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Eusebia la ciega

EUSEBIA LA CIEGA


Realmente estaba muy cansado. El divorcio me había dejado exhausto, tanto anímica como económicamente. Tantas horas discutiendo en una pura campaña bélica para al final perder casi todo y solo obtener un irrisorio régimen de visita para mis hijos.
Empece a tomar ansiolíticos y a beber de más, casi no dormía y era incapaz de concentrarme. Mi socio Enrique, que más que socio es amigo, me puso los puntos sobre las ies, no podía seguir así, estaba destruyendo mi vida y el negocio. Me propuso que me fuera todo el mes aprovechando que los niños estaban con su madre de vacaciones, irme a un sitio tranquilo donde me centrase. Me pareció buena idea, aunque sin un euro en el bolsillo de difícil ejecución.Se bajo al banco y subió con 2000 euros que me entrego.
-Busca un pequeño pueblo donde no tengas otra cosa que perder que el tiempo, ya me lo devolverás.
Le di un abrazo y me fui. Metí en el maletero una bolsa con algo de ropa y me puse rumbo al norte. No sabia donde ir, pero tenia claro que no fuera el mar, siempre me puso muy melancólico. Paraba cada poco tiempo intentando cogerle el pulso a mi nueva realidad. No se como llegue al sur de la provincia de Lugo, entre carreteras comarcales que se en revesaban sin saber donde me llevaría.
Estaba cayendo el sol y ya daba por hecho que pasaría mi primera noche en el auto. Paré; una casa me llamó la atención, bajé para verla mejor, era fantasmagoría pero hermosa, se veía que sufrió un gran incendio que afecto a la mitad oeste.Tenia 300 metros o más por planta. La entrada era una preciosa y gran escalinata de piedra, como el resto de la edificación, de esa piedra tan bonita con que se construye en Galicia. Se vislumbraba unas ventanas en la base que parecían ser del sótano, dos plantas con grandes ventanales, y terminado en lo que yo describiría como un estilo ingles, dos torres, una en cada lado, y una barandilla, también en piedra, que rodeaba el resto del techo, encerrando varias chimeneas. La puerta era mas propia de una iglesia, en madera maciza,y el amplio jardín estaba limitado por una alta verja metálica que la vegetación y la herrumbre daban una idea de los años que nadie la cuidaba. La puerta metálica era de esas con una llave enorme. Andaba sopesando si ese seria un buen sitio para pasar la noche cuando el crujido de una rama me sobresalto.
-Buenas noches buen hombre
-¡Que susto me ha dado!
-Normal. ¿Que hace aquí solo a estas horas?
-Me perdí. Buscaba un sitio donde pasa unos días tranquilo y no he visto mas que aldeas y ningún hotel.
-Por aquí pocos hoteles verá. Si sigue esta carretera en 10 minutos llegará aun pequeño pueblo. Nada mas entrar en la primera casa a la derecha vive la señora Carmen, ella le alquilara una habitación.
-Muchas gracias señora.....
-Eusebia
-Gracias señora Eusebia
Un escalofrió me recorrió la espalda al ver esos profundos ojos negros que parecían no mirar a ningún sitio.
Llegue a la casa tal y como de dijo. La señora Carmen era una encantadora mujer entrada en años que me alquiló una confortable habitación y las comidas diarias por 200 euros a la semana ¡Hasta me sobraría dinero!. En la primera semana me dio tiempo a serenarme, mi rutina era la misma, paseo por la mañana y paseo por la tarde, pero siempre acabando en la casona, no se que tenia, pero como un imán me atraía. Estaba deseando llegar antes incluso de empezar ha andar. Daba una vuelta al recinto observando cada uno de los detalles; en verdad debió ser un sitio lleno de vida y precioso, con un enorme jardín siempre verde y florido.
Un día me quede dormido después de comer y me desperté muy tarde, estaba ya tan relajado que solo necesitaba cerrar los ojos. Aunque estaba anocheciendo decidí no saltarme mi visita, cogí una linterna del coche y avancé hacia la casona. Antes de llegar noté un resplandor extraño, apagué mi linterna y avance despacio por el camino hasta la entrada, en la torre este se veía una luz oscilante que no llegaba a distinguir. Estuve un rato mirando hasta que un lánguido lloro me dejo petrificado, la luz se intensifico, era una vela, y detrás una silueta entre sombras chinescas. Sin pensármelo giré y volví sobre mis pasos mas deprisa de lo que la prudencia recomendaba sin encender la linterna.
Me esperaban para cenar. Ya teníamos la costumbre de comer en una animada charla que se prolongaba un largo rato, era una animada tertuliana que sabia todos los chismorreos de la región sucedidos en el último siglo al menos, y siempre contados con gracia y humor. Nunca me habló de la casona. Me notó mas callado de lo normal, pero en su discreción no pregunto nada. Cuando terminamos le dije de donde venia y que me había asustado.
