Yaneth Hernández
Miembro Conocido
Era la noche, tan huérfana, que colgaban de ella
cinturones de lágrimas;
la oscuridad, era un monumento fúnebre
a todo aquello, que deambulaba en lo tétrico,
con letreros convidantes a la muerte.
Se proyectaba a lo lejos, una luz uniforme y dorada,
confundida, con los ojos vacíos de los fantasmas.
La gente, gritaba nombres incomprensibles
que ataban la historia de los días.
Zigzagueando, entre las losas guardadas en viejos relicarios,
transcurría el sentido de lo infrahumano;
cien años de soledad,
serían suficientes para ahogar una pena,
y el amor, en tiempos del cólera,
redimiría los sentimientos preñados de ira.
El viento perfumado, de almizcle,
atiza las bóvedas saturadas
de huesos sin escapularios;
Franco, los mira expresando pendejadas.
De verde aceituna, se viste el totalitarismo, salpicando
de sudores amargos alguna constitución;
luego desgarran sus vestiduras,
con el sable enfangado de sangre.
De Norte a Sur, de Este a Oeste,
la revolución conquista hacedores
para la farsa y la intriga, el hambre
y la fortuna, el canto y el fraude.
¡Que viva la idiosincrasia de los panfletos!
No somos marionetas;
tenemos alma y consciencia; una vida para luchar
y un día para la libertad.
Gandhi, desde su rueca,
nos exhorta a la búsqueda de la verdad,
a empuñar como arma el discernimiento,
y como único camino plausible, la paz.
No creo en promesas malabaristas,
motivadas por una pasión
sin venidero, y adoctrinadas por una ideología
que mata el pensamiento.
No creo en métodos ni misiones que con el tiempo
se hacen cómplices de la ineficacia;
los pueblos encaminados
a una educación supeditada a un credo,
jamás tendrán una coherente visión
de las profundas realidades que le circundan.
El hombre, logrará su plena autodeterminación,
cuando aprenda el verdadero valor
de no permitir que gobierno alguno,
imponga su poder sobre su libre albedrío.
Un pueblo sin voluntad es un pueblo encarcelado.
Derechos reservados
cinturones de lágrimas;
la oscuridad, era un monumento fúnebre
a todo aquello, que deambulaba en lo tétrico,
con letreros convidantes a la muerte.
Se proyectaba a lo lejos, una luz uniforme y dorada,
confundida, con los ojos vacíos de los fantasmas.
La gente, gritaba nombres incomprensibles
que ataban la historia de los días.
Zigzagueando, entre las losas guardadas en viejos relicarios,
transcurría el sentido de lo infrahumano;
cien años de soledad,
serían suficientes para ahogar una pena,
y el amor, en tiempos del cólera,
redimiría los sentimientos preñados de ira.
El viento perfumado, de almizcle,
atiza las bóvedas saturadas
de huesos sin escapularios;
Franco, los mira expresando pendejadas.
De verde aceituna, se viste el totalitarismo, salpicando
de sudores amargos alguna constitución;
luego desgarran sus vestiduras,
con el sable enfangado de sangre.
De Norte a Sur, de Este a Oeste,
la revolución conquista hacedores
para la farsa y la intriga, el hambre
y la fortuna, el canto y el fraude.
¡Que viva la idiosincrasia de los panfletos!
No somos marionetas;
tenemos alma y consciencia; una vida para luchar
y un día para la libertad.
Gandhi, desde su rueca,
nos exhorta a la búsqueda de la verdad,
a empuñar como arma el discernimiento,
y como único camino plausible, la paz.
No creo en promesas malabaristas,
motivadas por una pasión
sin venidero, y adoctrinadas por una ideología
que mata el pensamiento.
No creo en métodos ni misiones que con el tiempo
se hacen cómplices de la ineficacia;
los pueblos encaminados
a una educación supeditada a un credo,
jamás tendrán una coherente visión
de las profundas realidades que le circundan.
El hombre, logrará su plena autodeterminación,
cuando aprenda el verdadero valor
de no permitir que gobierno alguno,
imponga su poder sobre su libre albedrío.
Un pueblo sin voluntad es un pueblo encarcelado.
Derechos reservados