.
-¿Y donde están?
-En el bosque seguro que encontramos alguna.
Carolina miró al bosque. Nunca había entrado en él, y se veía muy grande ypeligroso, le daba miedo. Giró su cabeza en dirección a su casa, se imagino a su madre regañándola, y a su padre con la cara muy enfadada, le daba menos miedo el bosque . Suspiró y siguió a Felix, la cabeza la seguía doliendo mucho.
Felix iba dando saltos buscando a sus amigas, de tronco en tronco, de piedra en piedra. Después de un buen rato las vio.
-¡Allí están!
-Hola Felix, cuanto tiempo sin verte. ¿Que tal estás?
-Yo bien, gracias, pero vengo por mi amiga, se dio un terrible golpe y le duele mucho la cabeza. ¿Sabéis un remedio?
-¿Que te pasó?
-Pero...¿vosotras también habláis?
-Claro, y tú también ¿no?.
-Pero yo soy una niña.
-Y nosotras mariposas ¿que tiene que ver eso para hablar?
-Pues.....
-¿Me vas a decir que te pasó?
-Que me caí del columpio.
-¿Y no te curaron tus padres?, es lo que suelen hacer cuando sus hijos se hacen daño.
-Es que estábamos solos.
-Ya, una travesura.
Carolina bajó su mirada avergonzada, ahora se dio cuenta de que si hubiera obedecido a su madre nada de eso hubiera pasado, mamá al final siempre tenía razón. Pensó en ella, echaba de menos sus cuidados y cariño.
-Nosotras no podemos ayudarte, sabemos remedios para gatos y perros, pero no para niñas.
-¡Oh!
-Podéis buscar al sapo Joaquín. Si seguís ese sendero en un rato encontraréis su charca, es el más sabio de este bosque y es posible que sepa como curarte.
Los dos amigos cogieron la dirección que les indicó la mariposa. Estuvieron un buen rato caminando. El bosque estaba precioso, la
capa verde del suelo, salpicado de setas y flores silvestres, contrastaba con los altos pinos cargados de piñas. Casi sin darse cuenta llegaron a una charca bastante grande, pero no veían a nadie.
-¡Señor Joaquín! ¡Señor Joaquín!
Unos ojos grandes salieron del agua observándolos, durante un rato se quedaron quietos, hasta que dio un salto y se subió a un nenúfar que casi se hunde por el peso del gran sapo.
-¿Que queréis de mi?
-Me envía la mariposa haber si me puede ayudar.
-¡Anda! Una niña que habla.
Carolina abrió la boca para contestarle, pero pensó que sería más prudente no hacerlo. Sacudió la cabeza incrédula, y el dolor le recordó a qué había ido.
-Mi amiga se dio un golpe en la cabeza, ¡Mire que chichón!, y la mariposa no puede curarla.
¿Sabría usted que hacer?
-¡Po rfavor Señor Joaquín!, me duele mucho.
-¡Croac! ,es la primera vez que un humano me pide ayuda. ¡Croac! No se ningún remedio para ti niña. Sé como curar el ala de un colibrí, o la garganta de un ruiseñor, o la herida de un corzo, pero para humanos nunca oí remedio alguno.
-¡Oh!, dijo Carolina mientras se le escapaba una lágrima, parecía que le iba a estallar la frente.
-¡No llores! ¡Croac! Yo no lo sé, pero puede que la Señora Marta si lo sepa.
-¿La Señora Marta?
-Si ,es la tortuga más vieja del bosque, tiene más de 200 años.¡Croac! Quizás ella si oyera algún remedio para humanos. ¡Croac!
Seguir este camino y os cruzaréis con un río, suele estar en él.
Le agradecieron la información y se dirigieron hacia el río. Cuando llegaron no sabían donde buscarla. Unas cuantas moscas empezaron a revolotear alrededor de la cabeza de Carolina, y la niña, desesperada empezó a llorar.
-¡Dejarme tranquila!, dijo chillando y desesperada.
-Ssssssino te hacemosssss nada. Solo jugamosssss.
-Ssssssi, nada.