-No me extraña hijo, encierra una terrible historia.
Vicente Orduño se fue hacer las américas días antes de que se proclamara la segunda república. En el barco conoció a una mujer de la que se enamoró y con la que se casó poco después de llegar a tierra. Quedó embarazada y dio a luz a Juan, pero murió en el parto. Vicente, solo y con un niño recién nacido trabajo duro hasta que consiguió abrir un modesto restaurante gallego en Caracas. El éxito fue inmediato y en poco tiempo su situación cambio radicalmente. Cuando su hijo se hizo un hombre decidió que era momento de volver a su añorada tierra. Con una pequeña fortuna se instalo y mando construir la casona, compró ganado y tierras, y llevó de ama de llaves a una prima hermana muy querida. No tardó mucho en enamorarse Juan y casarse con una muchacha llamada Nata. De la unión nacieron tres hermosos niños. Cuando el pequeño no llegaba al año Vicente murió. Su hijo quedó destrozado y Nata, que se había visto relegada a un segundo plano en el mando de la casa por la prima decidió cambiar la situación, de comportarse como señora de la casa, tratando a Juan y los niños como si fueran suyos, pasó a ser una sirvienta. En una de las peleas Nata consiguió de su marido, hundido en la pena, que la echara y se le prohibiera la entrada a la finca. Todas las noches rondaba la verja llorando y pidiendo que le dejaran ver a los niños. Una de ellas entro por una puerta falsa de la valla, y sin que nadie la viera se coló en la casa. En el comedor, que estaba debajo de las habitaciones, vertió todas las botellas de petroleo que había almacenadas en el sótano para los quinqués, y con una vela que siempre quedaba encendida para ahuyentar a las animas prendió fuego. El incendio fue terrible.Antes de que las sirvientas que dormían en el otro lado de la casa,se despertaran por el humo y la luz, las llamas, activadas por los muebles de maderas nobles, subían por las escaleras que hicieron de chimenea. Los gritos se oyeron en todo el valle, es algo que ningún vecino olvidó nunca. Se puso a llover como hacia años que no lo hacia y eso les salvo la vida al servicio. Los cadáveres estaban carbonizados, pero nunca se encontró el de la prima, dicen que se quemó entero.
-¿Como se llamaba la prima?
-Eusebia. Eusebia la ciega, la llamaban así por que sus profundos ojos negros parecían no mirar a nadie.
¡ERA ELLA!, la mujer que le indico la casa.

Po rprimera vez en veinte días pase una noche en vela. Cuando llegó la mañana aun tenia el estómago encogido. Decidí no salir al monte ni acercarme a la casa, no sabía como reaccionaría ni que podía ver.Anduve vagando por el pueblo, un pequeño pueblo sin demasiado interés, pero por el simple hecho de cruzarme con los paisanos y cambiar unas palabras me fue tranquilizando. Sin darme cuenta tropecé con el cementerio, como casi todos en la zona precioso, mármol y dorados relucientes lo adornaban. Entré con precaución y vi un pequeño panteón; allí estaban. Vicente Orduño, su hijo, nuera y nietos. Me quede un rato pensativo.
-¿Por que se me iba aparecer una mujer muerta hace décadas con la que no me unía relación alguna?. Por primera vez en muchas horas mi curiosidad venció al miedo.

A la mañana siguiente madrugué y salí hacia la casa con una palanqueta que encontré en el cuarto trastero de la señora Carmen. Busqué esa puerta falsa, a pesar de que pasé por delante de ella muchas veces no la había visto, estaba tan cubierta de vegetación que resultaba imposible. Apliqué el hierro e hice fuerza, pero no conseguí moverla. La limpié como pude de tierra y raíces. Al cuarto intento cedió. Me colé en la finca tantas veces admirada y me acerqué una ventana por la que colarme.
A pesar de tener todas las contraventanas metálicas de la planta principal cerradas en cuanto apliqué un poco de fuerza se desmoronó el cemento, seguramente por la acción del fuego. Entré en lo que seria el comedor, nada había que identificar. Al fondo una puerta daba a la cocina. Solo el hierro fundido del hogar y sus piedras permanecían en su sitio, el resto eran metales sin forma de lo que fue el menaje. Salí hacia la entrada, era hermosa y amplia. Subí las escaleras que me llevaron a los dormitorios. Los hierros de las camas retorcidos y los carbones de las maderas que recubrían el suelo daban una idea de la terrorífica escena. La cuna del pequeño me trajo una arcada. Alcance la torre, se veían restos de juguetes, lo utilizarían como cuartos de juegos; no puede contener las lagrimas.
Bajé y fui a la otra ala, aunque negrecido por el humo no se veía rastro de fuego. En la biblioteca se deshacían un centenar de libros con tapas de cuero, nada de valor quedaba. Miré unas cuantas fotografías que me hizo ponerles cara a la familia. Una me llamó la atención, era la inauguración del restaurante en Caracas, Vicente lucia como un galán al lado de Juan que con un peto y gorra marinera parecía un trasto con cara de pillo. Seguí mi periplo a las habitaciones del servicio, todo corriente, y terminé en la torre este. Casi no podía superar el último tramo de escalera por el temblor de piernas. Debía ser la habitación de Eusebia, algo mas amplia y con mas mobiliario que el resto del servicio. Lo único extraño era una vela en medio de la habitación, estaba sobre unas mesita, pero no tenia ni polvo ni telarañas, ni tan siquiera estaba amarilla la cera. No sé que me esperaba encontrar, pero al bajar estaba mas tranquilo, me disponía a salir cuando un detalle centelleó en mi mente. Volví a la biblioteca y me acerque a la foto de la inauguración fijándome en el texto al pie:
CARACAS.MARZO 1935.
No cuadraba, según la señora Carmen se fue pocos días antes de proclamarse la segunda República, eso fue a mediados de abril de 1931. Entre el viaje, la boda y el embarazo Juan no debería tener mas de año y medio, muy ajustado dos, y allí representaba al menos cuatro o cinco años. Las ideas y dudas me cruzaban el pensamiento. De camino al pueblo tomé una decisión. Me monté en el coche y salí hacia Santiago de Compostela, sabia que la Xunta Gallega tenia un registro de emigrantes donde los descendientes podían pedir un certificado para conseguir la nacionalidad. A pesar de los miles de nombres fue facil encontrarle: Vicente Orduño Figueras, vecino de Oponto, Lugo. Salida el 7 de abril de 1931. A Coruña. Buque: El Ferrol. 2 pasajes.
Llegué algo tarde a comer y muy pensativo.
-¿Sabe como se apellidaba Eusebia?
-Que preguntas mas raras me haces hijo, pues Tuñas, eran primos por parte de madres. Anda que no te ha dado con la maldita historia.
-Es que me pico la curiosidad.
-Pues en una tierra de Brujas y Meigas esa curiosidad te puede costar cara.
Era la primera vez que vi a la Señora Carmen enfadada.
Me quedé toda la tarde en la casa y después de cenar me fui a dar un paseo, me lo pensé varias veces, pero al final me decidí y puse rumbo a mi destino. La puerta de la verja y la principal de la casa estaban abiertas, me esperaban. Entre con sigilo cuando vi la luz de una vela.
-Buenas noches Señora Eusebia.
-Buena noches hijo. Te aguardaba.
-¿Porque mató de esa manera horrible a su hijo y sus nietos?
Nunca imagine que pudiera ver llorar a un fantasma.
-Si nuestros padres se enteran que Vicente y yo íbamos a tener un hijo nos matan. El cura se hubiera encargado de hacernos la vida imposible, ¡ENTRE PRIMOS HERMANOS!. Lo normal entre los hombres es que negaran y la mujer fuera la que destrozara su vida, pero Vicente era bueno, bueno de verdad. Como pude disimule el embarazo y nada más parir se llevó la criatura a una vieja bruja que vivía sola en el bosque. No me quiso dejar que la viera para no sufrir más. Cuando fue lo suficiente fuerte para el viaje se lo echó al brazo y salió para América. Yo quedé destrozada y mas enamorada que nunca de ese hombre. Me envió algunas cartas dándome noticias a través de la bruja, las guardaba como un tesoro, y sobre todo fuera del alcance de mi padre. Si hubiera tenido valor...Cuando regresaron yo creí que alcanzaba el cielo. Vicente me dio el puesto de ama de llaves para estar cerca de Juan, me desvivía por él. Vino la boda y Nata nunca quiso acercarse, para ella solo era la criada. Esa niña boba, hacia cuatro días no era más que una pobre campesina y ahora tenía aires de grandeza. Siempre intentaba quitarme del medio, pero Vicente la cortaba en seco. Fueron años muy felices rodeada de mis nietos. Un día buscando entre mis cosas me di cuenta que alguien las había revuelto, y para mi desesperación comprobé que me faltaban las cartas. Nunca debí guardarlas allí. Desde entonces Nata me trataba más altiva. Comprendí que ella las tenia, y no podía consentir que trabara la felicidad de mi hijo, agaché la cabeza y empecé a humillarme cada vez más.
