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La veo y me pregunto.

Ayer no más la vi, quedé pasmado y mudo,
al notar como el tiempo -cruel, implacable y rudo-
devastó sin clemencia, de tan cruda manera,
a la más poderosa y célebre ramera.

Hoy exhibe la estampa de una golfa acabada,
prueba de que a los años jamás escapa nada,
es gris caricatura de una efigie remota,
un vetusto esperpento sumido en la derrota.

Deambula silente, cabizbaja y vencida,
cargando su ardua pena, vacía y desvalida,
con el rostro marchito, incolora, huesuda;
y un mirar apocado que arduo dolor desnuda.

Se fueron al ayer años de vacua gloria,
de pródigos amantes y desbordada euforia;
fatua se avejentó, sin lazos familiares,
errando en su declive entre catres y bares.

No conserva ni sombras de ese garbo de diosa
ni la regia figura que le volvió famosa;
ahora al observarla sólo causa tristeza
su cara embadurnada, sin resto de belleza.

Su cuerpo desgastado luce frágil y flojo,
de su altiva postura no queda ni un despojo,
exhibe intenso surco de amargura en el ceño
y un andar indolente, falto de todo empeño.

De su regia cadera, sinuosa y atrevida,
y de esa espalda airosa, siempre esbelta y erguida,
perviven fofas masas de una sosa harapienta
que nada de su cuerpo logra entregar en venta.

Esos turgentes senos de sutil redondez,
de agitado erotismo y ansias de desnudez,
se advierten agotados, macilentos, caídos,
clamando silenciosos su irreversible olvido.

Su suave cabellera, de azabache color,
tan vaporosa al viento y mágico esplendor
ya es exiguo manojo de desteñidas greñas,
maltrechas y sin lustre, tales como su dueña.

II

Después de ser tan bella y además anhelada,
de ser de todo el barrio la joven más amada,
la azucena ensalzada entre las azucenas,
causante de incontables: ansias, llantos y penas…

Los hombres deliraban mirando su figura,
rendidos al vaivén de su fina cintura,
idos tras de sus ojos, tras su boca de miel,
tras de la lozanía que irradiaba su piel.

Su hechicera sonrisa doblegaba a los rudos,
que a su paso quedaban desquiciados y mudos;
le querían igual vecinos y extranjeros,
todos a una rondando su halo de mil luceros.

La vida le empujó a un encuentro nefasto
y hechizada olvidó todo su mundo casto,
ingenua, perturbada, vio dinero a montones,
y aceptó sin renuencia convivir con hampones.

Relegó a su familia y también la barriada
sin ver que permutaba todo aquello por nada,
tomó una ruta fútil de copas y aposentos
y anuló los enlaces con sus propios cimientos.

Enterró para siempre su prístina dulzura
y adquirió la fachada de efigie fría y dura;
erró por mil senderos, rumbo a ninguna parte,
y llegó a su final desdeñada y aparte.

III

Que enorme descarrío, que vida malgastada,
tanta carrera loca para acabar con nada,
cuanta precoz ceguera, yerro de adolescencia,
apenas comprendido con la áspera experiencia.

Todo un vivir sin frutos, sin logros valederos,
por un paso nefasto hacia errados senderos;
tantos sueños de vida tirados por la borda,
por oír a rufianes siendo a los suyos sorda.

Que avieso proceder, que incauta decisión
ir tras la gloria vana e ignorar la razón,
abandonarlo todo y arrojarse al abismo
por correr cautivada tras un vil espejismo.

IV

La veo y me pregunto, qué dirá a su conciencia
ahora que comprueba su total decadencia,
cuando al final confirma que acabó su quimera
y advierte su existencia dilapidada y huera.
 

FERRA

********
Compañeros por desgracia hay muchas historias como estas, de mujeres que se van tras el espejismo del dinero y la ansia de tener para acabar como tan claramente lo describes en tus versos, acabadas físicamente sin la gloria de su cuerpo. En la ruina y muchas veces enferma del cuerpo y el alma, pues muy tarde comprenden que el tiempo no perdona nada. MUY CRUDA HISTORIA REFLEJADA EN TUS VERSOS. Un gran saludo de amistad fraternal. Que la vida te sea plena en todos los sentidos. Hasta luego compañero Poeta y de letras.
 
Compañeros por desgracia hay muchas historias como estas, de mujeres que se van tras el espejismo del dinero y la ansia de tener para acabar como tan claramente lo describes en tus versos, acabadas físicamente sin la gloria de su cuerpo. En la ruina y muchas veces enferma del cuerpo y el alma, pues muy tarde comprenden que el tiempo no perdona nada. MUY CRUDA HISTORIA REFLEJADA EN TUS VERSOS. Un gran saludo de amistad fraternal. Que la vida te sea plena en todos los sentidos. Hasta luego compañero Poeta y de letras.

Muchas gracias por tu presencia en mis letras, FERRA.

