Francisco Rubén Jorquera
Miembro Conocido
Con motivo de la mudanza, olvidé guardar y llevar la loza blanca de mi esposa María Angélica Martínez Ortiz , ustedes saben lo que significa mantener un juego de loza intacto por muchos años, uno les va agarrando cariño a los cacharros, si se pierde alguna pieza es casi como una tragedia...
Afortunadamente la dueña de la casa las encontró y se las fue entregando de a poco... así nació esta historia.
1.- La Docena Descarriada de Quilpué
Doce tazas, blancas, pulcras, de lo más convencional,
quedaron en Quilpué, solitas, al mudarnos al puerto principal.
Mi esposa suspiraba: "¡Ay, qué pena tan inmensa!
¡Nuestras tazas del desayuno, abandonadas en la despensa!"
"¿Quién las tomará ahora?", lloriqueaba con dolor,
"¿Serán plato de algún gato o jarrón para una flor?
¡Eran tan buenas compañeras, tan fieles y tan serenas,
ahora están en esa casa, pobrecitas, tan ajenas!"
Imaginé a las doce tazas, formando un club extraño,
discutiendo en la alacena: "¡Nos dejaron por un año!
¡Y encima en Valparaíso! ¡Con sus cerros y su viento!
¡Aquí al menos estábamos tranquilas, sin movimiento!"
Una, la más melodramática, sollozaba en el estante:
"¡Ay, que prefirieron las de cerámica con dibujos de diamante!
¡Yo que era tan buena conteniendo el té de la delicia...
¡Ahora soy un triste adorno, ni un cafecito con malicia!"
Otra, la más aventurera, soñaba con fugas locas:
"¡Podríamos rodar cerro abajo, como valientes rocas!
¡Llegar al puerto de noche, sorprenderlos en su sillón!"
(¡Pero doce tazas rodando causarían una invasión!).
Mi esposa sigue recordándolas, con un dejo de tristeza,
mientras toma su café en Valpo, con otra taza traviesa.
Le digo, para animarla, con un guiño y un suspiro:
"Querida, piensa que allá tienen... ¡todo el polvo del Retiro!
Allá en Quilpué, las blancas, libres de lavar platos,
quizás son reinas del mueble, ¡o conversan con los gatos!
No sufras por doce tazas que olvidamos en la prisa,
¡Mira las nuevas que tenemos, que son toda una sonrisa!
Y si extrañas su blancura, su sencillez sin igual,
recuerda: en cada escalera de Valpo, ¡existe una oportunidad!
De encontrar tazas con historia, con colores, con salitre...
¡Doce nuevas aventuras para el té o el cafecito!
Así que, doce blancas damas, allá en su exilio quieto,
¡brinden por nosotros desde Quilpué, con aire muy discreto!
Nosotros, en el puerto loco, entre olas y cerros altos,
¡brindamos con tazas nuevas, que no temen ni a los saltos!"
2.- La Caravana Blanca (o: Doce Viajes, Doce Sellos)
Doce tazas abandonadas en Quilpué, solteronas,
La dueña dijo: "¡Las encontré! ¡Bajo la escalera, y entre unas lonas!
Pero no teman, Angelita triste, que su pena se disipe...
¡Las enviaré de a una en una... como gotitas de equipé!"
"¿De a una?", dijo mi esposa, entre la risa y el asombro,
"¿Será un servicio postal... o un ritual de algún trasnombre?
¿Por qué no juntan en una caja, con papel y con esmero?"
"¡Es que son doce sobres distintos!" dijo la dueña... "¡El mundo es feroz y burocrático!"
---
Llegó la primera en septiembre, con matasellos de Quillota,
envuelta en un diario de los ‘90 y un poco... cocoroca.
Mi esposa la abrazó: "¡Blanca N°1! ¡Te extrañé, mi querida loca!"
La taza, muda, parecía decir: "¿Y las otras 11? ¡Poca cosa!"
En octubre, la N°3 (¡la 2 se perdió en Renca!),
llegó con un bigote dibujado... "¿Fue el cartero? ¿Fue una tenca?"
Mi esposa suspiró: "Parece que cada una elige su aventura...
¡La N°7 dice el tracking... que está en la Aduana de la cordillera!"
La N°5 llegó en diciembre, con stickers de un equipo de fútbol,
la N°9 en febrero... ¡en un buzón prestado, con mucho tul!
La dueña manda WhatsApps: "Hoy salió la N°10, ¡cuidado con el umbral!
