• Sabías que puedes registrarte o ingresar a tu cuenta directamente desde facebook con el botón de facebook en la parte superior de la página?

Las esposas de Rabhit

LAS ESPOSAS DE RABHIT



Rabhit era un rico comerciante que vivía en Riad, capital de Arabia Saudita custodia de la ortodoxia musulmana, centrada en torno a las ciudades santas de la Meca y Medina, con grandes reservas de petróleo que determinan su importancia.
Rabhit poseía una bella propiedad en el sur de la ciudad donde las construcciones típicas eran una mayoría, lugar donde habitaban los ricos. Su prospero negocio consistía en comprar telas a bajo costo en Turquía luego venderlas en Europa y Estados Unidos, lo cual le proporcionaba grandes dividendos y una vida ostentosa que le permitía tener dos esposas que disfrutaban del lujo y el confort según reza el Corán y obliga el profeta Mahoma.
Mahati y Jildra eran las esposas entregadas a los placeres de Rabhit. Una noche luego de un banquete ofrecido a personalidades del país monárquico y con quien Rabhit mantenía excelentes relaciones, pidió a sus esposas reunirse con él en la habitación nupcial. Era una noche serena y fresca. Vestidas con velos que apenas dejaban ver sus hermosos ojos se apresuraron al llamado de Rabhit. Con su blanca barba y una cicatriz que cruzaba su nariz, Rabhit le entregó a cada esposa una pequeña bolsa con quinientos riyal ordenó que se marcharan de la ciudad al día siguiente con destino desconocido y retornarán tres meses después, quien regresara con la mayor cantidad de dinero demostraría su amor, y se quedaría por siempre con Rabhit. Mahati y Jildra protestaron inmediatamente, consideraron que era una injusticia lo que su esposo pretendía, irse de la ciudad con poco dinero era arriesgado para una mujer. Rabhit insistió, acordó que al amanecer partirían. En cuanto el sol comenzó a despuntar Mahati marchó a la ciudad de Taif y Jildra a Yida. Había trascurrido dos meses desde la ausencia de las esposas, nada sabía de ellas, confiaba que estuvieran bien.