Un abrazo.
 
vaya Jorge me dejaste muda unos segundos jajaja, la vida y el tiempo son crueles con estos cuerpos perenes y prestados que usamos para transportar nuestros sueños y eso hablando de simples mortales, pero al referirnos como las nombres a las “diosas” del placer, los daños pueden ser mucho más devastadores o más evidentes, un enorme placer leerte, besos
 
vaya Jorge me dejaste muda unos segundos jajaja, la vida y el tiempo son crueles con estos cuerpos perenes y prestados que usamos para transportar nuestros sueños y eso hablando de simples mortales, pero al referirnos como las nombres a las “diosas” del placer, los daños pueden ser mucho más devastadores o más evidentes, un enorme placer leerte, besos

Al final, cuando se envejece, nuestro físico decae de manera abrupta; pero la esencia de cada quien se conserva o incluso mejora.

Hay casos en que no queda nada... apenas desencantos y remordimientos.

Muchas gracias Alessa por tu presencia y por la reputación que me otorgas.

Un abrazo.
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
Ayer no más la vi, quedé pasmado y mudo,
al notar como el tiempo -cruel, implacable y rudo-
devastó sin clemencia, de tan cruda manera,
a la más poderosa y célebre ramera.

Hoy exhibe la estampa de una golfa acabada,
prueba de que a los años jamás escapa nada,
es gris caricatura de una efigie remota,
un vetusto esperpento sumido en la derrota.

Deambula silente, cabizbaja y vencida,
cargando su ardua pena, vacía y desvalida,
con el rostro marchito, incolora, huesuda;
y un mirar apocado que arduo dolor desnuda.

Se fueron al ayer años de vacua gloria,
de pródigos amantes y desbordada euforia;
fatua se avejentó, sin lazos familiares,
errando en su declive entre catres y bares.

No conserva ni sombras de ese garbo de diosa
ni la regia figura que le volvió famosa;
ahora al observarla sólo causa tristeza
su cara embadurnada, sin resto de belleza.

Su cuerpo desgastado luce frágil y flojo,
de su altiva postura no queda ni un despojo,
exhibe intenso surco de amargura en el ceño
y un andar indolente, falto de todo empeño.

De su regia cadera, sinuosa y atrevida,
y de esa espalda airosa, siempre esbelta y erguida,
perviven fofas masas de una sosa harapienta
que nada de su cuerpo logra entregar en venta.

Esos turgentes senos de sutil redondez,
de agitado erotismo y ansias de desnudez,
se advierten agotados, macilentos, caídos,
clamando silenciosos su irreversible olvido.

Su suave cabellera, de azabache color,
tan vaporosa al viento y mágico esplendor
ya es exiguo manojo de desteñidas greñas,
maltrechas y sin lustre, tales como su dueña.

II

Después de ser tan bella y además anhelada,
de ser de todo el barrio la joven más amada,
la azucena ensalzada entre las azucenas,
causante de incontables: ansias, llantos y penas…

Los hombres deliraban mirando su figura,
rendidos al vaivén de su fina cintura,
idos tras de sus ojos, tras su boca de miel,
tras de la lozanía que irradiaba su piel.

Su hechicera sonrisa doblegaba a los rudos,
que a su paso quedaban desquiciados y mudos;
le querían igual vecinos y extranjeros,
todos a una rondando su halo de mil luceros.

La vida le empujó a un encuentro nefasto
y hechizada olvidó todo su mundo casto,
ingenua, perturbada, vio dinero a montones,
y aceptó sin renuencia convivir con hampones.

Relegó a su familia y también la barriada
sin ver que permutaba todo aquello por nada,
tomó una ruta fútil de copas y aposentos
y anuló los enlaces con sus propios cimientos.

Enterró para siempre su prístina dulzura
y adquirió la fachada de efigie fría y dura;
erró por mil senderos, rumbo a ninguna parte,
y llegó a su final desdeñada y aparte.

III

Que enorme descarrío, que vida malgastada,
tanta carrera loca para acabar con nada,
cuanta precoz ceguera, yerro de adolescencia,
apenas comprendido con la áspera experiencia.

Todo un vivir sin frutos, sin logros valederos,
por un paso nefasto hacia errados senderos;
tantos sueños de vida tirados por la borda,
por oír a rufianes siendo a los suyos sorda.

Que avieso proceder, que incauta decisión
ir tras la gloria vana e ignorar la razón,
abandonarlo todo y arrojarse al abismo
por correr cautivada tras un vil espejismo.

IV

La veo y me pregunto, qué dirá a su conciencia
ahora que comprueba su total decadencia,
cuando al final confirma que acabó su quimera
y advierte su existencia dilapidada y huera.


Que triste historia guardan tus versos,una vida que se desgasta que se vive insanamente,cruel realidad de muchas mujeres desafortunadamente,el poema extraordinario,un gusto leerte,gracias por compartir,un beso grande.
 

Mary C. López

Miembro Conocido
Todo por servir se acaba y el tiempo nada perdona. Bien logrado este poema, la realidad se plasma con gusto y belleza desde tu verso, un saludo.
 
Todo por servir se acaba y el tiempo nada perdona. Bien logrado este poema, la realidad se plasma con gusto y belleza desde tu verso, un saludo.

Hola Dama del silencio.

Es un poema difícil porque cuestiona la trayectoria de alguien que tomó su propio sendero y, en el fondo, que a nadie ha de importarle sino afectó con ello a su comunidad.

Quizás se trasluce una posición de principios, algo cuestionable, por parte de quien escribe (Yo).

Muchas gracias por leerme y dejar tus amables palabras.

Un abrazo.
 

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