...y la N°4 la tiene mi tía, que se fue de crucero a Punta Arenas."
Mi esposa ya no llora, ahora ríe con cada entrega:
"¡Es un reality show de tazas! ¿Cuál será la que nos venga?
¿Llegará la N°6 con arena? ¿Vendrá la N°12 con un gato?
¡La N°8 trajo una factura... de envío más cara que un zapato!"
Doce meses, doce sobres, doce aventuras postales,
doce blancas peregrinas cruzando cerros y malezales.
La dueña es una santa con paciencia de postalera,
¡y mi esposa tiene ahora... una colección slow motion... hasta la espera!
Cuando al fin llegue la última (la N°2, que dio la vuelta al mundo),
haremos una fiesta en Valpo, con once tazas... ¡y un vaso profundo!
Brindaremos por Quilpué, por la dueña, por el cartero,
¡y por doce heroínas blancas... que volvieron como el viento!
3.- Las Crónicas Blancas (o: Doce Tazas, Doce Cuentos de la Dueña)
Llegó la Taza N°1 en un sobre con olor a membrillo,
y un papelito doblado: "¡Esta luchó contra un grillo!
En el jardín se escondió, temiendo al gato don Bartolo…
¡Le puse una estampita de la Virgen del Terminal Solo!"
Mi esposa rio: "¡Pobrecita! Tanto miedo en Quilpué…"
y la puso en la vitrina, como a un trofeo de café.
---
En noviembre, la N°3 (¡la N°2 seguia en el limbo!),
trajo mancha de lápiz y… ¡un mapa dibujado en el abrigo!
La nota decía: "Perdón, mi nieto Juancho es un artista…
¡Pero esta taza viajó EN TREN! (Se bajó en Viña, ¡según la lista!)
Compró completos, vio el mar, casi no vuelve al paquete…
¡Cuidado, que tiene ansias de turista y de banquete!"
---
La N°7, en enero, llegó con un yeso de cinta,
y un relato dramático: "¡Se cayó en la Aduana pincha!
Iba con la N°5, que es muy rezongona y dura…
(¡le gritó: ‘¡No ves el escalón, porcelana sin cordura!’).
Ahora cojea un poquito, pero es valiente, y no llora…
¿Podrías darle un té caliente? ¡Que se reforme, ay señora!"
Mi esposa, con mucha pomada, le curó su "falsa herida",
mientras la taza blanca… brillaba, ¡toda contenida!
---
La N°9 fue en marzo, envuelta en papel de La Cuarta,
con una historia absurda: "¡Esta se perdió en una huerta!
La encontró mi tía Ester (la que vive en Limache centro),
¡dice que sirvió de nido a un pajarito de muy buen centro!
Trae plumas y un poquito… de lo que los pajaritos hacen.
¡Lávela con cloro, vecina, que la inocencia no se paga!"
---
La N°4 (¡la de Punta Arenas!), llegó con hielo… virtual,
un WhatsApp de la dueña: "¡Sobrevivió al temporal austral!
Mi tía dice que en el barco bailó cueca con un pingüino,
¡y que ahora silba ‘Valparaíso’… con acento magallánico!"
Mi esposa le puso un chaleco… de crochet miniaturizado.
"¡Para que no pase frío, navegante desorientado!"
---
Y así, cada taza blanca, ya no triste ni olvidada,
llegó con su novela propia, cuidadosamente inventada.
La dueña, con alma de Scheherazade de Quilpué,
convirtió doce sobres… en doce mundos de café.
---
Cuando al fin llegó la N°12 (la última, ¡tras dos años!),
traía arena en el fondo y el sello de veinte extraños.
El diario era un poema: "Esta cruzó el desierto solo,
por buscar a su dueña, ¡cual camello sin camello!
Se topó con un armadillo que le leyó el porvenir…
¡Dice que en Valpo serás lo MISMO… que doce reinas por servir!"
---
Ahora están todas reunidas, en la cocina del puerto,
cada una con su historia… ¡cada una con su puerto!
Mi esposa no toma en cualquiera: "Hoy toca la N°7, que es valiente",
"La N°3 es para el té… que le gusta ser viajera".
Y cuando viene visita, cuenta con voz emocionada,
cómo doce tazas blancas cruzaron Chile… ¡con alma y con postalada!
Fin.
Afortunadamente la dueña de la casa las encontró y se las fue entregando de a poco... así nació esta historia.
