María del Mar Ponce López
Moderadora de Prosas Compartiendo Tristezas
Tu amuleto
Descubro el amanecer
entre sombras y silencios,
descubro tus bellas manos...
acariciando mi cuerpo.
Te enredas entre las alas
de la verdad y del sueño,
de los ruidos que se inundan
de calidez y misterios.
Me cubres con los aromas
de la rosa y el romero,
porque vives en el campo,
porque habitas en el cielo.
Me dejas con la dulzura
de la miel y, no comprendo
¿por qué vives en las sombras
de mis silentes recuerdos?
¿Por qué sigo siendo letra,
silva, romance, soneto?
Todo dedicado a ti,
toda yo, todos mis versos
son regalos de mi vida,
una vida que te entrego.
Que te doy hasta la sangre
aunque sienta que me muero.
Que te doy de mis suspiros
los latidos más intensos.
Y mi pobre corazón
lo luces cual amuleto,
lo llevas en tu mirada,
te lo pones en el pelo,
lo guardas en tu camisa
para que no pueda verlo.
Y sola voy caminando
por un caminito estrecho,
sin corazón y sin alma,
sin latidos en el cuello.
Me duele la primavera
de un amor que ya está muerto.
Maria del Mar Ponce Lopez
Reservados todos los derechos de autor
Descubro el amanecer
entre sombras y silencios,
descubro tus bellas manos...
acariciando mi cuerpo.
Te enredas entre las alas
de la verdad y del sueño,
de los ruidos que se inundan
de calidez y misterios.
Me cubres con los aromas
de la rosa y el romero,
porque vives en el campo,
porque habitas en el cielo.
Me dejas con la dulzura
de la miel y, no comprendo
¿por qué vives en las sombras
de mis silentes recuerdos?
¿Por qué sigo siendo letra,
silva, romance, soneto?
Todo dedicado a ti,
toda yo, todos mis versos
son regalos de mi vida,
una vida que te entrego.
Que te doy hasta la sangre
aunque sienta que me muero.
Que te doy de mis suspiros
los latidos más intensos.
Y mi pobre corazón
lo luces cual amuleto,
lo llevas en tu mirada,
te lo pones en el pelo,
lo guardas en tu camisa
para que no pueda verlo.
Y sola voy caminando
por un caminito estrecho,
sin corazón y sin alma,
sin latidos en el cuello.
Me duele la primavera
de un amor que ya está muerto.
Maria del Mar Ponce Lopez
Reservados todos los derechos de autor
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