******************

Una tarde de septiembre Rabhit leía sentado en el balcón de su alcoba cuando a lo lejos diviso a su esposa Mahati, caminaba zigzagueante, su rostro estaba descubierto. Rabhit corrió con sus sirvientes al encuentro de su esposa que lucia extremadamente cansada y tostada por el imperante clima. Mahati se desplomó en brazos de Rabhit. Los sirvientes condujeron a Mahati a su habitación y la recostaron en su tálamo. Su piel lacerada y curtida daba señales de las largas horas expuesta al indómito sol. Despertó al anochecer extenuada, pidiendo agua, apenas pudo tomar.
Rabhit la miraba con preocupación, ordenó que le prepararan un baño con esencias de Siria y miel para lavar sus pies lastimados. Luego del baño Mahati comió frutas. Su rostro había tomado el rubor natural. Rabhit estaba ansioso por conocer los detalles de su travesía y principalmente, cuánto dinero tenía en su bolsa.
Mahati prefirió dejar los detalles para cuando se sintiera en mejores condiciones, con una cálida mirada pidió a Rabhit que la acompañase hasta conciliar el sueño. La noche se anidaba en los rincones de la habitación. Mahati cayó en un sueño profundo mientras Rabhit permaneció a su lado. A la mañana siguiente los sirvientes despertaron a Rabhit con la noticia de que Jildra había aparecido. Rabhit se colgó su bata y salió apresuradamente. Jildra respiraba con dificultad, su rostro de un rojo intenso, sus pies maullados daban testimonio de su tortuoso peregrinar. Rabhit la tomó en sus brazos y la llevó a su habitación, de inmediato Jildra se sumergió en un letargo sueño hasta el amanecer. Al despertar Rabhit sugirió un baño, frutas y abundante agua, daba signos de deshidratación. Luego de la ducha se le vio más animada y con una fugaz sonrisa. En la tarde Rabhit las invitó al jardín para tomar el té y conversar sobre las experiencias vividas por sus consortes. Mahati y Jildra llevaron consigo la pequeña bolsa. Rabhit las miró en silencio, luego pidió a Mahati que iniciara su relato. La brisa caliente deambulaba por el patio terminando en el jardín donde descansaban bellas petunias, geranios, y magnolias. Mahati pronto musitó:
_ El calor durante mi trayecto era abrumador por momentos la fatiga era agobiante. Varias noches dormí en la calle bajo algún techo que encontraba, comía dos veces al día y consumía poca agua, era difícil encontrarla. Llegue a hospedarme en cuatro oportunidades en una posada para ducharme, dormir cómodamente y recobrar fuerzas. Enfrente momentos de riesgo y peligro, unos hombres pretendieron robarme y abusar de mí. En una ocasión perdí ochenta riyal sin darme cuenta. Le temía a la oscuridad, a la lo desconocido. Deseaba regresar pronto, Alá guió mis pasos por esos mundos extraños. Rabhit la observó detenidamente y preguntó cuanto dinero había en su bolsa.
_ 250 riyal y la alegría de estar de nuevo con mi esposo.
Jildra tomó un sorbo de té e inició su historia:
_ Para llegar a Yida tarde siete noches de las cuales comí cuatro y dormí cinco. Enferme al tercer día, sin embargo no pensé en detenerme. Al llegar a Yida compré dátiles y continué a la ciudad santa de Medina. Una mañana mientras caminaba una mujer con su hija se acercó a pedirme dinero para darle de comer a la niña que lloraba desesperadamente, le di cien riyal y proseguí. Mis pies mostraban agotamiento y algunas ulceraciones, nunca sentí deseos de detenerme. Estando cerca de Medina, un hombre ciego me pidió dinero, le di cien riyal y continué. El hambre hacía estragos en mi estomago, la falta de agua irritaba mi garganta y la debilidad me hacia desfallecer. Al llegar a la ciudad santa de Medina compre frutas y bebí suficiente agua. Pase la noche bajo un olivo desde donde podía contemplar la sencillez de la ciudad, percibí las huellas del profeta y respire su aire. Ore ha Alá por protección y paciencia. Esa noche un joven vino a mí con llanto, su madre moría por falta de remedios, le di todo el dinero que me quedaba. El chico se marchó agradecido. Esa noche dormí por primera vez envuelta en un manto de paz. Al amanecer tome el camino de regreso para estar de nuevo con mi esposo.
Rabhit sonrió, se levantó y dio un breve paseo con sus manos cruzadas a su espalda. Mahati y Jildra esperaban la decisión de Rabhit. Regresó a su lugar y con expresión de agrado dijo:
_ Mahati eres una mujer valiente, conoces el valor del sacrificio y en ti hay un cántaro de amor para tu esposo, me siento orgulloso de ti, Alá te bendiga, a mi lado te quedarás.
_ Jildra eres una mujer compasiva, entiendes el sufrimiento y el dolor que acarrea el mundo, en ti mora un amor noble y desprendido, eso te hace un ser virtuoso, he de dejarte libre, sería un egoísta si te mantengo a mi lado cuando tu verdadero lugar esta junto a los que necesitan amor y compañía. Anda, que Alá bendiga tu camino, esparce tu luz por las sendas oscuras ¡ve amada esposa, ve! Jildra empacó sus cosas y se marchó a recorrer caminos para cumplir su destino.

Derechos reservados.



