Jorge Toro
Miembro Conocido
A la luz discreta de rojos velones
la silente noche avivó el instinto,
fuimos fácil presa de las emociones
y el olor a sexo saturó el recinto.
Tu boca ardorosa llegó hasta la mía
y entregó su néctar con ansias de fiera,
ligada a mi cuerpo comprobé que ardía
tu turgente pecho cual candente hoguera.
Urgentes las ropas cayeron al suelo,
iguales los pulsos saltaron fervientes
y nos apretamos con ávido anhelo,
cargando deseos, obscenos y urgentes.
Sobre la moqueta, hambrientos caímos,
completo tu cuerpo recorrió mi boca
que beso por beso te llenó de mimos,
en tanto gemías con delicia loca.
Temblando posesa bajo mis caricias,
me atrajiste pronta, con vivaz premura,
y entre locos besos, llenos de codicias,
los dos nos amamos con atroz locura.
Gemía tu boca, se henchían tus senos,
vibraba tu vientre, mordían tus dientes,
tus piernas me ataban, pujabas sin frenos,
subías la cima con goces crecientes.
Radiante explotaste asida a mi cuello,
nació de tu entraña sublime ambrosía,
y tus dulces ojos de limpio destello,
dichosos decían que eras sólo mía.
En aquella noche de rojos velones
y olores a sexo, en aquél recinto,
ambos desbordamos todas las pasiones
dando rienda suelta al supremo instinto.
la silente noche avivó el instinto,
fuimos fácil presa de las emociones
y el olor a sexo saturó el recinto.
Tu boca ardorosa llegó hasta la mía
y entregó su néctar con ansias de fiera,
ligada a mi cuerpo comprobé que ardía
tu turgente pecho cual candente hoguera.
Urgentes las ropas cayeron al suelo,
iguales los pulsos saltaron fervientes
y nos apretamos con ávido anhelo,
cargando deseos, obscenos y urgentes.
Sobre la moqueta, hambrientos caímos,
completo tu cuerpo recorrió mi boca
que beso por beso te llenó de mimos,
en tanto gemías con delicia loca.
Temblando posesa bajo mis caricias,
me atrajiste pronta, con vivaz premura,
y entre locos besos, llenos de codicias,
los dos nos amamos con atroz locura.
Gemía tu boca, se henchían tus senos,
vibraba tu vientre, mordían tus dientes,
tus piernas me ataban, pujabas sin frenos,
subías la cima con goces crecientes.
Radiante explotaste asida a mi cuello,
nació de tu entraña sublime ambrosía,
y tus dulces ojos de limpio destello,
dichosos decían que eras sólo mía.
En aquella noche de rojos velones
y olores a sexo, en aquél recinto,
ambos desbordamos todas las pasiones
dando rienda suelta al supremo instinto.