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(XI) Luz (final)

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XI

La sala en la que entré
es de redondez perfecta
como el interior de un globo;
compuesta de una materia
diáfana como el cristal,
colmada de luz, completa.
La parte inferior descansa
sobre de arenosa alberca,
tibia y de color rojizo,
dulce y suave calor reina.
Esta sala circular
se nombra “Fuego de Arena”.

A este globo de cristal
miraba con extrañeza,
cuando un fenómeno nuevo
me excitó. Mi vista observa
salir del piso un vapor
naranja que me rodea.
Me levantó suavemente,
a gran altura me eleva,
poco a poco, se atenúa
y permite que descienda.

Estuve treinta y seis días
en lo alto de la esfera.
Vi cambiados los colores:
mi túnica, verde prenda,
se volvió rojo brillante.
Con la arena fue a la inversa,
perdió su color rojizo
y fue volviéndose negra.
Permanecí por tres días
después de que descendiera.

Entré a un vasto espacio,
áureas columnas rodean.
Al centro, en un pedestal,
un grupo que representa
la imagen de un hombre fuerte.
Su majestuosa cabeza
lleva un casco coronado
de plumas rojas cimera.
Mallas de oro su armadura,
debajo, azul vestimenta.

En una mano sostiene
blanca una vara, cubierta
por caracteres. La otra
tendida a su compañera.
No la cubría ropaje
en su seno centellea
áureo sol resplandeciente
y en su mano derecha
porta un anillo de oro
que a tres globos sujeta.
Una corona de flores
rojas, ciñe su melena.

Parece alzar al guerrero
que por los aires se eleva
ambas figuras flotando
llevadas por nubes eran.
Cuatro columnas de mármol
blanco, en torno rodean
al grupo representado.
Sobre capiteles, sendas
estatuas de bronce, se alzan
aladas y con trompetas.

Atravesé el lugar
subí por gradas de piedra;
en la sala de los tronos
me encontré con gran sorpresa
pues la sala en donde estaba
era la misma aquella
en la que al principio estuve
que de “La Sapiencia” fuera
Donde mismo estaba antes
altar triangular se encuentran
pájaro, altar y antorcha
en un cuerpo se concentran
Junto a ellos un sol de oro.

La espada que yo trajera
(la de la sala de fuego)
de uno de los tronos cerca
yacía sobre almohadones
que a unos pasos, se asientan.

Tomé la espada, y un golpe
asesté con fortaleza
al sol, lo reduje a polvo.
Lo toqué y cada molécula
se transformó en sol de oro
que al sol roto se asemeja.
Al instante voz potente
dijo: “¡La obra es perfecta!”,

A ese grito, enseguida
Hijos de la Luz se aprestan
a reunirse conmigo.
De inmortalidad las puertas
vi abrirse para mí.
“YO VI”, al quedar dispersa
la nube sobre mis ojos.
Para que su maestro fuera,
espíritus que presiden
los elementos, me aceptan.
 
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Reacciones: Roy
Jose Luis, leere a Zorrilla y otros clasicos, para acercarme a ese algo encantador que emana de sus versos. Alguna otra recomendacion que me haga la agradeceré. "No saber" me impide ver mis carencias. Gracias por todo lo que Usted hace por mi, asi sin más... estoy en deuda por su generocidad.
 

José Luis Blázquez

JURADO - MODERADOR de los Foros de Poética Clásica
Nada que agradecer, Margui. José Zorrilla es, para mí, el que ha compuesto mejores romances en nuestra lengua, y si tuviera que quedarme con uno sólo de ellos, elegiría el que lleva por título "A buen juez, mejor testigo": es una maravilla.

Tengo que decirte que me ha sorprendido muy gratamente tu creatividad, que en las obras que has compartido alcanza niveles muy meritorios. Paso este último romance a la fase de votación.

Un beso.
 

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