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ALMA OSCURA 1ª parte

Mi trabajo es muy aburrido, monótono, aunque muchas veces lo utilicé para ligar, las chicas se deben pensar que soy una especie de James Bond. Soy detective privado, y mis casos se reducen a maridos o esposas infieles, empleados desleales o que simulan una baja, e investigar al exmarido para comprobar si gana más de lo que declara y pedirle aumento de la pensión; rara vez toco un caso dedesaparición o robo que merezca la pena. Por eso me extraño tanto esa llamada desde el Paseo de la Gloria, la zona más exclusiva de Madrid, toda residencial y con vigilancia privada, situada en las afueras; no es el tipo de gente a la que suelo ofrecer mis servicios.
Mi seat León de tres años quedaba ridículo al entrar en la finca, más de diez hectáreas de fabulosos jardines y una mansión con tantos baños como ceniceros en mi casa. Me llevaron a un despacho“acogedor” que tendría cerca de cien metros cuadrados. Te daba miedo tocar alguno de los muebles, pues imaginaba que habrían pertenecido, como poco, a un gran duque o a un rey. No esperé mucho cuando entró el señor Arturo Ballurín. Tendría unos sesenta años, buena planta, uno noventa de altura, pelo canoso y abundante; la ropa que llevaba, con mucha elegancia, valía más que mi coche, solo el reloj de oro que lucía en la muñeca ya lo valía. Se sentó en el maravilloso sillón de cuero que estaba tras la mesa mientras se encendía un habano, en su dedo anular exhibía un sello de oro con un escudo de armas muy singular. Como nada dijo permanecí de pie.


-Así que usted es el señor Andres Tamayo.
-Efectivamente.
-Quiero contratarle para que averigüe que le pasa a mi mujer.
-Antes de continuar me gustaría preguntarle por qué pensó en mí para este cometido.
-Robaron en un almacén de mi propiedad y a un inspector que me vino a pedir el inventario de bienes le pregunté por un detective de confianza. Me parece que se llamaba Pepe...no me acuerdo de su apellido.


Pepe Mel, mi querido amigo. Estoy convencido de que el día que me muera resucitaré para vivir otra vida y pagarle todos los favores que le debo. Empezamos los dos a la vez en este mundillo, él a llegado a inspector y yo sigo siendo un detective de medio pelo.


-No se preocupe, no suelo trabajar por esta zona y me extrañó que me conociera. ¿Cual es el problema?
-Mi mujer esta muy cambiada. Siempre me ha dado su amor, su ternura y cariño. Es una mujer muy alegre, pero de un tiempo a esta parte se comporta de manera huraña, huidiza, diría que intenta evitarme.
-No quisiera incomodarle, pero por mi experiencia diría que encontró otro hombre.
-¡No sea estúpido! Si fuera otro hombre no tendría por que comportarse así. Ya sé que yo no le puedo dar todo lo que necesita, yo soy muy mayor y ella es una chica joven y guapa, pero otro hombre tampoco le podría dar la vida que le doy yo, no la niego ni un capricho y sabe que cuando yo me muera gran parte de toda mi fortuna irá a su bolsillo. No dudo que se haya revolcado algunas veces con otros hombres en estos años de matrimonio, pero no me ha importado, a mí me daba lo que necesitaba que es mucho más de lo que nadie me dio hasta ahora. Mi preocupación parte de que no sé por qué es.
-¿Y que supone que la pasa? ¿drogas, compañía, quizás una enfermedad?
-No lo sé, lo de la enfermedad también lo pensé yo, pero su médico me aseguró que nada la pasaba.


Me quedé un rato en silencio sopesando las posibilidades que se abrían.


-¿Acepta el caso?
-No veo impedimento.
-¿Cuantos son sus honorarios?


Le miré a los ojos antes de contestarle. Normalmente cobró cien euros al día o un cantidad por resolver el caso, pero me imaginé que este hombre no tendría problemas en aflojar el bolsillo si averiguaba que la pasaba a su esposa.


-Cobro trescientos euros al día más gastos, y una compensación si resuelvo satisfactoriamente el caso. La cantidad la pone usted.
-¿Que gastos?
-De momento la tendré que seguirla día y noche, eso me obligará a cambiar de coche cada dos días, alquilado claro, para que no se de cuenta. Si entra en algún restaurante, exposición, museo o cualquier otro recinto tendré que entrar yo también, y eso ocasiona gastos.
-No hay problema. En cuanto a la compensación no se preocupe, le aseguro que si averigua lo que la pasa no podrá olvidar mi regalo.


Un gusanillo me entró al oír eso, puede que hoy fuera mi día de suerte y por fin ascendiera en este mundillo.


-De acuerdo, necesito una foto de ella en que se la vea con claridad, matrículas y modelos de los vehículos que use, un listado de las llamadas que haya efectuado en los últimos meses desde su móvil o cualquier otro teléfono que use, y la dirección de los lugares que frecuente habitualmente. Mañana enviaré un mensajero a recoger todo. ¡Ah! También un teléfono suyo donde poder localizarle paradarle noticias.


Cuando salí por la puerta tenía la sensación de que me comería el mundo.Me sentía como un verdadero detective, de esos que salen en latelevisión. A la mañana siguiente envié al mensajero a recoger toda la información que pedí. Se me abrió la boca cuando vi su foto, era en una fiesta y lucía un traje de noche escotado y ajustado ¡Madre mía! Era toda una belleza, Lucía, con un cuerpo para hacer pecar al más casto de los hombres. Rondaría los 30 años, el viejo carcamal la había escogido para asegurarse que moriría en la cama.


Los primeros días me dediqué a seguirla e ir tomando nota de las personas con las que entraba en contacto como las peluqueras o el monitor del gim. Aproveché y comí excelentemente a costa del patrón, pues Lucía entraba en los mejores restaurantes de la ciudad, tenía muchos amigos y amigas, y sus acompañantes variaban todos los días. Les investigué por si había algo raro.


-¿Averiguó algo?
-Aun no señor Ballurín, de momento estoy investigando a todos sus conocidos y a la gente que tiene relación con ella, por si alguno tuviera alguna historia turbulenta, pero hasta ahora todo da negativo.
-¿Está seguro de proceder con acierto?
-La mejor manera de actuar es ir descartando posibilidades, pues a veces ocultan la verdad. Muchas veces, al eliminar lo que no es válido, la verdad aparece resplandeciente ante nuestros ojos.


