Rober
Miembro Conocido
A deshora noté el mágico sortilegio
cristal puro en su mirada, sus ojos niños
el resplandor de su sonrisa llana
blancas sus manos e inquietas
era su voz una frágil campanilla
me cautivó su pudor… Su inocente pudor.
Me dejé seducir en mi imaginación
sugestionado, fascinado, y a la vez
contrariado por inconquistable.
Sufriendo su inaceptable cautiverio
solitario entre las sombras húmedas
de la inexpugnable fortaleza
y el indescifrable silencio
impuesto por Dios
Sé donde mora, imagino donde la oculta
sin más he de lanzarme al brete para rescatarla.
Me quita el sueño por imposible, me angustia
la vigilia me enferma, quizá muera.
Deseo confesar, pero no hay tiempo
no puedo esperar como un penitente
la absolución o la condena celestial
soy y seré un soldado de Dios.
Supliqué al cielo una y otra vez y una vez más
por el milagro de las trompetas de Jericó.
Tembló la tierra y el cielo se envolvió de polvo
sortee como un fantasma los escombros ardidos
logré arrebatarla de su injusto encierro, entonces
entre la espesa niebla de las costas del Jordán
por desobediente destino divino, huimos en la noche.
Al viento sus blancos cabellos, navegamos a la deriva
por el mar Muerto, hacia la vida…
Hacia la vida misma.
cristal puro en su mirada, sus ojos niños
el resplandor de su sonrisa llana
blancas sus manos e inquietas
era su voz una frágil campanilla
me cautivó su pudor… Su inocente pudor.
Me dejé seducir en mi imaginación
sugestionado, fascinado, y a la vez
contrariado por inconquistable.
Sufriendo su inaceptable cautiverio
solitario entre las sombras húmedas
de la inexpugnable fortaleza
y el indescifrable silencio
impuesto por Dios
Sé donde mora, imagino donde la oculta
sin más he de lanzarme al brete para rescatarla.
Me quita el sueño por imposible, me angustia
la vigilia me enferma, quizá muera.
Deseo confesar, pero no hay tiempo
no puedo esperar como un penitente
la absolución o la condena celestial
soy y seré un soldado de Dios.
Supliqué al cielo una y otra vez y una vez más
por el milagro de las trompetas de Jericó.
Tembló la tierra y el cielo se envolvió de polvo
sortee como un fantasma los escombros ardidos
logré arrebatarla de su injusto encierro, entonces
entre la espesa niebla de las costas del Jordán
por desobediente destino divino, huimos en la noche.
Al viento sus blancos cabellos, navegamos a la deriva
por el mar Muerto, hacia la vida…
Hacia la vida misma.
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