*
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
LAS ESPOSAS DE RABHIT



Rabhit era un rico comerciante que vivía en Riad, capital de Arabia Saudita custodia de la ortodoxia musulmana, centrada en torno a las ciudades santas de la Meca y Medina, con grandes reservas de petróleo que determinan su importancia.
Rabhit poseía una bella propiedad en el sur de la ciudad donde las construcciones típicas eran una mayoría, lugar donde habitaban los ricos. Su prospero negocio consistía en comprar telas a bajo costo en Turquía luego venderlas en Europa y Estados Unidos, lo cual le proporcionaba grandes dividendos y una vida ostentosa que le permitía tener dos esposas que disfrutaban del lujo y el confort según reza el Corán y obliga el profeta Mahoma.
Mahati y Jildra eran las esposas entregadas a los placeres de Rabhit. Una noche luego de un banquete ofrecido a personalidades del país monárquico y con quien Rabhit mantenía excelentes relaciones, pidió a sus esposas reunirse con él en la habitación nupcial. Era una noche serena y fresca. Vestidas con velos que apenas dejaban ver sus hermosos ojos se apresuraron al llamado de Rabhit. Con su blanca barba y una cicatriz que cruzaba su nariz, Rabhit le entregó a cada esposa una pequeña bolsa con quinientos riyal ordenó que se marcharan de la ciudad al día siguiente con destino desconocido y retornarán tres meses después, quien regresara con la mayor cantidad de dinero demostraría su amor, y se quedaría por siempre con Rabhit. Mahati y Jildra protestaron inmediatamente, consideraron que era una injusticia lo que su esposo pretendía, irse de la ciudad con poco dinero era arriesgado para una mujer. Rabhit insistió, acordó que al amanecer partirían. En cuanto el sol comenzó a despuntar Mahati marchó a la ciudad de Taif y Jildra a Yida. Había trascurrido dos meses desde la ausencia de las esposas, nada sabía de ellas, confiaba que estuvieran bien.