Era una mujer rutinaria y puntual, así que me tenía todo el día detrásde ella sabiendo de antemano donde iría. Pasadas dos semanas fui incapaz de averiguar nada, me sentía frustrado. Me acomodé en el sillón de mi casa mientras me tomaba un bourbon y fumaba un cigarrillo. Me acordé de la frase tan rimbombante que le solté el otro día a mi cliente “la verdad aparece resplandeciente ante nuestros ojos” y decidí aplicarla. Saqué todas mis notas e intenté ver donde estaba el punto débil de mi investigación.¡Eureka!, como no me había dado cuenta, las noches, daba por hecho que en las noches dormiría en casa, pero me apostaría un dedo de mi mano que dormían en habitaciones separadas, y así le sería fácil escabullirse. Recogí mis cosas y me acerqué hasta la mansión. Me quedé mirando sus blancas paredes y sus innumerables ventanas mientras pensaba. Por la puerta principal le sería difícil salir, la podrían ver desde cualquier ventana de la casa. Me dí una vuelta rodeando la finca y encontré lo que buscaba. Una puerta trasera, me agaché sobre el camino de tierra y vi huellas recientes, serían deella, eran demasiado anchas y profundas para provocarlas los coches de los jardineros o las furgonetas de reparto, se adaptaban mejor a las del 4x4 que conducía ella. Esa noche me tocaba plantón.
Las noches eran frías, y después de dos horas de espera estaba helado. No podía usar la calefacción con el motor apagado. Salí del coche para sacudir un poco los pies en la acera y entrar en calor, gracias a ello pude ver la silueta de un coche que se acercaba a la puerta desde el interior de la finca con las luces apagadas. ¡Ahí está!. Una silueta, claramente de mujer, bajó del coche y abrió la puertade hierro. No arranqué el coche hasta que no empezó a moverse, y aun así lo hice con las luces apagadas hasta que salimos a la carretera. Se dirigió al centro de la ciudad, a una pequeña zona de callejuelas estrechas y casas muy antiguas. Aparcó el coche y se dirigió andando. Debía estar muy segura, pues ni una sola vez miró hacia atrás. Tardó casi un cuarto de hora en llegar a donde quería, era un viejo edificio, con aspecto de pequeña iglesia o ermita, aunque no mantenía ningún símbolo cristiano, salvo una pequeña cruz labrada en el pórtico desgastada por los años. Golpeó la pesada puerta con la aldaba; el sonido seco se expandió por el callejón produciéndome un pequeño estremecimiento. Se abrió, y una pequeña luz tenue se filtró por la ranura, apenas pude distinguir nada, entró y se volvió a cerrar. Me acerqué con la esperanza de poderme colar, pero la cerradura estaba cerrada desde dentro y la fachada carecía de ventanas o tragaluces. Me colé en los portales de al lado, pero tampoco vi puerta alguna que diera al interior. Salí de la calle donde el pequeño edificio estaba empotrado y me dirigí a la siguiente bocacalle, allí daba la parte trasera de la iglesia, pero mi suerte no cambió, solo disponía de un pequeño tragaluz en lo más alto, en ese suelo no debía dar el sol desde hacía siglos. Me aposté delante de la puerta principal, aguantando a todos los borrachos y fiesteros que pasaban, en el centro siempre es igual. Tras un par de horas vi salir Lucía y a una docena más de personas, que sin despedirse, cogieron direcciones diferentes a paso vivo.
Dormí mal esa noche, la cabeza no dejaba de darme vueltas. ¿Qué demonios harían allí esa gente? Tenían diferentes edades, vestían bien, ninguno daba tumbos señalando el uso de alcohol o drogas. ¿Qué les unía?. Al final me quedé dormido y desperté tarde. Desayuné copiosamente, la noche anterior no había cenado nada y las tripas me rugían, recogí mi viejo juego de ganzúas y me fui para la pequeña ermita. Esperé un rato en la puerta, pero nadie entró en el callejón ni ruido alguno salió del edificio. Me puse a trabajar la cerradura, cedió en unos minutos. Tuve que encender mi linterna, no disponía de luz eléctrica. Mis pasos sonaban huecos en el suelo empedrado sin poder evitarlo. Un montón de candelabros sostenían grandes velas con restos de haber sido usadas recientemente. Las fui encendiendo, su luz resultaba fantasmagórica en aquel recinto. Era diáfano, con unas cuantas columnas que sostenían las vigas y un altar en su centro. Me resultaba muy raro que estuviera situado allí. Vi que en el suelo había unos dibujos, los rodeaba un doble circulo, parecía la representación del horóscopo, salvo que eran otras figuras y un texto, que no sabía interpretar, enmarcaba todo del circulo exterior. En la pared del fondo había otro dibujo, parecía una puerta oval, con las mismas representaciones y textos que en el suelo. Saqué mi pequeña cámara digital y fotografié todo antes de abandonar la ermita y dejarla sin dejar huella.
Intenté buscar por internet los dibujos fotografiados, después de dos horas me quedé en blanco. Con el texto me pasó lo mismo. Harto de buscar decidí pedir ayuda.
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
Mi trabajo es muy aburrido, monótono, aunque muchas veces lo utilicé para ligar, las chicas se deben pensar que soy una especie de James Bond. Soy detective privado, y mis casos se reducen a maridos o esposas infieles, empleados desleales o que simulan una baja, e investigar al exmarido para comprobar si gana más de lo que declara y pedirle aumento de la pensión; rara vez toco un caso dedesaparición o robo que merezca la pena. Por eso me extraño tanto esa llamada desde el Paseo de la Gloria, la zona más exclusiva de Madrid, toda residencial y con vigilancia privada, situada en las afueras; no es el tipo de gente a la que suelo ofrecer mis servicios.
Mi seat León de tres años quedaba ridículo al entrar en la finca, más de diez hectáreas de fabulosos jardines y una mansión con tantos baños como ceniceros en mi casa. Me llevaron a un despacho“acogedor” que tendría cerca de cien metros cuadrados. Te daba miedo tocar alguno de los muebles, pues imaginaba que habrían pertenecido, como poco, a un gran duque o a un rey. No esperé mucho cuando entró el señor Arturo Ballurín. Tendría unos sesenta años, buena planta, uno noventa de altura, pelo canoso y abundante; la ropa que llevaba, con mucha elegancia, valía más que mi coche, solo el reloj de oro que lucía en la muñeca ya lo valía. Se sentó en el maravilloso sillón de cuero que estaba tras la mesa mientras se encendía un habano, en su dedo anular exhibía un sello de oro con un escudo de armas muy singular. Como nada dijo permanecí de pie.


