Mientras afuera las nubes lloran su pérdida dejando caer sus lágrimas de manera estruendosa, y la tierra al enjugarlas adquiere ese aroma a tierra mojada que tanto amó él en vida, adentro, el grácil aroma de los crisantemos se une al frágil olor de las rosas y los claveles,  para llenar de un cordial perfume a aquella casona, la cual está abarrotada de visitantes.
Todos han venido para presentarle sus respetos a Don Fernando. Hombres y mujeres de diferentes estratos sociales están presentes. La vieja casa se ve atiborrada de personas, desde la escalinata que da acceso a la antigua construcción, hasta el señorial salón principal, por todos lados, en cada aposento, los visitantes se encuentran hincados, unos junto a otros, todos unidos en oración, participando fervorosamente del rosario que está a punto de terminar.
Ya no es posible meter un alma más en esta vetusta residencia, sin embargo, siguen llegando amigos de Don Fernando, fieles amigos, también trabajadores de la mina, aquellos a los que siempre llamó compañeros o socios, y todo aquel que en un momento de su vida conoció al ilustre caballero que hoy se está velando. La presencia de todos ellos demuestra la probidad y calidad moral indiscutible que lo acompañaron toda su vida.
Don Fernando, o mejor dicho, Fernando, que es como se hacía llamar por quienes lo conocían y quien llevara en vida el nombre de Fernando de La Palma y Salmerón, supo cultivar durante sus 86 años de vida, la amistad en grado sumo, la caridad hacia el prójimo desprotegido y una inacabable devoción por el ser humano.
Fernando, quien hasta el día de hoy ha sido el dueño de la mina de carbón “La Real”, nombre que dio a su beneficio de carbón, no por considerarla parte de la realeza, o por sentirse él miembro de la misma, sino más bien, por que gracias a ella, todas aquellas familias que tenían algún miembro trabajando allí, lograban hacer realidad sus sueños, de la misma manera que él lo lograra varios años atrás.
Pues bien, Fernando fue hijo de un caballero español poseedor de gran abolengo, Don Fernando de La Palma Chigorroitea y una dama de familia con posición social mejor que la posición económica que ostentaba, Doña Alma Rosa Salmerón Márquez.
Habiendo sido un señorito como muchos otros, nuestro Fernando, a la edad de diez y seis años, se encuentra en la encrucijada económica que, la imprevisión de su padre, aunada al gran gusto que tenía por los juegos de naipes, dejó a la familia sin futuro ni presente, sin capacidad económica y totalmente desprotegida, todo ello, a raíz de que se voló la capa de los sesos, al ver que no podía pagar sus múltiples deudas de juego. Y siendo hombre que siempre había demostrado muy alta dignidad, su resolución, como muchos otros ya lo habían hecho antes, fue quitarse la vida.
Por esto, Fernando, el amigo al que todos hoy venimos a despedir, desde el primer instante mostró tener un carácter firme y decisivo, inmediatamente después de enterrar a su padre, tomó las riendas del destino de la familia, liquidó con el producto de la venta de la casona y los terrenos que a su familia habían pertenecido por varias generaciones, las deudas contraídas por su progenitor, Librando no solamente la dignidad de aquel, que si bien ya había sido librada con el acto de quitarse la vida, también libró su propia dignidad, la de su madre y la de sus dos hermanas, liquidando hasta el último céntimo que pudiera serle reclamado.
Una vez hechos todos los trámites, Fernando abandonó lo que había sido su mundo durante sus primeros 16 años de vida, llevando con él a su madre y a sus dos hermanas, y dedicándose desde el primer momento al sostenimiento de la familia, con una resolución y determinación férreas.
Estas características personales lo llevaron toda su vida a hacer cosas que, a los ojos de muchas personas, resultaban extrañas o inverosímiles. Ayer mismo, cual si supiese que no le quedaba más tiempo, ha llamado a varios de sus amigos, al señor alcalde, al jefe de la policía, a su sobrina, a su hermana y a todos cuantos él consideró necesarios para el acto que tenía planeado, para que se leyera su testamento, el cual, aunque ya tenía muchos años de haberse redactado y casi todos sabíamos su contenido y disposiciones, él, haciendo las cosas de la manera que siempre lo caracterizó, al sentir que la vida ya se le escapaba entre las manos, quiso ser testigo de la lectura de su última voluntad.
En cuanto se hubieron reunido todos, ya con la voz cascada por la edad, tan frágil como la tenía por la enfermedad, él mismo inició el acto con las siguientes palabras:
Amigos, familiares y autoridades, quiero que todos sepan y estén consientes de que mi testamento ha sido redactado desde hace más de diez años, y que cada año, el Señor notario Vareliza, quien siempre ha sido mi amigo, a quien he delegado el puesto de consejero en los aspectos jurídicos y de consultor en lo moral, junto conmigo revisa su contenido, con lo cual siempre quedo asegurado de que mis últimas disposiciones sean cumplidas y sobre todo, que ellas no dañen a nadie. Por ello, quisiera que pusieran mucha atención y que tomando en cuenta que desde el principio he deseado construir un capital, no para lograr mi tranquilidad y grandeza o la de los míos, sino para todo aquel que necesite una oportunidad y venga a buscarla, tenga la seguridad de que aquí, en La Real, la encontrará.
Así empezó aquella singular reunión y mostrando los signos del agotamiento por el esfuerzo realizado, cedió la palabra a su amigo y consejero El Licenciado Vareliza, quien siguiendo el protocolo que su investidura le obliga, dio lectura al testamento de Fernando. Larga resulto la sesión, durante toda ella fue expuesto con lujo de detalles cada uno de los puntos que Fernando quería que se cumpliesen, informando a los oyentes de sus deseos, también de los motivos por los cuales había llegado a determinar cada uno de ellos y sobre todo, lo que deseaba alcanzar con cada uno y con todos en conjunto. Curiosamente, al terminar la lectura, cuando Vareliza posó su mirada sobre su amigo, lo adivino muerto y en su rostro se dibujaba una sonrisa de satisfacción y beneplácito.
								Todos han venido para presentarle sus respetos a Don Fernando. Hombres y mujeres de diferentes estratos sociales están presentes. La vieja casa se ve atiborrada de personas, desde la escalinata que da acceso a la antigua construcción, hasta el señorial salón principal, por todos lados, en cada aposento, los visitantes se encuentran hincados, unos junto a otros, todos unidos en oración, participando fervorosamente del rosario que está a punto de terminar.
Ya no es posible meter un alma más en esta vetusta residencia, sin embargo, siguen llegando amigos de Don Fernando, fieles amigos, también trabajadores de la mina, aquellos a los que siempre llamó compañeros o socios, y todo aquel que en un momento de su vida conoció al ilustre caballero que hoy se está velando. La presencia de todos ellos demuestra la probidad y calidad moral indiscutible que lo acompañaron toda su vida.
Don Fernando, o mejor dicho, Fernando, que es como se hacía llamar por quienes lo conocían y quien llevara en vida el nombre de Fernando de La Palma y Salmerón, supo cultivar durante sus 86 años de vida, la amistad en grado sumo, la caridad hacia el prójimo desprotegido y una inacabable devoción por el ser humano.
Fernando, quien hasta el día de hoy ha sido el dueño de la mina de carbón “La Real”, nombre que dio a su beneficio de carbón, no por considerarla parte de la realeza, o por sentirse él miembro de la misma, sino más bien, por que gracias a ella, todas aquellas familias que tenían algún miembro trabajando allí, lograban hacer realidad sus sueños, de la misma manera que él lo lograra varios años atrás.
Pues bien, Fernando fue hijo de un caballero español poseedor de gran abolengo, Don Fernando de La Palma Chigorroitea y una dama de familia con posición social mejor que la posición económica que ostentaba, Doña Alma Rosa Salmerón Márquez.
