Sigifredo Silva
Miembro Conocido
Fiesta en el parque Montbenon
Capítulo I
El parque Montbenon se presentaba engalanado y pletórico de alegría; el entusiasmo se irradiaba por todos los aristas de su figura. La música tropical se introducía en el tímpano del transeúnte a tal punto que este no alcanzaba a enteder lo que se había operado en uno de los sitios más emblemáticos de la ciudad, sorprendido tanto por las notas musicales que surcaban el aire como por el alborozo de una multitud, fogosa, sumergida en los vaivenes del espectáculo e hipnotizada por las danzas presentadas con tanto tino por los organizadores del certamen.
El dios Baco estaba presente como personalidad de cierta transcendencia pero sin que sus efectos nocivos llegasen a maltratar la compostura ni individual ni colectiva del conglomerado, era evidente que se estaba ante un grupo culto y maduro socialmente, donde reinaba la camaraderia y el respeto.
Pero, ¿qué era lo que se estaba celebrando? ¿Por qué tanta gente reunida? Acaso, ¿es que se había vuelto loco algún sector de la población?
Esas y otras preguntas eran las que se hacían muchos de los desprevenidos ciudadanos que andamos por el lugar en una tarde radiante de sol con una temperatura algo canicular. En su curiosidad muchos de ellos se acercaban al sitio de concentración para preguntar la causa de tanto alboroto; una vez satisfecha su intriga se quedaban también disfrutando de la fiesta. En medio de esos curiosos caminantes que andaban por el lugar alcancé a observar a Farah, un sirio que conocí en la Unil unos años atrás, quien al verme se me acercó y en un español entendible me saludó y me dijo:
-"Felicitaciones amigo por estar celebrando el día de la independencia de Colombia".
-Sí, efectivamente, Farah, -le dije; -el día de la independencia de Colombia es el 20 de julio, pero, obviamente, lo estamos celebrando hoy sábado y mañana domingo (18 y 19 de julio), invitándolo a participar en el festejo.
Al amigo Farah lo llevé por todas y cada una de las casetas, que estaban instaladas al rededor de la pista de presentaciones y de baile, donde vendían toda clase de comida típica colombiana: la famosa bandeja paisa, la mazamorra chiquita, tamales, masato, pan de bono, almojábanas, arepa d´e huevo, empanadas, etc. El amigo, Farah, se comió una arepa d'e huevo con un masato; no degustó de la bandeja paisa ya que su religión le prohibe el cerdo, así como el alcohol. Acto seguido, nos pusimos a ver las presentaciones que se estaban realizando en ese momento; al cabo de unas dos horas, más no menos, al acabar la tanda de presentaciones, el amigo partió.
Capítulo II
A los acordes de un conjunto musical colombiano comenzaron a saltar a la pista de baile las parejas y no parejas: hombres por un lado y mujeres por el otro, para luego confundirse todos entre ellos, formando una masa compacta, móvil, vibrante y colorida.
Yo me deleitaba observando ese movimiento humano acompasado, que formaba toda clase de figuras geométricas y artísticas. Cuando me disponía a comprar "une bière", "una birra", en buen romance, una cerveza, para calentar motores y ponerme a tono con el momento, alguien por detrás me tocó el hombro al tiempo que oí dos voces que me dijeron: -"pa". -Eran mis dos hijos: Lesly y Sergey, quienes acababan de llegar.
La fiesta se puso más emotiva y animosa; salpicaba el aguardiente por un lado, los chistes por el otro, las anécdotas afloraban con desbordante agilidad. Por un rincón de la pista una suicita que bailaba toda liberada, una cumbia, con un cartagenero, exclamó en perfecto colombiano:
-"¡Qué vaina tan chévere!; mas, no supe a que se refería la encantadora helvética, si a la música que se le colaba por todos sus poros o a lo propuesta que en ese momento le estaba haciendo el moreno que la tenía agarrada por la cintura.
Cuando la fiesta estaba en su punto máximo de locura colectiva, yo me encontraba danzando con una dominicana entre ese mar humano, se silenció la música y una voz como salida de alguna catatumba egipcia dijo:
-"Señores y señoras, me acaban de llamar de la policía indicándome que en cinco minutos se acaba el permiso concedido por la comuna; por lo tanto, estaremos pasando en unos instante para verificar que todo esté limpio, en silencio y despejado el lugar. Eran las 23:25
La multitud decepcionada solo alcanzó a decir:
-"Esta policía suiza..."