Vicente murió, Juan que nunca se había separado de su padre se hundió, y Nata se hizo la dueña de la casa. Convenció a su marido de que yo era demasiado mayor para cuidar a los niños y termino echándome. Creí morir del dolor. La felicidad solo me duró unos pocos años. Lloraba y gritaba hasta caer sin conocimiento. Mi hijo, que era el único que me podía salvar, pensó que estaba loca y temió por los suyos, no me extraña, desde el parto mi cordura se balanceo por la cuerda floja, y ya empezaba a caer.
Intente suicidarme. Me adentré en el bosque, a la vieja cabaña de la bruja, muerta años antes, me tomé todo lo que veía en los viejos frascos convencida de que habría veneno en alguno de ellos, pero no pasaban de ser drogas sacadas de sabe Dios que seta que me volvieron peor. Una noche, sin ser consciente de ello, me acerqué a la casa. En la puerta vi a Nata tomando el fresco. Mi corazón se cubrió de odio, no sabes que cantidad, por la boca se salía saliva como a un perro rabioso. Entré sin problemas por la cancela, me acerqué sigilosa por su espalda y la golpeé con una piedra en la nuca. Cayó sin hacer ruido, la arrastré hasta la parte de atrás de la casa y la solté en un pozo negro que andaba abierto esos días. Volví a la casa y recogí todas las garrafas de petroleo que se guardaban en el sótano. Las desparramé por el comedor y todas las habitaciones, me puse un camisón y me tumbe al lado de Juan que dormía tranquilamente. Nadie nos volvería a separar. Prendí el petroleo con una vela.
-¿Es usted la que esta enterrada en vez de Nata?
-Si, pero mi alma atormentada no me deja descansar con los míos, y son demasiados años sufriendo.
Se acercó y me colgó una medallita con una simple cadena que tenia una pequeña inscripción. Dio media vuelta y desapareció.
-Ayudameeee......
La señora Carmen andaba nerviosa esperándome tan tarde, la tranquilicé, le hice que se sentara y le conté toda la historia sin que parara de rezar.
Al día siguiente fuimos los dos al cuartelillo de la Guardia Civil, el sargento me miraba como si me tuviera que hacer la prueba de alcoholemia, y eso que no le conté la mayoría de los detalles, si no llega ha estar Carmen me mete en el calabozo. Cuando terminé la historia se quedó como pensativo y me soltó:
-¿Y que quiere que haga yo con su fantástica historia?
-Pues si tengo razón habrá un esqueleto en una fosa séptica, y creo que eso es de su incumbencia, ¿o prefiere que vaya al juez y le relate su dejadez?.
De muy mal genio se subió al 4x4 con otro guardia y nos siguieron. Bajaron con una larga palanqueta con la que golpeaban el suelo de la parte trasera de la casa intentando encontrar la fosa. Un fuerte sonido a piedra descubrió la losa que la cerraba. La retiraron, y con bastante desgana y una pértiga larga terminada engancho que llevaban en el vehículo revolvían los restos. Los ojos casi se le salen de la órbita cuando sacó enganchado una calavera.
El forense y otro grupo de guardias sacaron lo que había de esqueleto. No tardo mucho en asegurar que se trataba de una mujer joven, no mas de 26 0 27 años. El juez admitió mis palabras y la copia del registro de Vicente y su hijo. Se exhumó la supuesta tumba de Nata y el forense, con mas dificulta por el estado, aseguro que se trataba de una mujer mayor.
Los descendientes que quedaban admitieron las pruebas y se decidió enterrar a Eusebia en su propio ataúd en el panteón y a Nata en el que se suponía suyo. Yo insistí en que se realizara anocheciendo, como ya todos me daban por loco no les extraño y accedieron por ser yo el descubridor. Al introducir el ataúd de Eusebia, mientras las campanas de la iglesia tocaban a muerto y el sol se ocultaba, una lejana pero sonora risa se oyó por todo el valle. Los vecinos se espantaron cada uno por un lado entre gritos nerviosos y carreras alocadas. Yo permanecí tranquilo, me descolgué la medalla y la enganche al asa en el nicho de Juan. “DE TU MADRE, QUE NUNCA TE OLVIDÓ NI TE OLVIDARA. CON TODO MI AMOR”. Un estruendo anunció que en la torre este de la casona un rayo había caído provocando un vaporoso incendio que destruyó lo que quedaba en poco tiempo. Por fin le había dicho ha su hijo lo que toda la vida deseó.
Dejé el pueblo sin despedirme de nadie, ahora tendría que enfrentarme a mis problemas, ¿problemas?; yo ya no tenia ningún problema.
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
EUSEBIA LA CIEGA


Realmente estaba muy cansado. El divorcio me había dejado exhausto, tanto anímica como económicamente. Tantas horas discutiendo en una pura campaña bélica para al final perder casi todo y solo obtener un irrisorio régimen de visita para mis hijos.
