Jorge Toro
Miembro Conocido
Nunca habrá alguna igual
Nunca habrá alguna igual
tan fogosa, tan sexual,
ni la habrá con esa fiebre
y esa avidez tan perenne.
No la habrá con una boca
tan ardiente y seductora,
ni la habrá tan voluptuosa
al retirarse la ropa.
No la habrá con su mirada
que el deseo provocaba,
ni con su voz insinuante
que me rendía al instante.
Nunca la habrá, no lo creo,
porque en ella ardía fuego,
un fuego obsceno y candente
que obnubilaba mi mente,
que me arrojaba indefenso
y delirante a su sexo,
a su silueta desnuda
que extraviaba mi cordura;
y al veneno de su boca
que mi ansia volvía loca.
Rememoro aquel ayer
cuando era mía su piel
y me esperaba desnuda
con decidida premura
por descubrir a mi lado
los más oscuros pecados
y me arrastraba a la cama
con pasión desenfrenada.
Y sus piernas afanosas
me atrapaban como locas
y sus manos como garras
de mi cuello se colgaban,
sus pupilas se crecían,
su cuerpo se estremecía,
su aliento se entrecortaba;
su pubis me devoraba
mientras su boca lasciva
gemía al ser poseída
y sus dedos se clavaban
delirantes en mi espalda,
delatando que llegaba
su explosión incontrolada.
Amaba la eterna noche
porque extendía su goce
de ser mi dueña y mi esclava
hasta llegar la alborada;
amaba el amor sin límite
que todo placer admite;
y adentrarse en la lujuria
y saborear la euforia;
y encadenando los cuerpos
perdernos en el infierno.
Nunca habrá alguna igual
tan fogosa, tan sexual,
ni la habrá con esa fiebre
y esa avidez tan perenne….
No la habrá que así me llene
ni a tal frenesí me lleve…
Eso entiendo hoy que se fue
y desolado quedé.
								Nunca habrá alguna igual
tan fogosa, tan sexual,
ni la habrá con esa fiebre
y esa avidez tan perenne.
No la habrá con una boca
tan ardiente y seductora,
ni la habrá tan voluptuosa
al retirarse la ropa.
No la habrá con su mirada
que el deseo provocaba,
ni con su voz insinuante
que me rendía al instante.
Nunca la habrá, no lo creo,
porque en ella ardía fuego,
un fuego obsceno y candente
que obnubilaba mi mente,
que me arrojaba indefenso
y delirante a su sexo,
a su silueta desnuda
que extraviaba mi cordura;
y al veneno de su boca
que mi ansia volvía loca.
Rememoro aquel ayer
cuando era mía su piel
y me esperaba desnuda
con decidida premura
por descubrir a mi lado
los más oscuros pecados
y me arrastraba a la cama
con pasión desenfrenada.
Y sus piernas afanosas
me atrapaban como locas
y sus manos como garras
de mi cuello se colgaban,
sus pupilas se crecían,
su cuerpo se estremecía,
su aliento se entrecortaba;
su pubis me devoraba
mientras su boca lasciva
gemía al ser poseída
y sus dedos se clavaban
delirantes en mi espalda,
delatando que llegaba
su explosión incontrolada.
Amaba la eterna noche
porque extendía su goce
de ser mi dueña y mi esclava
hasta llegar la alborada;
amaba el amor sin límite
que todo placer admite;
y adentrarse en la lujuria
y saborear la euforia;
y encadenando los cuerpos
perdernos en el infierno.
Nunca habrá alguna igual
tan fogosa, tan sexual,
ni la habrá con esa fiebre
y esa avidez tan perenne….
No la habrá que así me llene
ni a tal frenesí me lleve…
Eso entiendo hoy que se fue
y desolado quedé.
								
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