Antonio Jurado Rivera
Miembro Conocido
Manuel tenía 10 años y era el mayor de cuatro hermanos. Estos tenían 7 años, 5 y 3 y vivían con sus padres Manuel y Sofía y con su anciano abuelo Luis, padre de su padre.
El hombre tenía 82 años y era muy cariñoso sobre todo con los nietos, especialmente con Manuel, con el que le unía un cariño especial desde hacía años. Ellos se querían con una ternura y una complicidad que saltaba a la vista.
Las dificultades económicas de la familia eran evidentes y quizá por ese motivo los padres eran muy autoritarios en el trato con sus hijos, que encontraban consuelo en la bondad del abuelo.
Este, de joven había sido minero en una mina de carbón en Asturias, durante varios años y por ello tenía alguna dificultad de tipo respiratorio. que no le permitía conciliar bien el sueño durante la noche, lo que le hacía despertarse varias veces y de regalo una muy leve, pero incesante tos.
Al margen de algún otro achaque propio de la edad, como una leve cojera producida por la metralla de una granada, en su pueblo natal durante la guerra española de 1936.
Toda la familia vivía en una vivienda muy pequeña que solo disponía solo de dos habitaciones, motivo por el cual en la casa sus padres, mantenían constantemente fuertes discusiones a diario, delante de sus hijos y del abuelo, motivadas por las condiciones de habitabilidad por la falta de espacio, que tenían que aguantar todos los habitantes de la casa, “por culpa del abuelo”, según la versión de su nuera Sofía.
Ella le insistía a su marido constantemente, en la urgencia de esa necesidad inmediata de tomar la decisión por el bien de todos, para ingresar al abuelo en una residencia para personas mayores y así poder disponer de más espacio para el resto de la familia y que los niños pequeños no tuvieran que aguantar las dificultades e inconveniencias que, debido a su edad generaba el abuelo. El ya empezaba a pensar que lo mejor sería irse de allí.
El padre ya estaba harto de tanta discusión familiar con su esposa y el trato entre ellos estaba generando problemas entre los dos, así empezó a informarse por ese tema, hasta que encontró una residencia cercana para ingresar a su padre y así podrían ir a verlo durante cualquier día de la semana.
Los padres convencieron al abuelo a regañadientes y se pusieron de acuerdo para hacerlo así, ya que también el abuelo era consciente de los problemas que generaba a toda la familia con su presencia en la casa.
Así que ese día por la tarde arreglaron al abuelo, le hicieron la maleta y prepararon todo lo necesario para cubrir sus necesidades en su nuevo destino.
El padre llamó a su hijo Manuel y le mandó a la habitación del abuelo para que trajera una manta para ponérsela en la maleta. El niño estaba muy enfadado desde que su padre le explicó que iban a llevar al abuelo a una residencia, así que subió a buscar la manta que su padre le había pedido y cuando se la dio a su padre, este le increpó de muy malas maneras, ¿por qué traes dos mantas?, yo solo te he pedido una.
Y mirándole a los ojos el hijo le contestó: ya lo sé padre, ya lo sé, es que la otra manta es para ti.
Para cuando tú seas viejo.
Autor anónimo.
No está copiado textualmente, solo recuerdo algunas frases, pero sí creo que en lo que he escrito es fiel todo el concepto que quería transmitir su autor.
Este relato me impactó cuando lo leí en un libro de la biblioteca de mi Escuela, cuando yo era niño en mi pueblo, Almadén - Ciudad Real - España.