JAVIER TOMAS
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Acababa de amanecer, y el sol incidía por la ventana creando un claro oscuro en la cara de Antonio, que dormía plácidamente. Rosa llevaba tiempo despierta, y apoyada sobre su codo miraba los detalles de su rostro,siguiéndole con una suave caricia de su dedo. Estaba segura, él era su hombre.
Rosa había tenido unos cuantos novios en la universidad, pero las expectativas y la ilusión se le agotaban en pocos meses. Aunque no quería reconocerlo, sentía una cierta frustración, pensaba que era culpa de ella.
Empezó a trabajar en una empresa de asistencia informática técnica. Eso la obligaba a tener una semana de jornada de día y otra de noche. En el turno nocturno tenía dos descansos, y bajaba a una cafetería del complejo que permanecía abierta las 24 horas del día. Allí conoció a Marta. Era una chica de cada adusta y formas escurridizas, pero estaba harta de estar toda la noche con el ordenador, y entabló una cierta amistad con ella por poder hablar con alguien. Poco a poco la confianza fue creciendo.
Un mediodía bajó a comer y el salón estaba lleno. Solo tenía tres cuartos de hora y no le daría tiempo. Odiaba los bocadillos, siempre la sentaban mal. Dudaba de qué hacer cuando la tocaron en la espalda. Era Marta.
-¿Que haces aquí?
-Hoy le hago el turno a una compañera. ¿No encuentras sitio?
-Que va, creo que hoy haré régimen.
-¿Te importa compartir mesa con alguien?
-¿Con quién?, dijo mientras estiraba el cuello intentando averiguarlo.
-No te preocupes, es un amigo mío.
La indicó que la siguiera. En un rincón había un hombre enfrascado en la lectura.
-Hola Antonio. ¿Te importa compartir la mesa con mi amiga Rosa? Tiene el tiempo justo y si no se quedará sin comer.
Negó con la cabeza y Rosa ocupó su silla.
-Te agradezco tu amabilidad.
-No hay de qué.
Cerró el libro y lo dejó a un lado con educación. Ella no pudo evitar la tentación de leer el título, Federico García Lorca, el Romancero Gitano. Le entusiasmaba la poesía, y la sorprendió que un hombre lo estuviera leyendo en un comedor. Se fijó más atentamente en él. Su rostro era regular, muy varonil, de pobladas cejas y frente despejada. Bien afeitado y de ojos negros. Era guapo.
-Veo que te gusta la poesía.
-Si, disfruto mucho con ella.
-¿Porqué el Romancero Gitano?
-Hay una lectura de él y voy a ir. Hacía años que no lo repasaba y lo quise refrescar.
-¿Hoy?
-No,hoy me voy a ver una obra de Molier, Las preciosas ridículas, la representa una compañía independiente en el teatro de La Soledad. Me han dicho que esta bien.
-¿También te gusta el teatro?
-Si,¿a ti no?
-A mi me encanta, pero es difícil encontrar a alguien con quien ir.
-¿Te apetece venir? Empieza a las ocho en punto, no saldremos tarde.
Dudo un momento, no conocía al tipo de nada. Pero por otra parte hacía tanto que no iba...y parecía sincero. Decidió arriesgarse.
-Quedamos allí veinte minutos antes de que empiece.
Fue estupendo. A la salida la propuso volver dando un paseo, estaba a unos cuarenta minutos de casa, pero la noche era tan agradable, y se encontraba tan feliz...El trayecto se le hizo corto, iban hablando de teatro y poesía. Parecía un hombre muy interesante, tenía sus mismos gustos y no parecía que la devorara con la vista ni se la quería camelar. Llegaron a su portal y la tendió la mano.
-Muchas gracias, ha sido una tarde maravillosa.
Se giró y bajó los escalones.
-¡Espera! ,¿te vas así sin más?. ¿Ni me pides el teléfono y me sugieres subir a tomar una copa?
-No te quería importunar, a penas nos conocemos.
-¿Es que no te gusto?