Empece a tomar ansiolíticos y a beber de más, casi no dormía y era incapaz de concentrarme. Mi socio Enrique, que más que socio es amigo, me puso los puntos sobre las ies, no podía seguir así, estaba destruyendo mi vida y el negocio. Me propuso que me fuera todo el mes aprovechando que los niños estaban con su madre de vacaciones, irme a un sitio tranquilo donde me centrase. Me pareció buena idea, aunque sin un euro en el bolsillo de difícil ejecución.Se bajo al banco y subió con 2000 euros que me entrego.
-Busca un pequeño pueblo donde no tengas otra cosa que perder que el tiempo, ya me lo devolverás.
Le di un abrazo y me fui. Metí en el maletero una bolsa con algo de ropa y me puse rumbo al norte. No sabia donde ir, pero tenia claro que no fuera el mar, siempre me puso muy melancólico. Paraba cada poco tiempo intentando cogerle el pulso a mi nueva realidad. No se como llegue al sur de la provincia de Lugo, entre carreteras comarcales que se en revesaban sin saber donde me llevaría.
Estaba cayendo el sol y ya daba por hecho que pasaría mi primera noche en el auto. Paré; una casa me llamó la atención, bajé para verla mejor, era fantasmagoría pero hermosa, se veía que sufrió un gran incendio que afecto a la mitad oeste.Tenia 300 metros o más por planta. La entrada era una preciosa y gran escalinata de piedra, como el resto de la edificación, de esa piedra tan bonita con que se construye en Galicia. Se vislumbraba unas ventanas en la base que parecían ser del sótano, dos plantas con grandes ventanales, y terminado en lo que yo describiría como un estilo ingles, dos torres, una en cada lado, y una barandilla, también en piedra, que rodeaba el resto del techo, encerrando varias chimeneas. La puerta era mas propia de una iglesia, en madera maciza,y el amplio jardín estaba limitado por una alta verja metálica que la vegetación y la herrumbre daban una idea de los años que nadie la cuidaba. La puerta metálica era de esas con una llave enorme. Andaba sopesando si ese seria un buen sitio para pasar la noche cuando el crujido de una rama me sobresalto.
-Buenas noches buen hombre
-¡Que susto me ha dado!
-Normal. ¿Que hace aquí solo a estas horas?
-Me perdí. Buscaba un sitio donde pasa unos días tranquilo y no he visto mas que aldeas y ningún hotel.
-Por aquí pocos hoteles verá. Si sigue esta carretera en 10 minutos llegará aun pequeño pueblo. Nada mas entrar en la primera casa a la derecha vive la señora Carmen, ella le alquilara una habitación.
-Muchas gracias señora.....
-Eusebia
-Gracias señora Eusebia
Un escalofrió me recorrió la espalda al ver esos profundos ojos negros que parecían no mirar a ningún sitio.
Llegue a la casa tal y como de dijo. La señora Carmen era una encantadora mujer entrada en años que me alquiló una confortable habitación y las comidas diarias por 200 euros a la semana ¡Hasta me sobraría dinero!. En la primera semana me dio tiempo a serenarme, mi rutina era la misma, paseo por la mañana y paseo por la tarde, pero siempre acabando en la casona, no se que tenia, pero como un imán me atraía. Estaba deseando llegar antes incluso de empezar ha andar. Daba una vuelta al recinto observando cada uno de los detalles; en verdad debió ser un sitio lleno de vida y precioso, con un enorme jardín siempre verde y florido.
Un día me quede dormido después de comer y me desperté muy tarde, estaba ya tan relajado que solo necesitaba cerrar los ojos. Aunque estaba anocheciendo decidí no saltarme mi visita, cogí una linterna del coche y avancé hacia la casona. Antes de llegar noté un resplandor extraño, apagué mi linterna y avance despacio por el camino hasta la entrada, en la torre este se veía una luz oscilante que no llegaba a distinguir. Estuve un rato mirando hasta que un lánguido lloro me dejo petrificado, la luz se intensifico, era una vela, y detrás una silueta entre sombras chinescas. Sin pensármelo giré y volví sobre mis pasos mas deprisa de lo que la prudencia recomendaba sin encender la linterna.
Me esperaban para cenar. Ya teníamos la costumbre de comer en una animada charla que se prolongaba un largo rato, era una animada tertuliana que sabia todos los chismorreos de la región sucedidos en el último siglo al menos, y siempre contados con gracia y humor. Nunca me habló de la casona. Me notó mas callado de lo normal, pero en su discreción no pregunto nada. Cuando terminamos le dije de donde venia y que me había asustado.
-No me extraña hijo, encierra una terrible historia.
