Carlos Ariel Albornoz
Miembro Conocido
ELLA:
El tibio se transforma en hombre laxo
vendiendo su conciencia por monedas,
el suelo que de niño fue sagrado
ahora pisotea.
Sin pausa, el hedonismo va poblando
la vida de individuos que desprecian
crecer en la virtud y son esclavos
que pronto desesperan.
El árbol y sus frutos son amargos,
espinas siempre hirientes nos enredan:
buscando la manera de estafarnos
alguna treta emplean.
ÉL:
El invierno clavado en mi pesar,
desnudez y parálisis del ser,
me desangra en calígine abismal
lacerando la piel.
Se deshoja mi espíritu sin más.
Sin defensas, expuesto quedaré
al engaño del sol con ademán
de entibiarme los pies.
Y los pasos cautivos de ansiedad,
se congelan, moviéndome a merced
de la fría estación que impulsará
¡mi interior al vaivén!
ELLA:
En la vida es de sabios aprender
¡disponible ha de hallarte tal virtud!
evitando ignorar por altivez,
la humildad es tu luz.
Es vertiente también, así la sed
te renueva el impulso y ganas tú;
si en el norte encontraste el propio bien,
no camines al sur.
Es angosto el sendero ¡ya tus pies
la soberbia abandonen! pues su pus
va infectando al que marcha con tupé
y desprecia el "común".
ÉL:
Los lobos disfrazados de corderos
—¡hipócrita! —vocean en manada,
en medio del fragor del desencuentro
escupen a la cara.
Inundo el pensamiento con lo bueno,
raíz y comunión que nos hermana,
encuentro en soledad por el desierto
respuestas para el alma.
Silencio necesito en estos tiempos
de gritos, divisiones y amenazas,
buscando resplandores de lo eterno:
verdades contempladas.
ELLA (SEÑALANDO A LOS HIJOS):
Desgranando las cuentas del rosario
la sonrisa inocente es arrebol,
su esperanza de luz se fue pintando
con piedad y oración.
—¡Retrocedan angustias del ocaso!—
resistieron los niños con amor,
alegrando las tardes han rezado
a la Madre de Dios.
¡Les cubrió ya María con su manto!
Contemplando a Jesús que nos salvó,
los pequeños tejieron un regalo
entramando la voz.
Carlos Ariel Albornoz
*Promoviendo el diálogo profundo en la pareja y la oración por una familia unida.
El tibio se transforma en hombre laxo
vendiendo su conciencia por monedas,
el suelo que de niño fue sagrado
ahora pisotea.
Sin pausa, el hedonismo va poblando
la vida de individuos que desprecian
crecer en la virtud y son esclavos
que pronto desesperan.
El árbol y sus frutos son amargos,
espinas siempre hirientes nos enredan:
buscando la manera de estafarnos
alguna treta emplean.
ÉL:
El invierno clavado en mi pesar,
desnudez y parálisis del ser,
me desangra en calígine abismal
lacerando la piel.
Se deshoja mi espíritu sin más.
Sin defensas, expuesto quedaré
al engaño del sol con ademán
de entibiarme los pies.
Y los pasos cautivos de ansiedad,
se congelan, moviéndome a merced
de la fría estación que impulsará
¡mi interior al vaivén!
ELLA:
En la vida es de sabios aprender
¡disponible ha de hallarte tal virtud!
evitando ignorar por altivez,
la humildad es tu luz.
Es vertiente también, así la sed
te renueva el impulso y ganas tú;
si en el norte encontraste el propio bien,
no camines al sur.
Es angosto el sendero ¡ya tus pies
la soberbia abandonen! pues su pus
va infectando al que marcha con tupé
y desprecia el "común".
ÉL:
Los lobos disfrazados de corderos
—¡hipócrita! —vocean en manada,
en medio del fragor del desencuentro
escupen a la cara.
Inundo el pensamiento con lo bueno,
raíz y comunión que nos hermana,
encuentro en soledad por el desierto
respuestas para el alma.
Silencio necesito en estos tiempos
de gritos, divisiones y amenazas,
buscando resplandores de lo eterno:
verdades contempladas.
ELLA (SEÑALANDO A LOS HIJOS):
Desgranando las cuentas del rosario
la sonrisa inocente es arrebol,
su esperanza de luz se fue pintando
con piedad y oración.
—¡Retrocedan angustias del ocaso!—
resistieron los niños con amor,
alegrando las tardes han rezado
a la Madre de Dios.
¡Les cubrió ya María con su manto!
Contemplando a Jesús que nos salvó,
los pequeños tejieron un regalo
entramando la voz.
Carlos Ariel Albornoz
*Promoviendo el diálogo profundo en la pareja y la oración por una familia unida.
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