-Si, claro que me gustas, eres muy guapa y a tu lado me siento muy bien.
-¿Entonces?
-Entonces sigo sin conocerte, y no tengo por costumbre ir ligando con todas lasmujeres que me cruzo. Yo necesito algo más. Adiós.
Estaba preparada para cualquier cosa menos para eso. Era la primera vez que la rechazaba un hombre. Se quedó pensativa. Esa noche la desazón apenas la dejó dormir.
Los siguientes tres días bajó a la cafetería sin lograr verlo denuevo. Se decidió por preguntarle a Marta.
-No trabaja en la zona, pero pasa con frecuencia para verme.
-Me gustaría volver a verle, pero no me dejó su número de móvil.
-Es muy reservado. Yo te lo daría, pero se puede enfadar conmigo. Si te parece le llamo y se lo comento.
Los días fueron pasando sin tener noticias, y con ellos, un extraño sentimiento. Acababa de entrar en la semana de noche, y ya no tenía esperanzas de verle. El miércoles bajó a la cafetería y vio en la barra a Marta. Se encaminó con paso seguro hacia ella, dispuesta a exigirla que le diera el número de Antonio. Pocos metros antes de llegar la hizo una señal con la cabeza. Dirigió allí su mirada y le vio sentado con un café en la mano.
-¿Que haces aquí a la una de la madrugada?
-Marta me avisó de que querías verme, y hoy termine de trabajar muy tarde, así que aproveché.
-El otro día te fuiste tan repentinamente que...
-¿Te apetece ir a una declamación de poesía?
La cara se la iluminó, pero duró poco.
-No puedo, estoy en el turno de noche.
-Es el sábado, empieza a las siete.
-¿Donde quedamos?.
Esta vez no le dejó escapar tan fácilmente. Cuando salieron le propuso ir a cenar para seguir hablando, y acabaron en un tranquilo parque viendo amanecer abrazados. Ni tan siquiera hubo un beso, pero estaba segura que era el amor de su vida.
Pasaron los meses y cada vez le costaba más separarse de él. Le insistió varias veces que se quedara a dormir en su casa cuando acababan de hacer el amor, pero seguía siendo muy discreto y le respondía que no quería invadirla su espacio. De su vida sabía poco, le sacaba la información a cuenta gotas. Se crió en una casa en el campo, en el norte, y era un enamorado de la naturaleza. Algún problema le debió surgir siendo niño, y de ahí su carácter, pero no acertaba con qué.
Un día bajó a la cafetería para hablar con Marta.
-Hola. ¿Sabes en que zona se crió Antonio?
-¿Para qué lo quieres saber?
-Se que le gusta mucho el campo y le quiero llevar de vacaciones una semana a algún lugar que le guste.
-Mira, hará un año o así le enseñé unas fotos de una casa rural de Zamora. Se quedó extasiado y me dijo que sería un sueño poder ir. Le prometí que le llevaría, pero de momento me ha sido imposible. Espera, creo que las fotos las tengo guardadas en mi taquilla.
Al momento apareció con un taco de fotos. Era una casa muy grande, hecha de piedra y pizarra negra, con un porche y las ventanas de madera. Su contorno era un castañar de vivos colores, con un arroyo a escasos metros de la entrada. Era una belleza.
-¿Y como puedo conseguirla?
-No te preocupes, es de una tía mía. Hace mucho que no vive nadie y los sobrinos vamos de vez en cuando. Le pido las llaves y te las dejo.
Llegaron un domingo, la cara de felicidad de Antonio era la misma que la de un niño el día de Navidad, Parecía que había llegado a su hogar. El tiempo era fresco con algo de neblina, y encendieron la chimenea. Hicieron el amor tumbados frente a ella. El corazón de Rosa se le salía del pecho, no recordaba haber sido tan feliz con nadie. Los siguientes dos días se dedicaron a pasear y a leer poesía, solos el uno para el otro, las caricias y los pequeños besos robados se sucedían a lo largo de todo el día, y de la noche.
