Francisco Escobar Bravo
Miembro Conocido
Les gusta tirar la piedra
y luego esconder la mano.
Es natural, el villano
ante el peligro se arredra.
Y es que el valor nunca medra
con el paso de los años.
Harto estoy de desengaños:
¡Sostenella y no enmendalla..!
Mira, cobarde y canalla,
no me vengas con engaños.
Primero dices que tal,
radiante, con pundonor,
mas acabado el valor
ya dices que si Pascual.
Para mí que ése es un mal
muy de la raza española,
tratándose de una trola,
una mentira, un ardid.
Una calle hay en Madrid
que la llaman de la Bola.
Su razón ha de tener,
¿o es que es puro desvarío?
Pienso, y al pensarlo río,
ha de ser de una mujer.
Pero también puede ser
que allí viviese un varón.
Si fue cabrito es razón
que a su tiempo Dios dirá,
aunque en la nariz me da
que más bien llegó a cabrón.
Pero a la postre son sueños
de mi mente enfebrecida,
sueños no más de una vida
en la que no hay más que empeños
Por eso los madrileños,
famosos por su bondad,
van al Monte de Piedad
a empeñar hasta las cejas.
Pueden ser cuentos de viejas
o ser la pura verdad.
No lo sé, ya disparato,
pues de escribir no son horas.
Y tú esperándome lloras
mientras escribo el relato.
Acabaré de inmediato
para tu llanto secar
y así poder madrugar
tras descansar junto a ti.
Pienso qué iba a ser de mí
sin tu amor. Sólo un juglar.
Pero estando tú a mi vera
Lope de Vega me siento.
No tendré tanto talento,
pero tu amor él quisiera.
Por ello, cuando me muera
quiero a mi lado tenerte.
Mas me es esquiva la suerte
y no sé si te tendré.
Tal vez solo moriré,
poco le importa a la muerte.
Vamos, pues, ya terminando
los versos que a un miserable
con mi pluma, fino sable,
han de herir si no me ablando.
¿Yo ablandarme? Dime cuándo,
muchacha que amor me tienes,
si desciendo yo de quienes
conquistaron un Imperio.
Por eso te digo en serio:
¡Si me muero no te apenes!
Aquí termino la historia,
pues de dormir es momento,
de este modo acaba el cuento.
¿Éste es mi paso a la gloria?
¿Las gentes en su memoria
me rendirán homenaje?
No he creado un personaje
como creó don Miguel,
Mas igual, o más que aquél,
es de noble mi linaje.
Somos los dos españoles
y de la misma región...
Sospecho que a corazón
no me ganó, ni a bemoles.
Apagamos los faroles
con la punta de la espada
que fue en el Tajo forjada.
Si herimos, siempre matamos
al rival. Si no, nos vamos
y aquí no ha pasado nada.
y luego esconder la mano.
Es natural, el villano
ante el peligro se arredra.
Y es que el valor nunca medra
con el paso de los años.
Harto estoy de desengaños:
¡Sostenella y no enmendalla..!
Mira, cobarde y canalla,
no me vengas con engaños.
Primero dices que tal,
radiante, con pundonor,
mas acabado el valor
ya dices que si Pascual.
Para mí que ése es un mal
muy de la raza española,
tratándose de una trola,
una mentira, un ardid.
Una calle hay en Madrid
que la llaman de la Bola.
Su razón ha de tener,
¿o es que es puro desvarío?
Pienso, y al pensarlo río,
ha de ser de una mujer.
Pero también puede ser
que allí viviese un varón.
Si fue cabrito es razón
que a su tiempo Dios dirá,
aunque en la nariz me da
que más bien llegó a cabrón.
Pero a la postre son sueños
de mi mente enfebrecida,
sueños no más de una vida
en la que no hay más que empeños
Por eso los madrileños,
famosos por su bondad,
van al Monte de Piedad
a empeñar hasta las cejas.
Pueden ser cuentos de viejas
o ser la pura verdad.
No lo sé, ya disparato,
pues de escribir no son horas.
Y tú esperándome lloras
mientras escribo el relato.
Acabaré de inmediato
para tu llanto secar
y así poder madrugar
tras descansar junto a ti.
Pienso qué iba a ser de mí
sin tu amor. Sólo un juglar.
Pero estando tú a mi vera
Lope de Vega me siento.
No tendré tanto talento,
pero tu amor él quisiera.
Por ello, cuando me muera
quiero a mi lado tenerte.
Mas me es esquiva la suerte
y no sé si te tendré.
Tal vez solo moriré,
poco le importa a la muerte.
Vamos, pues, ya terminando
los versos que a un miserable
con mi pluma, fino sable,
han de herir si no me ablando.
¿Yo ablandarme? Dime cuándo,
muchacha que amor me tienes,
si desciendo yo de quienes
conquistaron un Imperio.
Por eso te digo en serio:
¡Si me muero no te apenes!
Aquí termino la historia,
pues de dormir es momento,
de este modo acaba el cuento.
¿Éste es mi paso a la gloria?
¿Las gentes en su memoria
me rendirán homenaje?
No he creado un personaje
como creó don Miguel,
Mas igual, o más que aquél,
es de noble mi linaje.
Somos los dos españoles
y de la misma región...
Sospecho que a corazón
no me ganó, ni a bemoles.
Apagamos los faroles
con la punta de la espada
que fue en el Tajo forjada.
Si herimos, siempre matamos
al rival. Si no, nos vamos
y aquí no ha pasado nada.