Vicente Orduño se fue hacer las américas días antes de que se proclamara la segunda república. En el barco conoció a una mujer de la que se enamoró y con la que se casó poco después de llegar a tierra. Quedó embarazada y dio a luz a Juan, pero murió en el parto. Vicente, solo y con un niño recién nacido trabajo duro hasta que consiguió abrir un modesto restaurante gallego en Caracas. El éxito fue inmediato y en poco tiempo su situación cambio radicalmente. Cuando su hijo se hizo un hombre decidió que era momento de volver a su añorada tierra. Con una pequeña fortuna se instalo y mando construir la casona, compró ganado y tierras, y llevó de ama de llaves a una prima hermana muy querida. No tardó mucho en enamorarse Juan y casarse con una muchacha llamada Nata. De la unión nacieron tres hermosos niños. Cuando el pequeño no llegaba al año Vicente murió. Su hijo quedó destrozado y Nata, que se había visto relegada a un segundo plano en el mando de la casa por la prima decidió cambiar la situación, de comportarse como señora de la casa, tratando a Juan y los niños como si fueran suyos, pasó a ser una sirvienta. En una de las peleas Nata consiguió de su marido, hundido en la pena, que la echara y se le prohibiera la entrada a la finca. Todas las noches rondaba la verja llorando y pidiendo que le dejaran ver a los niños. Una de ellas entro por una puerta falsa de la valla, y sin que nadie la viera se coló en la casa. En el comedor, que estaba debajo de las habitaciones, vertió todas las botellas de petroleo que había almacenadas en el sótano para los quinqués, y con una vela que siempre quedaba encendida para ahuyentar a las animas prendió fuego. El incendio fue terrible.Antes de que las sirvientas que dormían en el otro lado de la casa,se despertaran por el humo y la luz, las llamas, activadas por los muebles de maderas nobles, subían por las escaleras que hicieron de chimenea. Los gritos se oyeron en todo el valle, es algo que ningún vecino olvidó nunca. Se puso a llover como hacia años que no lo hacia y eso les salvo la vida al servicio. Los cadáveres estaban carbonizados, pero nunca se encontró el de la prima, dicen que se quemó entero.
-¿Como se llamaba la prima?
-Eusebia. Eusebia la ciega, la llamaban así por que sus profundos ojos negros parecían no mirar a nadie.
¡ERA ELLA!, la mujer que le indico la casa.

Po rprimera vez en veinte días pase una noche en vela. Cuando llegó la mañana aun tenia el estómago encogido. Decidí no salir al monte ni acercarme a la casa, no sabía como reaccionaría ni que podía ver.Anduve vagando por el pueblo, un pequeño pueblo sin demasiado interés, pero por el simple hecho de cruzarme con los paisanos y cambiar unas palabras me fue tranquilizando. Sin darme cuenta tropecé con el cementerio, como casi todos en la zona precioso, mármol y dorados relucientes lo adornaban. Entré con precaución y vi un pequeño panteón; allí estaban. Vicente Orduño, su hijo, nuera y nietos. Me quede un rato pensativo.
-¿Por que se me iba aparecer una mujer muerta hace décadas con la que no me unía relación alguna?. Por primera vez en muchas horas mi curiosidad venció al miedo.

A la mañana siguiente madrugué y salí hacia la casa con una palanqueta que encontré en el cuarto trastero de la señora Carmen. Busqué esa puerta falsa, a pesar de que pasé por delante de ella muchas veces no la había visto, estaba tan cubierta de vegetación que resultaba imposible. Apliqué el hierro e hice fuerza, pero no conseguí moverla. La limpié como pude de tierra y raíces. Al cuarto intento cedió. Me colé en la finca tantas veces admirada y me acerqué una ventana por la que colarme.
A pesar de tener todas las contraventanas metálicas de la planta principal cerradas en cuanto apliqué un poco de fuerza se desmoronó el cemento, seguramente por la acción del fuego. Entré en lo que seria el comedor, nada había que identificar. Al fondo una puerta daba a la cocina. Solo el hierro fundido del hogar y sus piedras permanecían en su sitio, el resto eran metales sin forma de lo que fue el menaje. Salí hacia la entrada, era hermosa y amplia. Subí las escaleras que me llevaron a los dormitorios. Los hierros de las camas retorcidos y los carbones de las maderas que recubrían el suelo daban una idea de la terrorífica escena. La cuna del pequeño me trajo una arcada. Alcance la torre, se veían restos de juguetes, lo utilizarían como cuartos de juegos; no puede contener las lagrimas.