Habiendo sido un señorito como muchos otros, nuestro Fernando, a la edad de diez y seis años, se encuentra en la encrucijada económica que, la imprevisión de su padre, aunada al gran gusto que tenía por los juegos de naipes, dejó a la familia sin futuro ni presente, sin capacidad económica y totalmente desprotegida, todo ello, a raíz de que se voló la capa de los sesos, al ver que no podía pagar sus múltiples deudas de juego. Y siendo hombre que siempre había demostrado muy alta dignidad, su resolución, como muchos otros ya lo habían hecho antes, fue quitarse la vida.
Por esto, Fernando, el amigo al que todos hoy venimos a despedir, desde el primer instante mostró tener un carácter firme y decisivo, inmediatamente después de enterrar a su padre, tomó las riendas del destino de la familia, liquidó con el producto de la venta de la casona y los terrenos que a su familia habían pertenecido por varias generaciones, las deudas contraídas por su progenitor, Librando no solamente la dignidad de aquel, que si bien ya había sido librada con el acto de quitarse la vida, también libró su propia dignidad, la de su madre y la de sus dos hermanas, liquidando hasta el último céntimo que pudiera serle reclamado.
Una vez hechos todos los trámites, Fernando abandonó lo que había sido su mundo durante sus primeros 16 años de vida, llevando con él a su madre y a sus dos hermanas, y dedicándose desde el primer momento al sostenimiento de la familia, con una resolución y determinación férreas.
Estas características personales lo llevaron toda su vida a hacer cosas que, a los ojos de muchas personas, resultaban extrañas o inverosímiles. Ayer mismo, cual si supiese que no le quedaba más tiempo, ha llamado a varios de sus amigos, al señor alcalde, al jefe de la policía, a su sobrina, a su hermana y a todos cuantos él consideró necesarios para el acto que tenía planeado, para que se leyera su testamento, el cual, aunque ya tenía muchos años de haberse redactado y casi todos sabíamos su contenido y disposiciones, él, haciendo las cosas de la manera que siempre lo caracterizó, al sentir que la vida ya se le escapaba entre las manos, quiso ser testigo de la lectura de su última voluntad.
En cuanto se hubieron reunido todos, ya con la voz cascada por la edad, tan frágil como la tenía por la enfermedad, él mismo inició el acto con las siguientes palabras:
Amigos, familiares y autoridades, quiero que todos sepan y estén consientes de que mi testamento ha sido redactado desde hace más de diez años, y que cada año, el Señor notario Vareliza, quien siempre ha sido mi amigo, a quien he delegado el puesto de consejero en los aspectos jurídicos y de consultor en lo moral, junto conmigo revisa su contenido, con lo cual siempre quedo asegurado de que mis últimas disposiciones sean cumplidas y sobre todo, que ellas no dañen a nadie. Por ello, quisiera que pusieran mucha atención y que tomando en cuenta que desde el principio he deseado construir un capital, no para lograr mi tranquilidad y grandeza o la de los míos, sino para todo aquel que necesite una oportunidad y venga a buscarla, tenga la seguridad de que aquí, en La Real, la encontrará.
Así empezó aquella singular reunión y mostrando los signos del agotamiento por el esfuerzo realizado, cedió la palabra a su amigo y consejero El Licenciado Vareliza, quien siguiendo el protocolo que su investidura le obliga, dio lectura al testamento de Fernando. Larga resulto la sesión, durante toda ella fue expuesto con lujo de detalles cada uno de los puntos que Fernando quería que se cumpliesen, informando a los oyentes de sus deseos, también de los motivos por los cuales había llegado a determinar cada uno de ellos y sobre todo, lo que deseaba alcanzar con cada uno y con todos en conjunto. Curiosamente, al terminar la lectura, cuando Vareliza posó su mirada sobre su amigo, lo adivino muerto y en su rostro se dibujaba una sonrisa de satisfacción y beneplácito.
 
				 
 
		 
                                 
                                 
                                 
                                 
                                 
 
		 
                                 
                                 
                                 
                                 
 
		 
                                 
                                