Sintiendo el pulso del desengaño
en la tibia ceniza del último año,
donde la luz, quebrada y escasa,
tiñe de sombra la piel que abrasa.
Brindando en alto con las estrellas,
las que aún tiemblan, las más bellas,
murmurando antiguos juramentos
bajo el cristal de los firmamentos.
Descendiendo por ríos de poesía,
que cruzan la noche y la melodía,
dejando en cada verso la herida
de una verdad jamás comprendida.
Navegando, alma sin guarida,
por mares de alcohol y de risa contenida,
surcando recuerdos como espejismos,
náufrago fiel de mis propios abismos.
Encallando al nacer la alborada
en playas de asfalto y luna callada,
donde el sueño, cansado y sin dueño,
vaga sin rostro por grietas del sueño.
Y muriendo en lenta agonía,
por esta mano que aún me guía,
como un verdugo que no perdona,
como un reloj que siempre traiciona.
en la tibia ceniza del último año,
donde la luz, quebrada y escasa,
tiñe de sombra la piel que abrasa.
Brindando en alto con las estrellas,
las que aún tiemblan, las más bellas,
murmurando antiguos juramentos
bajo el cristal de los firmamentos.
Descendiendo por ríos de poesía,
que cruzan la noche y la melodía,
dejando en cada verso la herida
de una verdad jamás comprendida.
Navegando, alma sin guarida,
por mares de alcohol y de risa contenida,
surcando recuerdos como espejismos,
náufrago fiel de mis propios abismos.
Encallando al nacer la alborada
en playas de asfalto y luna callada,
donde el sueño, cansado y sin dueño,
vaga sin rostro por grietas del sueño.
Y muriendo en lenta agonía,
por esta mano que aún me guía,
como un verdugo que no perdona,
como un reloj que siempre traiciona.