Yaneth Hernández
Miembro Conocido
Aunque mis manos se cubran de nada,
y una muerte apocalíptica en puerta espera,
te siento cercana a los latidos de mi existencia,
y sé que el tiempo comienza a encorvar
mi sombra, y los recuerdos son más incisivos.
Te siento cerca de mis céfiros
y un nudo de insolente pasión me incomoda.
En el horóscopo, que pinta la noche,
con sus miserias luces, te enervas
con lánguido olvido, y un par
de jubilosos besos, quedan en la cocina,
esperando la sazón de tu boca.
La única lealtad que tengo, es la soledad,
me invita a pescar angustias, mientras
Ella Fitzgerald canta extraviada en las nubes,
es como si de repente me encontrase
en una calle sin futuro,
quizá Sartre, de un modo efímero, también
contempló algunas que nunca indultó.
Ahora, presiento tus pasos borrachos
de desvelos, tal vez encienda un cigarrillo
tome un café, y me encuentre con Saramago
cuando te mire el rostro, encallado por el hambre
del desespero, y esas ganas que maldicen tus ojos,
al pretender volver, cuando ya mi mundo,
lo aniquilaste con circense pedantería.
Aunque mis manos se cubran de nada,
sigo ambicionando, los huecos de tu curvatura.
Derechos reservados
y una muerte apocalíptica en puerta espera,
te siento cercana a los latidos de mi existencia,
y sé que el tiempo comienza a encorvar
mi sombra, y los recuerdos son más incisivos.
Te siento cerca de mis céfiros
y un nudo de insolente pasión me incomoda.
En el horóscopo, que pinta la noche,
con sus miserias luces, te enervas
con lánguido olvido, y un par
de jubilosos besos, quedan en la cocina,
esperando la sazón de tu boca.
La única lealtad que tengo, es la soledad,
me invita a pescar angustias, mientras
Ella Fitzgerald canta extraviada en las nubes,
es como si de repente me encontrase
en una calle sin futuro,
quizá Sartre, de un modo efímero, también
contempló algunas que nunca indultó.
Ahora, presiento tus pasos borrachos
de desvelos, tal vez encienda un cigarrillo
tome un café, y me encuentre con Saramago
cuando te mire el rostro, encallado por el hambre
del desespero, y esas ganas que maldicen tus ojos,
al pretender volver, cuando ya mi mundo,
lo aniquilaste con circense pedantería.
Aunque mis manos se cubran de nada,
sigo ambicionando, los huecos de tu curvatura.
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