-Así que usted es el señor Andres Tamayo.
-Efectivamente.
-Quiero contratarle para que averigüe que le pasa a mi mujer.
-Antes de continuar me gustaría preguntarle por qué pensó en mí para este cometido.
-Robaron en un almacén de mi propiedad y a un inspector que me vino a pedir el inventario de bienes le pregunté por un detective de confianza. Me parece que se llamaba Pepe...no me acuerdo de su apellido.


Pepe Mel, mi querido amigo. Estoy convencido de que el día que me muera resucitaré para vivir otra vida y pagarle todos los favores que le debo. Empezamos los dos a la vez en este mundillo, él a llegado a inspector y yo sigo siendo un detective de medio pelo.


-No se preocupe, no suelo trabajar por esta zona y me extrañó que me conociera. ¿Cual es el problema?
-Mi mujer esta muy cambiada. Siempre me ha dado su amor, su ternura y cariño. Es una mujer muy alegre, pero de un tiempo a esta parte se comporta de manera huraña, huidiza, diría que intenta evitarme.
-No quisiera incomodarle, pero por mi experiencia diría que encontró otro hombre.
-¡No sea estúpido! Si fuera otro hombre no tendría por que comportarse así. Ya sé que yo no le puedo dar todo lo que necesita, yo soy muy mayor y ella es una chica joven y guapa, pero otro hombre tampoco le podría dar la vida que le doy yo, no la niego ni un capricho y sabe que cuando yo me muera gran parte de toda mi fortuna irá a su bolsillo. No dudo que se haya revolcado algunas veces con otros hombres en estos años de matrimonio, pero no me ha importado, a mí me daba lo que necesitaba que es mucho más de lo que nadie me dio hasta ahora. Mi preocupación parte de que no sé por qué es.
-¿Y que supone que la pasa? ¿drogas, compañía, quizás una enfermedad?
-No lo sé, lo de la enfermedad también lo pensé yo, pero su médico me aseguró que nada la pasaba.


Me quedé un rato en silencio sopesando las posibilidades que se abrían.


-¿Acepta el caso?
-No veo impedimento.
-¿Cuantos son sus honorarios?


Le miré a los ojos antes de contestarle. Normalmente cobró cien euros al día o un cantidad por resolver el caso, pero me imaginé que este hombre no tendría problemas en aflojar el bolsillo si averiguaba que la pasaba a su esposa.