Bajé y fui a la otra ala, aunque negrecido por el humo no se veía rastro de fuego. En la biblioteca se deshacían un centenar de libros con tapas de cuero, nada de valor quedaba. Miré unas cuantas fotografías que me hizo ponerles cara a la familia. Una me llamó la atención, era la inauguración del restaurante en Caracas, Vicente lucia como un galán al lado de Juan que con un peto y gorra marinera parecía un trasto con cara de pillo. Seguí mi periplo a las habitaciones del servicio, todo corriente, y terminé en la torre este. Casi no podía superar el último tramo de escalera por el temblor de piernas. Debía ser la habitación de Eusebia, algo mas amplia y con mas mobiliario que el resto del servicio. Lo único extraño era una vela en medio de la habitación, estaba sobre unas mesita, pero no tenia ni polvo ni telarañas, ni tan siquiera estaba amarilla la cera. No sé que me esperaba encontrar, pero al bajar estaba mas tranquilo, me disponía a salir cuando un detalle centelleó en mi mente. Volví a la biblioteca y me acerque a la foto de la inauguración fijándome en el texto al pie:
CARACAS.MARZO 1935.
No cuadraba, según la señora Carmen se fue pocos días antes de proclamarse la segunda República, eso fue a mediados de abril de 1931. Entre el viaje, la boda y el embarazo Juan no debería tener mas de año y medio, muy ajustado dos, y allí representaba al menos cuatro o cinco años. Las ideas y dudas me cruzaban el pensamiento. De camino al pueblo tomé una decisión. Me monté en el coche y salí hacia Santiago de Compostela, sabia que la Xunta Gallega tenia un registro de emigrantes donde los descendientes podían pedir un certificado para conseguir la nacionalidad. A pesar de los miles de nombres fue facil encontrarle: Vicente Orduño Figueras, vecino de Oponto, Lugo. Salida el 7 de abril de 1931. A Coruña. Buque: El Ferrol. 2 pasajes.
Llegué algo tarde a comer y muy pensativo.
-¿Sabe como se apellidaba Eusebia?
-Que preguntas mas raras me haces hijo, pues Tuñas, eran primos por parte de madres. Anda que no te ha dado con la maldita historia.
-Es que me pico la curiosidad.
-Pues en una tierra de Brujas y Meigas esa curiosidad te puede costar cara.
Era la primera vez que vi a la Señora Carmen enfadada.
Me quedé toda la tarde en la casa y después de cenar me fui a dar un paseo, me lo pensé varias veces, pero al final me decidí y puse rumbo a mi destino. La puerta de la verja y la principal de la casa estaban abiertas, me esperaban. Entre con sigilo cuando vi la luz de una vela.
-Buenas noches Señora Eusebia.
-Buena noches hijo. Te aguardaba.
-¿Porque mató de esa manera horrible a su hijo y sus nietos?
Nunca imagine que pudiera ver llorar a un fantasma.
-Si nuestros padres se enteran que Vicente y yo íbamos a tener un hijo nos matan. El cura se hubiera encargado de hacernos la vida imposible, ¡ENTRE PRIMOS HERMANOS!. Lo normal entre los hombres es que negaran y la mujer fuera la que destrozara su vida, pero Vicente era bueno, bueno de verdad. Como pude disimule el embarazo y nada más parir se llevó la criatura a una vieja bruja que vivía sola en el bosque. No me quiso dejar que la viera para no sufrir más. Cuando fue lo suficiente fuerte para el viaje se lo echó al brazo y salió para América. Yo quedé destrozada y mas enamorada que nunca de ese hombre. Me envió algunas cartas dándome noticias a través de la bruja, las guardaba como un tesoro, y sobre todo fuera del alcance de mi padre. Si hubiera tenido valor...Cuando regresaron yo creí que alcanzaba el cielo. Vicente me dio el puesto de ama de llaves para estar cerca de Juan, me desvivía por él. Vino la boda y Nata nunca quiso acercarse, para ella solo era la criada. Esa niña boba, hacia cuatro días no era más que una pobre campesina y ahora tenía aires de grandeza. Siempre intentaba quitarme del medio, pero Vicente la cortaba en seco. Fueron años muy felices rodeada de mis nietos. Un día buscando entre mis cosas me di cuenta que alguien las había revuelto, y para mi desesperación comprobé que me faltaban las cartas. Nunca debí guardarlas allí. Desde entonces Nata me trataba más altiva. Comprendí que ella las tenia, y no podía consentir que trabara la felicidad de mi hijo, agaché la cabeza y empecé a humillarme cada vez más.
Vicente murió, Juan que nunca se había separado de su padre se hundió, y Nata se hizo la dueña de la casa. Convenció a su marido de que yo era demasiado mayor para cuidar a los niños y termino echándome. Creí morir del dolor. La felicidad solo me duró unos pocos años. Lloraba y gritaba hasta caer sin conocimiento. Mi hijo, que era el único que me podía salvar, pensó que estaba loca y temió por los suyos, no me extraña, desde el parto mi cordura se balanceo por la cuerda floja, y ya empezaba a caer.