Sigifredo Silva
Lausanne, 21.07.2015
Capítulo I
El parque Montbenon se presentaba engalanado y pletórico de alegría; el entusiasmo se irradiaba por todos los aristas de su figura. La música tropical se introducía en el tímpano del transeúnte a tal punto que este no alcanzaba a enteder lo que se había operado en uno de los sitios más emblemáticos de la ciudad, sorprendido tanto por las notas musicales que surcaban el aire como por el alborozo de una multitud, fogosa, sumergida en los vaivenes del espectáculo e hipnotizada por las danzas presentadas con tanto tino por los organizadores del certamen.
El dios Baco estaba presente como personalidad de cierta transcendencia pero sin que sus efectos nocivos llegasen a maltratar la compostura ni individual ni colectiva del conglomerado, era evidente que se estaba ante un grupo culto y maduro socialmente, donde reinaba la camaraderia y el respeto.
Pero, ¿qué era lo que se estaba celebrando? ¿Por qué tanta gente reunida? Acaso, ¿es que se había vuelto loco algún sector de la población?
Esas y otras preguntas eran las que se hacían muchos de los desprevenidos ciudadanos que andamos por el lugar en una tarde radiante de sol con una temperatura algo canicular. En su curiosidad muchos de ellos se acercaban al sitio de concentración para preguntar la causa de tanto alboroto; una vez satisfecha su intriga se quedaban también disfrutando de la fiesta. En medio de esos curiosos caminantes que andaban por el lugar alcancé a observar a Farah, un sirio que conocí en la Unil unos años atrás, quien al verme se me acercó y en un español entendible me saludó y me dijo:
-"Felicitaciones amigo por estar celebrando el día de la independencia de Colombia".
-Sí, efectivamente, Farah, -le dije; -el día de la independencia de Colombia es el 20 de julio, pero, obviamente, lo estamos celebrando hoy sábado y mañana domingo (18 y 19 de julio), invitándolo a participar en el festejo.
Al amigo Farah lo llevé por todas y cada una de las casetas, que estaban instaladas al rededor de la pista de presentaciones y de baile, donde vendían toda clase de comida típica colombiana: la famosa bandeja paisa, la mazamorra chiquita, tamales, masato, pan de bono, almojábanas, arepa d´e huevo, empanadas, etc. El amigo, Farah, se comió una arepa d'e huevo con un masato; no degustó de la bandeja paisa ya que su religión le prohibe el cerdo, así como el alcohol. Acto seguido, nos pusimos a ver las presentaciones que se estaban realizando en ese momento; al cabo de unas dos horas, más no menos, al acabar la tanda de presentaciones, el amigo partió.
Capítulo II
A los acordes de un conjunto musical colombiano comenzaron a saltar a la pista de baile las parejas y no parejas: hombres por un lado y mujeres por el otro, para luego confundirse todos entre ellos, formando una masa compacta, móvil, vibrante y colorida.
Yo me deleitaba observando ese movimiento humano acompasado, que formaba toda clase de figuras geométricas y artísticas. Cuando me disponía a comprar "une bière", "una birra", en buen romance, una cerveza, para calentar motores y ponerme a tono con el momento, alguien por detrás me tocó el hombro al tiempo que oí dos voces que me dijeron: -"pa". -Eran mis dos hijos: Lesly y Sergey, quienes acababan de llegar.
La fiesta se puso más emotiva y animosa; salpicaba el aguardiente por un lado, los chistes por el otro, las anécdotas afloraban con desbordante agilidad. Por un rincón de la pista una suicita que bailaba toda liberada, una cumbia, con un cartagenero, exclamó en perfecto colombiano:
-"¡Qué vaina tan chévere!; mas, no supe a que se refería la encantadora helvética, si a la música que se le colaba por todos sus poros o a lo propuesta que en ese momento le estaba haciendo el moreno que la tenía agarrada por la cintura.
Cuando la fiesta estaba en su punto máximo de locura colectiva, yo me encontraba danzando con una dominicana entre ese mar humano, se silenció la música y una voz como salida de alguna catatumba egipcia dijo:
-"Señores y señoras, me acaban de llamar de la policía indicándome que en cinco minutos se acaba el permiso concedido por la comuna; por lo tanto, estaremos pasando en unos instante para verificar que todo esté limpio, en silencio y despejado el lugar. Eran las 23:25
La multitud decepcionada solo alcanzó a decir:
-"Esta policía suiza..."
Sigifredo Silva
Lausanne, 21.07.2015