-Cobro trescientos euros al día más gastos, y una compensación si resuelvo satisfactoriamente el caso. La cantidad la pone usted.
-¿Que gastos?
-De momento la tendré que seguirla día y noche, eso me obligará a cambiar de coche cada dos días, alquilado claro, para que no se de cuenta. Si entra en algún restaurante, exposición, museo o cualquier otro recinto tendré que entrar yo también, y eso ocasiona gastos.
-No hay problema. En cuanto a la compensación no se preocupe, le aseguro que si averigua lo que la pasa no podrá olvidar mi regalo.


Un gusanillo me entró al oír eso, puede que hoy fuera mi día de suerte y por fin ascendiera en este mundillo.


-De acuerdo, necesito una foto de ella en que se la vea con claridad, matrículas y modelos de los vehículos que use, un listado de las llamadas que haya efectuado en los últimos meses desde su móvil o cualquier otro teléfono que use, y la dirección de los lugares que frecuente habitualmente. Mañana enviaré un mensajero a recoger todo. ¡Ah! También un teléfono suyo donde poder localizarle paradarle noticias.


Cuando salí por la puerta tenía la sensación de que me comería el mundo.Me sentía como un verdadero detective, de esos que salen en latelevisión. A la mañana siguiente envié al mensajero a recoger toda la información que pedí. Se me abrió la boca cuando vi su foto, era en una fiesta y lucía un traje de noche escotado y ajustado ¡Madre mía! Era toda una belleza, Lucía, con un cuerpo para hacer pecar al más casto de los hombres. Rondaría los 30 años, el viejo carcamal la había escogido para asegurarse que moriría en la cama.


Los primeros días me dediqué a seguirla e ir tomando nota de las personas con las que entraba en contacto como las peluqueras o el monitor del gim. Aproveché y comí excelentemente a costa del patrón, pues Lucía entraba en los mejores restaurantes de la ciudad, tenía muchos amigos y amigas, y sus acompañantes variaban todos los días. Les investigué por si había algo raro.


-¿Averiguó algo?
-Aun no señor Ballurín, de momento estoy investigando a todos sus conocidos y a la gente que tiene relación con ella, por si alguno tuviera alguna historia turbulenta, pero hasta ahora todo da negativo.
-¿Está seguro de proceder con acierto?
-La mejor manera de actuar es ir descartando posibilidades, pues a veces ocultan la verdad. Muchas veces, al eliminar lo que no es válido, la verdad aparece resplandeciente ante nuestros ojos.