******************

Una tarde de septiembre Rabhit leía sentado en el balcón de su alcoba cuando a lo lejos diviso a su esposa Mahati, caminaba zigzagueante, su rostro estaba descubierto. Rabhit corrió con sus sirvientes al encuentro de su esposa que lucia extremadamente cansada y tostada por el imperante clima. Mahati se desplomó en brazos de Rabhit. Los sirvientes condujeron a Mahati a su habitación y la recostaron en su tálamo. Su piel lacerada y curtida daba señales de las largas horas expuesta al indómito sol. Despertó al anochecer extenuada, pidiendo agua, apenas pudo tomar.
Rabhit la miraba con preocupación, ordenó que le prepararan un baño con esencias de Siria y miel para lavar sus pies lastimados. Luego del baño Mahati comió frutas. Su rostro había tomado el rubor natural. Rabhit estaba ansioso por conocer los detalles de su travesía y principalmente, cuánto dinero tenía en su bolsa.
Mahati prefirió dejar los detalles para cuando se sintiera en mejores condiciones, con una cálida mirada pidió a Rabhit que la acompañase hasta conciliar el sueño. La noche se anidaba en los rincones de la habitación. Mahati cayó en un sueño profundo mientras Rabhit permaneció a su lado. A la mañana siguiente los sirvientes despertaron a Rabhit con la noticia de que Jildra había aparecido. Rabhit se colgó su bata y salió apresuradamente. Jildra respiraba con dificultad, su rostro de un rojo intenso, sus pies maullados daban testimonio de su tortuoso peregrinar. Rabhit la tomó en sus brazos y la llevó a su habitación, de inmediato Jildra se sumergió en un letargo sueño hasta el amanecer. Al despertar Rabhit sugirió un baño, frutas y abundante agua, daba signos de deshidratación. Luego de la ducha se le vio más animada y con una fugaz sonrisa. En la tarde Rabhit las invitó al jardín para tomar el té y conversar sobre las experiencias vividas por sus consortes. Mahati y Jildra llevaron consigo la pequeña bolsa. Rabhit las miró en silencio, luego pidió a Mahati que iniciara su relato. La brisa caliente deambulaba por el patio terminando en el jardín donde descansaban bellas petunias, geranios, y magnolias. Mahati pronto musitó:
_ El calor durante mi trayecto era abrumador por momentos la fatiga era agobiante. Varias noches dormí en la calle bajo algún techo que encontraba, comía dos veces al día y consumía poca agua, era difícil encontrarla. Llegue a hospedarme en cuatro oportunidades en una posada para ducharme, dormir cómodamente y recobrar fuerzas. Enfrente momentos de riesgo y peligro, unos hombres pretendieron robarme y abusar de mí. En una ocasión perdí ochenta riyal sin darme cuenta. Le temía a la oscuridad, a la lo desconocido. Deseaba regresar pronto, Alá guió mis pasos por esos mundos extraños. Rabhit la observó detenidamente y preguntó cuanto dinero había en su bolsa.
_ 250 riyal y la alegría de estar de nuevo con mi esposo.
Jildra tomó un sorbo de té e inició su historia:
_ Para llegar a Yida tarde siete noches de las cuales comí cuatro y dormí cinco. Enferme al tercer día, sin embargo no pensé en detenerme. Al llegar a Yida compré dátiles y continué a la ciudad santa de Medina. Una mañana mientras caminaba una mujer con su hija se acercó a pedirme dinero para darle de comer a la niña que lloraba desesperadamente, le di cien riyal y proseguí. Mis pies mostraban agotamiento y algunas ulceraciones, nunca sentí deseos de detenerme. Estando cerca de Medina, un hombre ciego me pidió dinero, le di cien riyal y continué. El hambre hacía estragos en mi estomago, la falta de agua irritaba mi garganta y la debilidad me hacia desfallecer. Al llegar a la ciudad santa de Medina compre frutas y bebí suficiente agua. Pase la noche bajo un olivo desde donde podía contemplar la sencillez de la ciudad, percibí las huellas del profeta y respire su aire. Ore ha Alá por protección y paciencia. Esa noche un joven vino a mí con llanto, su madre moría por falta de remedios, le di todo el dinero que me quedaba. El chico se marchó agradecido. Esa noche dormí por primera vez envuelta en un manto de paz. Al amanecer tome el camino de regreso para estar de nuevo con mi esposo.
Rabhit sonrió, se levantó y dio un breve paseo con sus manos cruzadas a su espalda. Mahati y Jildra esperaban la decisión de Rabhit. Regresó a su lugar y con expresión de agrado dijo:
_ Mahati eres una mujer valiente, conoces el valor del sacrificio y en ti hay un cántaro de amor para tu esposo, me siento orgulloso de ti, Alá te bendiga, a mi lado te quedarás.
_ Jildra eres una mujer compasiva, entiendes el sufrimiento y el dolor que acarrea el mundo, en ti mora un amor noble y desprendido, eso te hace un ser virtuoso, he de dejarte libre, sería un egoísta si te mantengo a mi lado cuando tu verdadero lugar esta junto a los que necesitan amor y compañía. Anda, que Alá bendiga tu camino, esparce tu luz por las sendas oscuras ¡ve amada esposa, ve! Jildra empacó sus cosas y se marchó a recorrer caminos para cumplir su destino.

Derechos reservados.



*


Yaneth este relato es muy hermoso y conmueve las fibras más intimas del ser y se exalta los designios marcados en la existencia,sabés ya la había leído y recordaba esta prosa,pero es como una buena película que uno la ve y no se cansa de volverla a ver,con este realto es igual uno no se cansa de volverlo a leer,gracias por compartirlo,un beso grande.
 

MARIPOSA NEGRA

********
ahh Yaneth genial relato nos compartes, inevitablemente invita a reflexionar sobre la vida, el mundo y nuestra verdadera misión en él, un enorme placer leerte, besos
 

RADIO EN VIVO

Donar

Versos Compartidos en Facebook

Arriba