Francisco Escobar Bravo
Miembro Conocido
En ayer se tornó la primavera,
se pasó muy veloz nuestro verano,
el otoño llegó, pronto comienza
el invierno nevado.
Se pasó sin apenas darnos cuenta,
sin notar el transcurso de los años,
aunque el pelo cayó de mi cabeza
y me llaman ya calvo.
Si una joven gentil, ¡me da hasta pena!,
el asiento me cede mientras tanto
con deseo le observo yo las piernas.
¡Ser mayor es amargo!
Mas peor es no serlo y morir joven,
son palabras que sirven de consuelo.
Un consuelo muy cierto aunque muy pobre,
pero sirve tenerlo.
Se marchó mi buen Juan... ¿Estará dónde?
Puede ser que gastándose su sueldo
en las copas que yo pagaba entonces,
si es que cobra en el Cielo.
O jugándolo al mus. Era muy torpe,
envidaba sin más, siempre a destiempo.
Pues lo mismo aprendió por fin el pobre
y hoy le gana a San Pedro.
Terminando me encuentro la partida,
que aburrido me tiene de jugarla,
Cada vez más penoso es cada día
menearme en la cama.
Al girarme, los huesos me rechinan.
De pensar ya mi mente está cansada
y al quererme calzar las zapatillas,
¡cómo cruje mi espalda!
Hasta sufro al ponerme la camisa
y no encuentro a menudo ni las mangas.
Desayuno tranquilo, sin más prisas...
¡No me queda hacer nada!
se pasó muy veloz nuestro verano,
el otoño llegó, pronto comienza
el invierno nevado.
Se pasó sin apenas darnos cuenta,
sin notar el transcurso de los años,
aunque el pelo cayó de mi cabeza
y me llaman ya calvo.
Si una joven gentil, ¡me da hasta pena!,
el asiento me cede mientras tanto
con deseo le observo yo las piernas.
¡Ser mayor es amargo!
Mas peor es no serlo y morir joven,
son palabras que sirven de consuelo.
Un consuelo muy cierto aunque muy pobre,
pero sirve tenerlo.
Se marchó mi buen Juan... ¿Estará dónde?
Puede ser que gastándose su sueldo
en las copas que yo pagaba entonces,
si es que cobra en el Cielo.
O jugándolo al mus. Era muy torpe,
envidaba sin más, siempre a destiempo.
Pues lo mismo aprendió por fin el pobre
y hoy le gana a San Pedro.
Terminando me encuentro la partida,
que aburrido me tiene de jugarla,
Cada vez más penoso es cada día
menearme en la cama.
Al girarme, los huesos me rechinan.
De pensar ya mi mente está cansada
y al quererme calzar las zapatillas,
¡cómo cruje mi espalda!
Hasta sufro al ponerme la camisa
y no encuentro a menudo ni las mangas.
Desayuno tranquilo, sin más prisas...
¡No me queda hacer nada!
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