Intente suicidarme. Me adentré en el bosque, a la vieja cabaña de la bruja, muerta años antes, me tomé todo lo que veía en los viejos frascos convencida de que habría veneno en alguno de ellos, pero no pasaban de ser drogas sacadas de sabe Dios que seta que me volvieron peor. Una noche, sin ser consciente de ello, me acerqué a la casa. En la puerta vi a Nata tomando el fresco. Mi corazón se cubrió de odio, no sabes que cantidad, por la boca se salía saliva como a un perro rabioso. Entré sin problemas por la cancela, me acerqué sigilosa por su espalda y la golpeé con una piedra en la nuca. Cayó sin hacer ruido, la arrastré hasta la parte de atrás de la casa y la solté en un pozo negro que andaba abierto esos días. Volví a la casa y recogí todas las garrafas de petroleo que se guardaban en el sótano. Las desparramé por el comedor y todas las habitaciones, me puse un camisón y me tumbe al lado de Juan que dormía tranquilamente. Nadie nos volvería a separar. Prendí el petroleo con una vela.
-¿Es usted la que esta enterrada en vez de Nata?
-Si, pero mi alma atormentada no me deja descansar con los míos, y son demasiados años sufriendo.
Se acercó y me colgó una medallita con una simple cadena que tenia una pequeña inscripción. Dio media vuelta y desapareció.
-Ayudameeee......
La señora Carmen andaba nerviosa esperándome tan tarde, la tranquilicé, le hice que se sentara y le conté toda la historia sin que parara de rezar.
Al día siguiente fuimos los dos al cuartelillo de la Guardia Civil, el sargento me miraba como si me tuviera que hacer la prueba de alcoholemia, y eso que no le conté la mayoría de los detalles, si no llega ha estar Carmen me mete en el calabozo. Cuando terminé la historia se quedó como pensativo y me soltó:
-¿Y que quiere que haga yo con su fantástica historia?
-Pues si tengo razón habrá un esqueleto en una fosa séptica, y creo que eso es de su incumbencia, ¿o prefiere que vaya al juez y le relate su dejadez?.
De muy mal genio se subió al 4x4 con otro guardia y nos siguieron. Bajaron con una larga palanqueta con la que golpeaban el suelo de la parte trasera de la casa intentando encontrar la fosa. Un fuerte sonido a piedra descubrió la losa que la cerraba. La retiraron, y con bastante desgana y una pértiga larga terminada engancho que llevaban en el vehículo revolvían los restos. Los ojos casi se le salen de la órbita cuando sacó enganchado una calavera.
El forense y otro grupo de guardias sacaron lo que había de esqueleto. No tardo mucho en asegurar que se trataba de una mujer joven, no mas de 26 0 27 años. El juez admitió mis palabras y la copia del registro de Vicente y su hijo. Se exhumó la supuesta tumba de Nata y el forense, con mas dificulta por el estado, aseguro que se trataba de una mujer mayor.
Los descendientes que quedaban admitieron las pruebas y se decidió enterrar a Eusebia en su propio ataúd en el panteón y a Nata en el que se suponía suyo. Yo insistí en que se realizara anocheciendo, como ya todos me daban por loco no les extraño y accedieron por ser yo el descubridor. Al introducir el ataúd de Eusebia, mientras las campanas de la iglesia tocaban a muerto y el sol se ocultaba, una lejana pero sonora risa se oyó por todo el valle. Los vecinos se espantaron cada uno por un lado entre gritos nerviosos y carreras alocadas. Yo permanecí tranquilo, me descolgué la medalla y la enganche al asa en el nicho de Juan. “DE TU MADRE, QUE NUNCA TE OLVIDÓ NI TE OLVIDARA. CON TODO MI AMOR”. Un estruendo anunció que en la torre este de la casona un rayo había caído provocando un vaporoso incendio que destruyó lo que quedaba en poco tiempo. Por fin le había dicho ha su hijo lo que toda la vida deseó.
Dejé el pueblo sin despedirme de nadie, ahora tendría que enfrentarme a mis problemas, ¿problemas?; yo ya no tenia ningún problema.


Javier me encanto este relato ,esta muy bien llevado,engancha en la lectura,tiene esa cuota de misterio que atrapa al lector y deja un mensaje a veces nuestros problemas,esos que creemos tan grandes se desvanecen en comparación con los de otros.
Me encantooooo,te felicito,gracias por compartir,un beso grande.
 
Que te dijo amigo ...maravilloso.....me atrapo en sus primeras líneas...la verdad es que la historia atrapa....mas sabiendo que en esas tierras hay misterios y todo , contadas por amigos de Ferrol... Que mas que un abrazo te puedo dejar .....cariños Maru
 

MARIPOSA NEGRA

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vaya ¡qué relato! me has dejado muda jajaja por unos minutos, es inimaginable el poder de un sentimiento y como puede destruir y corroer en minutos el alma, excelente relato, un gusto leerte, besos
 

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