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Anécdotas de un poeta - Las enamoradas

Es un suceso muy común que nos ocurre a todos los poetas el que haya mujeres, quizás también hombres pero a mí no se me ha dado el caso que sepa, que se enamoran de ellos a través de sus versos sobre todo si se trata de poetas románticos.

Es de suponer que a las poetisas les suceda lo mismo, aunque como los varones solemos tener menos sensibilidad para el amor nos interesa más que sean guapas y atractivas que el que expresen sentimientos hermosos.

Mientras se es joven esta atracción ejercida por nuestros poemas puede convertirse en apasionados romances que, normalmente, duran poco tiempo porque aquella sublimación de nuestra poética personalidad se disipa muy pronto y la dama comprueba que el poeta es a la postre un hombre como cualquier otro, con sus mismas virtudes y defectos y que el hecho de que a través de sus versos pueda expresarse cautivadoramente luego también ronca. :)
Eso, tratándose de poetas jóvenes. Que cuando ya se alcanza una cierta edad el desengaño es mayor.
¿Cuántas chiquillas de quince años se habrán enamorado de Gustavo Adolfo Bécquer leyendo sus Rimas y contemplando su retrato? Y qué pocas lo habrán hecho de Antonio Machado, famoso ya en su edad madura.
Pero poseedor de un gran amor que dicen que fue platónico totalmente con su Guiomar.Aunque, personalmente, creo muy poco en eso de los amores platónicos.

Partiendo de que ya creo poco en la amistad entre mujeres y hombres, al menos en mi época juvenil y posterior, ya imaginarán que más que poco creo poquísimo. Si no llegó a consumarse sería por alguna razón que desconozco o quizás porque las costumbres sociales de aquella época lo impidieron, aunque amantes se han tenido siempre con el beneplácito o no de la sociedad. Si se era rico, totalmente consentido. Si se era pobre se convertía en un “lío”.

Damas adineradas que presumían de tener “admiradores” a los que concedían sus encantos las ha habido a patadas; la misma Emperatriz Josephina, la esposa de Napoleón, perteneció a esa clase de mujeres y ni ella se avergonzaba de su pasado ni el mismísimo Napoleón tampoco. Al menos, de boquilla. ;)
Pero estoy hablando de poetas, dejemos en paz al Emperador de los franceses.

Algunas de mis lectoras, que a través de los años me han manifestado unos sentimientos que les habían hecho surgir mis poemas, luego – cuando me han llegado a conocer en persona - se han llevado una gran desilusión. No todo eran rimas hermosas, aquel poeta también roncaba como he dicho y tenía la fea costumbre de comer tres veces al día por lo menos. Y también otras necesidades que sería absurdo explicarlas.

Aunque a aquellas “musas” les sucedía idénticamente lo mismo: Se trataba de mujeres normales y corrientes, con mayor o menor sensibilidad y cultura, pero a la postre igual que todas. También roncaban.
Es por ello que sugiero, ¡Dios me libre de dar consejos!, a las lectoras de bellos poemas que no cometan el error de enamorarse de quien los escribió si no de su obra.

El poeta se hace viejo y muere, sus versos no tienen por qué hacerlo.


Háganme caso, señoras, que luego se pueden llevar un chasco.


¡Hasta pronto!
 

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