-¡Que quisssssquiyossssa!
-Estoy malita y vosotras venís a reíros de mí.
-¿Que te passssa?
-Tuve un accidente y me golpeé, y no encontramos a la Señora Marta para que me ayude.
-¿La ayudamossss chicassss?
-Sssssi, la ayudamossss.
-Sssssi
-Nosssotrassssla buscaremossss río arriba.
-Sssssila encontramossss te lo decimossss.
-Gracias chicas. Siento a ver levantado la voz.
-Vamossssa buscarla.
Se fueron entre zumbidos, Carolina y Felix empezaron a bajar el río. Después de un buen trecho vieron a una familia de conejos en la ribera del río, comiendo las tiernas hierbas que brotaban allí. El papa conejo, muy educado, se acercó a saludarles.
-Buenas tardes, ¿disfrutando de un agradable paseo?
-Buenas tardes. Buscamos a la Señora Marta.
-Quizás pueda ayudaros. ¿Podría saber el motivo?
-Necesitamos su ayuda para curar a mi amiga, tuvo un accidente.
-Ya lo veo, ya, menudo chichón.
-¡Pobrecita!, dijeron los cinco gazapos a coro, eso si, sin dejar de comer.
-La vimos hace dos días al pié de esa gran haya que se ve.
-¿Dos días? Puede ya estar muy lejos.
-No, en absoluto, la Señora Marta va muy despacio, observa todo y de todo aprende. En dos días apenas habrá avanzado unos centenares de metros.
-¡Muchas gracias! No sabe la alegría que me da Señor conejo. Vamos hacía allí ahora mismo.
-¡Que tengas suerte!, volvieron a decir a coro los gazapos, con sus carrillos llenos de la rica hierba y moviendo sus colitas blancas.
Tardaron poco en llegar a la gran haya, y apenas unos metros más abajo, vieron una tortura bastante grande.
-Por favor ¿Es usted la Señora Marta?
-Hum...¿Por qué quieres saberlo niña?
-Me di un terrible golpe y me duele mucho la cabeza. En el bosque nadie parece conocer el remedio. ¿Sabe usted alguno?
-Hum...mucho hace ya que nadie pregunta un remedio para humanos, se fueron todos a la ciudad y olvidaron las medicinas de siempre.
-Ayude a mi amiga Señora Marta, se lo agradeceríamos mucho.
-Hum...espera que recuerde. Hum...para golpes...así, ¿veis en lo alto de aquel cerro un viejo manzano?. Pues sus frutos tienen grandes propiedades,son pequeños y arrugados, pero quitan el dolor y la inflamación en un momento.
-¿Y como podemos llegar hasta el cerro?. No hemos visto ningún sitio por donde cruzar el río, y los dos somos pequeños, no saltaremos hasta la otra orilla.
-Hum...mis nietas os ayudaran. ¡NIÑAS! Estos amigos tienen que cruzar.
Aparecieron un montón de tortugas más pequeñas, que sujetándose unas a otras, tendieron un puente. Por ahí cruzaron los dos amigos, agradeciendo toda la ayuda que les habían prestado esas simpáticas tortugas.
Fueron subiendo el cerro por la loma hasta llegar a lo más alto. Allí, tal como les había dicho la Señora Marta, encontraron un viejo y enorme manzano, cuyas ramas se inclinaban ante el peso de sus frutos, dejándolos al alcance de su altura. Carolina arrancó cuatro manzanas poco más grandes que una nuez. Se metió tres en el bolsillo y empezó a comerse la que tenía en la mano. A pesar de su aspecto era dulce y de carne blandita. Esperó un rato, y al ver que no pasaba nada sacó otra y se la comió. Nada sentía y la cabeza le dolía igual. Algo defraudada, pues confiaba plenamente en la vieja tortuga, le dio un bocado a la tercera, y en ese momento notó que el chichón empezaba a desinflarse y le dejaba de doler.
Se puso muy contenta, y Felix brincaba y maullaba a su alrededor alegre por su recuperación. De repente, se empezó a marear, su vista se nublo, y perdió el conocimiento.