Era una mujer rutinaria y puntual, así que me tenía todo el día detrásde ella sabiendo de antemano donde iría. Pasadas dos semanas fui incapaz de averiguar nada, me sentía frustrado. Me acomodé en el sillón de mi casa mientras me tomaba un bourbon y fumaba un cigarrillo. Me acordé de la frase tan rimbombante que le solté el otro día a mi cliente “la verdad aparece resplandeciente ante nuestros ojos” y decidí aplicarla. Saqué todas mis notas e intenté ver donde estaba el punto débil de mi investigación.¡Eureka!, como no me había dado cuenta, las noches, daba por hecho que en las noches dormiría en casa, pero me apostaría un dedo de mi mano que dormían en habitaciones separadas, y así le sería fácil escabullirse. Recogí mis cosas y me acerqué hasta la mansión. Me quedé mirando sus blancas paredes y sus innumerables ventanas mientras pensaba. Por la puerta principal le sería difícil salir, la podrían ver desde cualquier ventana de la casa. Me dí una vuelta rodeando la finca y encontré lo que buscaba. Una puerta trasera, me agaché sobre el camino de tierra y vi huellas recientes, serían deella, eran demasiado anchas y profundas para provocarlas los coches de los jardineros o las furgonetas de reparto, se adaptaban mejor a las del 4x4 que conducía ella. Esa noche me tocaba plantón.
Las noches eran frías, y después de dos horas de espera estaba helado. No podía usar la calefacción con el motor apagado. Salí del coche para sacudir un poco los pies en la acera y entrar en calor, gracias a ello pude ver la silueta de un coche que se acercaba a la puerta desde el interior de la finca con las luces apagadas. ¡Ahí está!. Una silueta, claramente de mujer, bajó del coche y abrió la puertade hierro. No arranqué el coche hasta que no empezó a moverse, y aun así lo hice con las luces apagadas hasta que salimos a la carretera. Se dirigió al centro de la ciudad, a una pequeña zona de callejuelas estrechas y casas muy antiguas. Aparcó el coche y se dirigió andando. Debía estar muy segura, pues ni una sola vez miró hacia atrás. Tardó casi un cuarto de hora en llegar a donde quería, era un viejo edificio, con aspecto de pequeña iglesia o ermita, aunque no mantenía ningún símbolo cristiano, salvo una pequeña cruz labrada en el pórtico desgastada por los años. Golpeó la pesada puerta con la aldaba; el sonido seco se expandió por el callejón produciéndome un pequeño estremecimiento. Se abrió, y una pequeña luz tenue se filtró por la ranura, apenas pude distinguir nada, entró y se volvió a cerrar. Me acerqué con la esperanza de poderme colar, pero la cerradura estaba cerrada desde dentro y la fachada carecía de ventanas o tragaluces. Me colé en los portales de al lado, pero tampoco vi puerta alguna que diera al interior. Salí de la calle donde el pequeño edificio estaba empotrado y me dirigí a la siguiente bocacalle, allí daba la parte trasera de la iglesia, pero mi suerte no cambió, solo disponía de un pequeño tragaluz en lo más alto, en ese suelo no debía dar el sol desde hacía siglos. Me aposté delante de la puerta principal, aguantando a todos los borrachos y fiesteros que pasaban, en el centro siempre es igual. Tras un par de horas vi salir Lucía y a una docena más de personas, que sin despedirse, cogieron direcciones diferentes a paso vivo.
Dormí mal esa noche, la cabeza no dejaba de darme vueltas. ¿Qué demonios harían allí esa gente? Tenían diferentes edades, vestían bien, ninguno daba tumbos señalando el uso de alcohol o drogas. ¿Qué les unía?. Al final me quedé dormido y desperté tarde. Desayuné copiosamente, la noche anterior no había cenado nada y las tripas me rugían, recogí mi viejo juego de ganzúas y me fui para la pequeña ermita. Esperé un rato en la puerta, pero nadie entró en el callejón ni ruido alguno salió del edificio. Me puse a trabajar la cerradura, cedió en unos minutos. Tuve que encender mi linterna, no disponía de luz eléctrica. Mis pasos sonaban huecos en el suelo empedrado sin poder evitarlo. Un montón de candelabros sostenían grandes velas con restos de haber sido usadas recientemente. Las fui encendiendo, su luz resultaba fantasmagórica en aquel recinto. Era diáfano, con unas cuantas columnas que sostenían las vigas y un altar en su centro. Me resultaba muy raro que estuviera situado allí. Vi que en el suelo había unos dibujos, los rodeaba un doble circulo, parecía la representación del horóscopo, salvo que eran otras figuras y un texto, que no sabía interpretar, enmarcaba todo del circulo exterior. En la pared del fondo había otro dibujo, parecía una puerta oval, con las mismas representaciones y textos que en el suelo. Saqué mi pequeña cámara digital y fotografié todo antes de abandonar la ermita y dejarla sin dejar huella.
Intenté buscar por internet los dibujos fotografiados, después de dos horas me quedé en blanco. Con el texto me pasó lo mismo. Harto de buscar decidí pedir ayuda.

Wowwww que prometedor relato,me tiene enganchada quiero saber que hacía allí Lucia y que era ese lugar y que abierto el marido te dire jajaj,esta buenisima,así que me voy volando a la segunda parte,besos.
 

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