Ella me besó...
Yo la besé...
Nos miramos, prófugos de mar
y nos sumergimos al profundo.
Fue una asfixia instantánea,
la avalancha de una explosión solar,
el laberinto del minotauro
lleno de melódicas salivas.
Solo un segundo del universo,
donde cabalgaron las olas
del tiempo, subyugando los parias,
el paroxismo de un cielo paralelo.
Nuestros labios se enlazaron
en cause ilógico y perfecto,
la unión superlativa e invisible,
entre la piel y el alma transpiradas.
Allí, las emociones intangibles
fueron saturadas de sensibilidad
más allá de cualquier eternidad,
en la exquisita brevedad de un beso.
Yo la besé...
Nos miramos, prófugos de mar
y nos sumergimos al profundo.
Fue una asfixia instantánea,
la avalancha de una explosión solar,
el laberinto del minotauro
lleno de melódicas salivas.
Solo un segundo del universo,
donde cabalgaron las olas
del tiempo, subyugando los parias,
el paroxismo de un cielo paralelo.
Nuestros labios se enlazaron
en cause ilógico y perfecto,
la unión superlativa e invisible,
entre la piel y el alma transpiradas.
Allí, las emociones intangibles
fueron saturadas de sensibilidad
más allá de cualquier eternidad,
en la exquisita brevedad de un beso.
Última edición: