Jurcan Uriarte Pontleca
Miembro Conocido
BREVE OBSERVACION PARA EL “GÜEYISMO”
Ojala existiera “LA NO REAL ACADEMIA DE LAS BESTIAS MALHABLADAS”, donde se diera a conocer todas esas barbaridades del lenguaje utilizado por el ser humano, en este caso el habla castellana y en especial en lo que respecta a la expresión “güey”, y para su estudio simplemente: “GÜEYISMO”: el cual consideraríamos como (mexicanismo, actualmente utilizado por el populacho con énfasis a nivel nacional).
Quienes más lo emplean, parece no darse cuenta que de esa manera sacan a relucir su ignorancia, falta de cultura y sobre todo, la forma ridícula y vulgar de expresarse. ¡Es una verdadera lástima! Antes había muchísima diferencia entre el “hombre y la bestia”, actualmente hay bastante acercamiento entre ambos, en este caso nos referimos al “toro”; mamífero rumiante, que cuando ya está castrado o viejo se le denomina “buey”, (hasta eso, animal noble y trabajador), pero en México, país en el cual nos caracterizamos por descomponer las palabras y emplearlas como se nos dé la gana, ejem: al sustantivo, en el caso de este animal lo cambiamos por “güey”, éste lo utilizamos a la vez como un calificativo, que comúnmente es utilizado para ofender, ridiculizar o dirigirse a determinada persona, sin llamarla por su nombre. Ejemplo: a determinado individuo ya no se le llama Raúl, Mauricio, Andrés, etc., hoy, simplemente se le agrega el calificativo de “GÜEY”, es decir, se contrae el nombre propio para nombrarlo y a la vez calificarlo como “güey”. Anteriormente a Roberto, Luis, José, así como, Patricia, Beatriz, y tantos nombres cristianos y no cristianos, se les decía de cariño: Beto, Güicho, Pepe, Paty, Betty, etc., actualmente se les dice: “GÜEY”.
En principio, el individuo es el mismo animal, (perdón) la persona,--- creo que ya me confundí---, el primero (toro), es un semental que se ha dejado para procrear o para la lidia. El segundo (buey), es un animal que se castra para trabajos o faenas agrícolas. El tercero (güey), es otro “animal”, dizque racional y que se dice “hombre”, pero éste, con tal de lucirse y sobresalir inventa y difunde palabras, identificándose así como bestia, --- por las tarugadas y salvajadas que hace---, y a resumidas cuentas acepta ser “güey”, adjetivo que apenas si le queda, porque para trabajar, pagar sus deudas, cumplir con alguna obligación, --- no se diga como marido ---, un compromiso o para todo, simplemente “SE HACE GÜEY”.
No mencionamos el aspecto conyugal o sobre relaciones extramaritales, porque paradójicamente, en lo que se refiere al “adulterio”, por una parte, hace “güey” al amigo o conocido y, por otra parte, a él, también lo hacen “güey” ---cualquier parecido, mera coincidencia---.
Esto es preocupante y como personas “civilizadas y cultas, vamos a tratar de erradicar ese mal que nos ha invadido por lo menos al noventa por ciento de mexicanos. Esta es una pequeña observación. Incluso, por ahí algunos psicólogos y especialistas en el caso han manifestado que: “ya para qué, los padres de familia se preocupan por el nombre que llevará el descendiente, simplemente con que le pongan “güey”, y sus apellidos y todo está solucionado. Que sirva de mensaje. ¡Ojalá! Se difunda, ya que posiblemente sería el remedio ideal para terminar con el “GÜEYISMO”.
Ojala existiera “LA NO REAL ACADEMIA DE LAS BESTIAS MALHABLADAS”, donde se diera a conocer todas esas barbaridades del lenguaje utilizado por el ser humano, en este caso el habla castellana y en especial en lo que respecta a la expresión “güey”, y para su estudio simplemente: “GÜEYISMO”: el cual consideraríamos como (mexicanismo, actualmente utilizado por el populacho con énfasis a nivel nacional).
Quienes más lo emplean, parece no darse cuenta que de esa manera sacan a relucir su ignorancia, falta de cultura y sobre todo, la forma ridícula y vulgar de expresarse. ¡Es una verdadera lástima! Antes había muchísima diferencia entre el “hombre y la bestia”, actualmente hay bastante acercamiento entre ambos, en este caso nos referimos al “toro”; mamífero rumiante, que cuando ya está castrado o viejo se le denomina “buey”, (hasta eso, animal noble y trabajador), pero en México, país en el cual nos caracterizamos por descomponer las palabras y emplearlas como se nos dé la gana, ejem: al sustantivo, en el caso de este animal lo cambiamos por “güey”, éste lo utilizamos a la vez como un calificativo, que comúnmente es utilizado para ofender, ridiculizar o dirigirse a determinada persona, sin llamarla por su nombre. Ejemplo: a determinado individuo ya no se le llama Raúl, Mauricio, Andrés, etc., hoy, simplemente se le agrega el calificativo de “GÜEY”, es decir, se contrae el nombre propio para nombrarlo y a la vez calificarlo como “güey”. Anteriormente a Roberto, Luis, José, así como, Patricia, Beatriz, y tantos nombres cristianos y no cristianos, se les decía de cariño: Beto, Güicho, Pepe, Paty, Betty, etc., actualmente se les dice: “GÜEY”.
En principio, el individuo es el mismo animal, (perdón) la persona,--- creo que ya me confundí---, el primero (toro), es un semental que se ha dejado para procrear o para la lidia. El segundo (buey), es un animal que se castra para trabajos o faenas agrícolas. El tercero (güey), es otro “animal”, dizque racional y que se dice “hombre”, pero éste, con tal de lucirse y sobresalir inventa y difunde palabras, identificándose así como bestia, --- por las tarugadas y salvajadas que hace---, y a resumidas cuentas acepta ser “güey”, adjetivo que apenas si le queda, porque para trabajar, pagar sus deudas, cumplir con alguna obligación, --- no se diga como marido ---, un compromiso o para todo, simplemente “SE HACE GÜEY”.
No mencionamos el aspecto conyugal o sobre relaciones extramaritales, porque paradójicamente, en lo que se refiere al “adulterio”, por una parte, hace “güey” al amigo o conocido y, por otra parte, a él, también lo hacen “güey” ---cualquier parecido, mera coincidencia---.
Esto es preocupante y como personas “civilizadas y cultas, vamos a tratar de erradicar ese mal que nos ha invadido por lo menos al noventa por ciento de mexicanos. Esta es una pequeña observación. Incluso, por ahí algunos psicólogos y especialistas en el caso han manifestado que: “ya para qué, los padres de familia se preocupan por el nombre que llevará el descendiente, simplemente con que le pongan “güey”, y sus apellidos y todo está solucionado. Que sirva de mensaje. ¡Ojalá! Se difunda, ya que posiblemente sería el remedio ideal para terminar con el “GÜEYISMO”.
Última edición: