Francisco Escobar Bravo
Miembro Conocido
Empapóme la lluvia la camisa
y llegué tiritando al portal mío,
no era calle la calle sino río
caudaloso cual Tajo. Entré deprisa.
Al portero felón le entró la risa,
pero pronto calló al oír mi canto:
- ¡Si supieran algunos que me aguanto
preparando venganza atroz y fiera
les podría venir la tembladera
y sentir, no lo duden, gran espanto!
¡Desgraciado, traidor, mala persona,
engendrado en la Noche de Difuntos,
pronto vas a pagar que en mis asuntos
te metieses. Mi furia no perdona.
Te parió, en mal momento, una ladrona
y ladrón por lo tanto has resultado,
pues quisiera saber cuánto has robado
a la vez que lamías el trasero
del primer tonto incauto majadero
que pasaba, ¡inocente!, por tu lado. -.
Terminé esta romanza ya en mi piso
mas sabiendo que atento bien la oía,
pues sentí que calló, que no reía,
que sin duda entendió pronto mi aviso.
- Si tu muerte aquel día Dios no quiso,
ordenándome a mí me contuviera,
puede ser que otra vez de otra manera
te responda, ¡canalla maloliente! -.
El silencio reinó pues, nuevamente,
ni un sonido ascendió por la escalera.
Y es muy cierto que a nadie he deseado
mal alguno por más que me haya herido,
pero en esta ocasión siento que he sido
sin motivo ni causa maltratado.
¡No le doy mi perdón a ese taimado,
sanguijuela tenaz y avariciosa
que te chupa la sangre aún en la fosa
y disfruta a placer el mal ajeno!
¡Aunque Dios me lo ordene no me apeno!
¡Es mejor suprimirle y a otra cosa!
Yo jamás le hice daño y hasta, incluso,
sus derechos sin duda he defendido.
Mas percibo que existe un sinsentido
que me lleva a pensar que fui un iluso.
Por lo tal ante Dios Vivo me excuso
de incumplir esta vez Su Mandamiento.
Esta vez, de verdad pues nunca miento,
la venganza deseo sobre todo.
No me importa morir si, de algún modo,
al final de mi acción quedo contento.
¡Sabe Dios que no actúo por inquina,
que no es odio, que es causa justa y noble!
Pues dar fin a un sujeto que no es doble
sino triple, o peor, ley es divina.
En virtud de esa ley que me fascina
por hallarla cabal es mi venganza
y, aunque pueda sonar tal vez a chanza,
preparado ya estoy para el combate.
¡Adelante! Veremos, si se bate,
de qué lado se inclina la balanza.
y llegué tiritando al portal mío,
no era calle la calle sino río
caudaloso cual Tajo. Entré deprisa.
Al portero felón le entró la risa,
pero pronto calló al oír mi canto:
- ¡Si supieran algunos que me aguanto
preparando venganza atroz y fiera
les podría venir la tembladera
y sentir, no lo duden, gran espanto!
¡Desgraciado, traidor, mala persona,
engendrado en la Noche de Difuntos,
pronto vas a pagar que en mis asuntos
te metieses. Mi furia no perdona.
Te parió, en mal momento, una ladrona
y ladrón por lo tanto has resultado,
pues quisiera saber cuánto has robado
a la vez que lamías el trasero
del primer tonto incauto majadero
que pasaba, ¡inocente!, por tu lado. -.
Terminé esta romanza ya en mi piso
mas sabiendo que atento bien la oía,
pues sentí que calló, que no reía,
que sin duda entendió pronto mi aviso.
- Si tu muerte aquel día Dios no quiso,
ordenándome a mí me contuviera,
puede ser que otra vez de otra manera
te responda, ¡canalla maloliente! -.
El silencio reinó pues, nuevamente,
ni un sonido ascendió por la escalera.
Y es muy cierto que a nadie he deseado
mal alguno por más que me haya herido,
pero en esta ocasión siento que he sido
sin motivo ni causa maltratado.
¡No le doy mi perdón a ese taimado,
sanguijuela tenaz y avariciosa
que te chupa la sangre aún en la fosa
y disfruta a placer el mal ajeno!
¡Aunque Dios me lo ordene no me apeno!
¡Es mejor suprimirle y a otra cosa!
Yo jamás le hice daño y hasta, incluso,
sus derechos sin duda he defendido.
Mas percibo que existe un sinsentido
que me lleva a pensar que fui un iluso.
Por lo tal ante Dios Vivo me excuso
de incumplir esta vez Su Mandamiento.
Esta vez, de verdad pues nunca miento,
la venganza deseo sobre todo.
No me importa morir si, de algún modo,
al final de mi acción quedo contento.
¡Sabe Dios que no actúo por inquina,
que no es odio, que es causa justa y noble!
Pues dar fin a un sujeto que no es doble
sino triple, o peor, ley es divina.
En virtud de esa ley que me fascina
por hallarla cabal es mi venganza
y, aunque pueda sonar tal vez a chanza,
preparado ya estoy para el combate.
¡Adelante! Veremos, si se bate,
de qué lado se inclina la balanza.