El miércoles una fina lluvia lo cubrió todo temprano, y al parar la niebla se hizo la dueña. A Rosa no le importaba, esa escena otoñal le resultaba agradable...para unos días. Estaban sentados junto al fuego, ya anocheciendo, cuando un ruido la alertó.
-¿Has oído eso cariño?
-No, habrá sido el crepitar de la leña.
-No,ha sido como si arrastrasen las hojas del suelo.
-Quizá sel viento.
-No,no. ¿Oyes? Ahora han sido ramas partiéndose.
-Entonces seguro que es un animal, un jabalí buscando comida, o un zorro tras un conejo. No te preocupes.
No la tranquilizó nada esas palabras. El lugar era idílico, pero los animales eran otra cosa. Ella no era más que una urbanita cuyo contacto con ellos se limitaba a pisar algún excremento de perro dejado en la acera por un dueño descuidado. Se levantó y escudriñó entre los visillos sin conseguir ver nada, la noche era clara, pero la niebla densa. Esa noche durmió intranquila.
A la mañana siguiente le costó salir a la calle, seguía sin fiarse. Dio una vuelta alrededor sin encontrar señal alguna. Antonio le propuso dar una vuelta aprovechando que no llovía. Con poco entusiasmo aceptó, no quería incomodarlo, ese era el viaje de él. Pasearon agarrados de la mano. A pesar de las fechas el trinar de los pájaros era hermoso, celebraban que la lluvia los dejara atrás. Él recogía pequeñas flores silvestres, que ella recibía con un beso. Se agacho a recoger unas de color violeta que se escondían debajo de unos matorrales mientras Rosa seguía el sendero ensimismada por el canto de un cuco. No lo conseguía ver, pero lo presentía ahí. Se giró y no vio a su novio.
-¿Antonio?.¿ANTONIO? ¡ANTONIO!
Nadie contestaba. El desasosiego de la noche anterior le volvió de golpe. El corazón le palpitaba como un tambor. Escuchó un claro ruido a sus espalda, eran pasos y ramas tronchándose, y algun susurro. Creyó entender que pronunciaban su nombre.
-¡ANTONIO!
[FONT=Tahoma, sans-serif]CONTINUA EN LA 2ª PARTE[/FONT]
Rosa había tenido unos cuantos novios en la universidad, pero las expectativas y la ilusión se le agotaban en pocos meses. Aunque no quería reconocerlo, sentía una cierta frustración, pensaba que era culpa de ella.
Empezó a trabajar en una empresa de asistencia informática técnica. Eso la obligaba a tener una semana de jornada de día y otra de noche. En el turno nocturno tenía dos descansos, y bajaba a una cafetería del complejo que permanecía abierta las 24 horas del día. Allí conoció a Marta. Era una chica de cada adusta y formas escurridizas, pero estaba harta de estar toda la noche con el ordenador, y entabló una cierta amistad con ella por poder hablar con alguien. Poco a poco la confianza fue creciendo.
Un mediodía bajó a comer y el salón estaba lleno. Solo tenía tres cuartos de hora y no le daría tiempo. Odiaba los bocadillos, siempre la sentaban mal. Dudaba de qué hacer cuando la tocaron en la espalda. Era Marta.
-¿Que haces aquí?
-Hoy le hago el turno a una compañera. ¿No encuentras sitio?
-Que va, creo que hoy haré régimen.
-¿Te importa compartir mesa con alguien?
-¿Con quién?, dijo mientras estiraba el cuello intentando averiguarlo.
-No te preocupes, es un amigo mío.
La indicó que la siguiera. En un rincón había un hombre enfrascado en la lectura.
-Hola Antonio. ¿Te importa compartir la mesa con mi amiga Rosa? Tiene el tiempo justo y si no se quedará sin comer.
Negó con la cabeza y Rosa ocupó su silla.
-Te agradezco tu amabilidad.
-No hay de qué.
Cerró el libro y lo dejó a un lado con educación. Ella no pudo evitar la tentación de leer el título, Federico García Lorca, el Romancero Gitano. Le entusiasmaba la poesía, y la sorprendió que un hombre lo estuviera leyendo en un comedor. Se fijó más atentamente en él. Su rostro era regular, muy varonil, de pobladas cejas y frente despejada. Bien afeitado y de ojos negros. Era guapo.
-Veo que te gusta la poesía.
-Si, disfruto mucho con ella.
-¿Porqué el Romancero Gitano?
-Hay una lectura de él y voy a ir. Hacía años que no lo repasaba y lo quise refrescar.
-¿Hoy?
-No,hoy me voy a ver una obra de Molier, Las preciosas ridículas, la representa una compañía independiente en el teatro de La Soledad. Me han dicho que esta bien.
-¿También te gusta el teatro?
-Si,¿a ti no?
-A mi me encanta, pero es difícil encontrar a alguien con quien ir.
-¿Te apetece venir? Empieza a las ocho en punto, no saldremos tarde.
Dudo un momento, no conocía al tipo de nada. Pero por otra parte hacía tanto que no iba...y parecía sincero. Decidió arriesgarse.
-Quedamos allí veinte minutos antes de que empiece.
Fue estupendo. A la salida la propuso volver dando un paseo, estaba a unos cuarenta minutos de casa, pero la noche era tan agradable, y se encontraba tan feliz...El trayecto se le hizo corto, iban hablando de teatro y poesía. Parecía un hombre muy interesante, tenía sus mismos gustos y no parecía que la devorara con la vista ni se la quería camelar. Llegaron a su portal y la tendió la mano.
-Muchas gracias, ha sido una tarde maravillosa.
Se giró y bajó los escalones.
-¡Espera! ,¿te vas así sin más?. ¿Ni me pides el teléfono y me sugieres subir a tomar una copa?
-No te quería importunar, a penas nos conocemos.
-¿Es que no te gusto?
-Si, claro que me gustas, eres muy guapa y a tu lado me siento muy bien.
-¿Entonces?
-Entonces sigo sin conocerte, y no tengo por costumbre ir ligando con todas lasmujeres que me cruzo. Yo necesito algo más. Adiós.
Estaba preparada para cualquier cosa menos para eso. Era la primera vez que la rechazaba un hombre. Se quedó pensativa. Esa noche la desazón apenas la dejó dormir.
Los siguientes tres días bajó a la cafetería sin lograr verlo denuevo. Se decidió por preguntarle a Marta.
-No trabaja en la zona, pero pasa con frecuencia para verme.
-Me gustaría volver a verle, pero no me dejó su número de móvil.
-Es muy reservado. Yo te lo daría, pero se puede enfadar conmigo. Si te parece le llamo y se lo comento.
Los días fueron pasando sin tener noticias, y con ellos, un extraño sentimiento. Acababa de entrar en la semana de noche, y ya no tenía esperanzas de verle. El miércoles bajó a la cafetería y vio en la barra a Marta. Se encaminó con paso seguro hacia ella, dispuesta a exigirla que le diera el número de Antonio. Pocos metros antes de llegar la hizo una señal con la cabeza. Dirigió allí su mirada y le vio sentado con un café en la mano.
-¿Que haces aquí a la una de la madrugada?
-Marta me avisó de que querías verme, y hoy termine de trabajar muy tarde, así que aproveché.
-El otro día te fuiste tan repentinamente que...
-¿Te apetece ir a una declamación de poesía?
La cara se la iluminó, pero duró poco.
-No puedo, estoy en el turno de noche.
-Es el sábado, empieza a las siete.
-¿Donde quedamos?.
Esta vez no le dejó escapar tan fácilmente. Cuando salieron le propuso ir a cenar para seguir hablando, y acabaron en un tranquilo parque viendo amanecer abrazados. Ni tan siquiera hubo un beso, pero estaba segura que era el amor de su vida.
