Carlos Ariel Albornoz
Miembro Conocido
Por una Cruz en la cima,
contemplada desde lejos,
recuerdan muchos con susto
al difunto en campo abierto.
—¡Ahí jamás he de dormir!
pensó nervioso un arriero
y con paso decidido
quiso rodear el Cerro.
Sintió la noche llegando,
urdimbre de los misterios
que teje ponchos de bruma,
tornando el valle siniestro.
Temblaban las cortaderas
agitando sus plumeros,
un puñado de cuestiones
se le clavaron por dentro:
—¿Serán los silbidos tristes
del ánima en sus tormentos?
¿Tal vez alguna alimaña
que permanece al acecho?
Quizás tan sólo se trate
del beso helado del viento...
Después de un tiempo prudente
dispuso entregarse al sueño,
bien emponchado aquel criollo
y recostado en el suelo.
Despertó de madrugada,
los ojos abrió en silencio,
divisó su cabecera
exclamando a voz en cuello:
—¡Dormí a los pies de la Cruz
después de tantos rodeos!
Carlos Ariel Albornoz
Oliva, Córdoba, Argentina.
contemplada desde lejos,
recuerdan muchos con susto
al difunto en campo abierto.
—¡Ahí jamás he de dormir!
pensó nervioso un arriero
y con paso decidido
quiso rodear el Cerro.
Sintió la noche llegando,
urdimbre de los misterios
que teje ponchos de bruma,
tornando el valle siniestro.
Temblaban las cortaderas
agitando sus plumeros,
un puñado de cuestiones
se le clavaron por dentro:
—¿Serán los silbidos tristes
del ánima en sus tormentos?
¿Tal vez alguna alimaña
que permanece al acecho?
Quizás tan sólo se trate
del beso helado del viento...
Después de un tiempo prudente
dispuso entregarse al sueño,
bien emponchado aquel criollo
y recostado en el suelo.
Despertó de madrugada,
los ojos abrió en silencio,
divisó su cabecera
exclamando a voz en cuello:
—¡Dormí a los pies de la Cruz
después de tantos rodeos!
Carlos Ariel Albornoz
Oliva, Córdoba, Argentina.
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