Pasaron los meses y cada vez le costaba más separarse de él. Le insistió varias veces que se quedara a dormir en su casa cuando acababan de hacer el amor, pero seguía siendo muy discreto y le respondía que no quería invadirla su espacio. De su vida sabía poco, le sacaba la información a cuenta gotas. Se crió en una casa en el campo, en el norte, y era un enamorado de la naturaleza. Algún problema le debió surgir siendo niño, y de ahí su carácter, pero no acertaba con qué.
Un día bajó a la cafetería para hablar con Marta.
-Hola. ¿Sabes en que zona se crió Antonio?
-¿Para qué lo quieres saber?
-Se que le gusta mucho el campo y le quiero llevar de vacaciones una semana a algún lugar que le guste.
-Mira, hará un año o así le enseñé unas fotos de una casa rural de Zamora. Se quedó extasiado y me dijo que sería un sueño poder ir. Le prometí que le llevaría, pero de momento me ha sido imposible. Espera, creo que las fotos las tengo guardadas en mi taquilla.
Al momento apareció con un taco de fotos. Era una casa muy grande, hecha de piedra y pizarra negra, con un porche y las ventanas de madera. Su contorno era un castañar de vivos colores, con un arroyo a escasos metros de la entrada. Era una belleza.
-¿Y como puedo conseguirla?
-No te preocupes, es de una tía mía. Hace mucho que no vive nadie y los sobrinos vamos de vez en cuando. Le pido las llaves y te las dejo.
Llegaron un domingo, la cara de felicidad de Antonio era la misma que la de un niño el día de Navidad, Parecía que había llegado a su hogar. El tiempo era fresco con algo de neblina, y encendieron la chimenea. Hicieron el amor tumbados frente a ella. El corazón de Rosa se le salía del pecho, no recordaba haber sido tan feliz con nadie. Los siguientes dos días se dedicaron a pasear y a leer poesía, solos el uno para el otro, las caricias y los pequeños besos robados se sucedían a lo largo de todo el día, y de la noche.
El miércoles una fina lluvia lo cubrió todo temprano, y al parar la niebla se hizo la dueña. A Rosa no le importaba, esa escena otoñal le resultaba agradable...para unos días. Estaban sentados junto al fuego, ya anocheciendo, cuando un ruido la alertó.
-¿Has oído eso cariño?
-No, habrá sido el crepitar de la leña.
-No,ha sido como si arrastrasen las hojas del suelo.
-Quizá sel viento.
-No,no. ¿Oyes? Ahora han sido ramas partiéndose.
-Entonces seguro que es un animal, un jabalí buscando comida, o un zorro tras un conejo. No te preocupes.
No la tranquilizó nada esas palabras. El lugar era idílico, pero los animales eran otra cosa. Ella no era más que una urbanita cuyo contacto con ellos se limitaba a pisar algún excremento de perro dejado en la acera por un dueño descuidado. Se levantó y escudriñó entre los visillos sin conseguir ver nada, la noche era clara, pero la niebla densa. Esa noche durmió intranquila.
A la mañana siguiente le costó salir a la calle, seguía sin fiarse. Dio una vuelta alrededor sin encontrar señal alguna. Antonio le propuso dar una vuelta aprovechando que no llovía. Con poco entusiasmo aceptó, no quería incomodarlo, ese era el viaje de él. Pasearon agarrados de la mano. A pesar de las fechas el trinar de los pájaros era hermoso, celebraban que la lluvia los dejara atrás. Él recogía pequeñas flores silvestres, que ella recibía con un beso. Se agacho a recoger unas de color violeta que se escondían debajo de unos matorrales mientras Rosa seguía el sendero ensimismada por el canto de un cuco. No lo conseguía ver, pero lo presentía ahí. Se giró y no vio a su novio.
-¿Antonio?.¿ANTONIO? ¡ANTONIO!
Nadie contestaba. El desasosiego de la noche anterior le volvió de golpe. El corazón le palpitaba como un tambor. Escuchó un claro ruido a sus espalda, eran pasos y ramas tronchándose, y algun susurro. Creyó entender que pronunciaban su nombre.
-¡ANTONIO!
[FONT=Tahoma, sans-serif]CONTINUA EN LA 2ª PARTE[/FONT]