1.- La Docena Descarriada de Quilpué
Doce tazas, blancas, pulcras, de lo más convencional,
quedaron en Quilpué, solitas, al mudarnos al puerto principal.
Mi esposa suspiraba: "¡Ay, qué pena tan inmensa!
¡Nuestras tazas del desayuno, abandonadas en la despensa!"
"¿Quién las tomará ahora?", lloriqueaba con dolor,
"¿Serán plato de algún gato o jarrón para una flor?
¡Eran tan buenas compañeras, tan fieles y tan serenas,
ahora están en esa casa, pobrecitas, tan ajenas!"
Imaginé a las doce tazas, formando un club extraño,
discutiendo en la alacena: "¡Nos dejaron por un año!
¡Y encima en Valparaíso! ¡Con sus cerros y su viento!
¡Aquí al menos estábamos tranquilas, sin movimiento!"
Una, la más melodramática, sollozaba en el estante:
"¡Ay, que prefirieron las de cerámica con dibujos de diamante!
¡Yo que era tan buena conteniendo el té de la delicia...
¡Ahora soy un triste adorno, ni un cafecito con malicia!"
Otra, la más aventurera, soñaba con fugas locas:
"¡Podríamos rodar cerro abajo, como valientes rocas!
¡Llegar al puerto de noche, sorprenderlos en su sillón!"
(¡Pero doce tazas rodando causarían una invasión!).
Mi esposa sigue recordándolas, con un dejo de tristeza,
mientras toma su café en Valpo, con otra taza traviesa.
Le digo, para animarla, con un guiño y un suspiro:
"Querida, piensa que allá tienen... ¡todo el polvo del Retiro!
Allá en Quilpué, las blancas, libres de lavar platos,
quizás son reinas del mueble, ¡o conversan con los gatos!
No sufras por doce tazas que olvidamos en la prisa,
¡Mira las nuevas que tenemos, que son toda una sonrisa!
Y si extrañas su blancura, su sencillez sin igual,
recuerda: en cada escalera de Valpo, ¡existe una oportunidad!
De encontrar tazas con historia, con colores, con salitre...
¡Doce nuevas aventuras para el té o el cafecito!
Así que, doce blancas damas, allá en su exilio quieto,
¡brinden por nosotros desde Quilpué, con aire muy discreto!
Nosotros, en el puerto loco, entre olas y cerros altos,
¡brindamos con tazas nuevas, que no temen ni a los saltos!"
2.- La Caravana Blanca (o: Doce Viajes, Doce Sellos)
Doce tazas abandonadas en Quilpué, solteronas,
La dueña dijo: "¡Las encontré! ¡Bajo la escalera, y entre unas lonas!
Pero no teman, Angelita triste, que su pena se disipe...
¡Las enviaré de a una en una... como gotitas de equipé!"
"¿De a una?", dijo mi esposa, entre la risa y el asombro,
"¿Será un servicio postal... o un ritual de algún trasnombre?
¿Por qué no juntan en una caja, con papel y con esmero?"
"¡Es que son doce sobres distintos!" dijo la dueña... "¡El mundo es feroz y burocrático!"
---
Llegó la primera en septiembre, con matasellos de Quillota,
envuelta en un diario de los ‘90 y un poco... cocoroca.
Mi esposa la abrazó: "¡Blanca N°1! ¡Te extrañé, mi querida loca!"
La taza, muda, parecía decir: "¿Y las otras 11? ¡Poca cosa!"
En octubre, la N°3 (¡la 2 se perdió en Renca!),
llegó con un bigote dibujado... "¿Fue el cartero? ¿Fue una tenca?"
Mi esposa suspiró: "Parece que cada una elige su aventura...
¡La N°7 dice el tracking... que está en la Aduana de la cordillera!"
La N°5 llegó en diciembre, con stickers de un equipo de fútbol,
la N°9 en febrero... ¡en un buzón prestado, con mucho tul!
La dueña manda WhatsApps: "Hoy salió la N°10, ¡cuidado con el umbral!
...y la N°4 la tiene mi tía, que se fue de crucero a Punta Arenas."
Mi esposa ya no llora, ahora ríe con cada entrega:
"¡Es un reality show de tazas! ¿Cuál será la que nos venga?
¿Llegará la N°6 con arena? ¿Vendrá la N°12 con un gato?
¡La N°8 trajo una factura... de envío más cara que un zapato!"
Doce meses, doce sobres, doce aventuras postales,
doce blancas peregrinas cruzando cerros y malezales.
La dueña es una santa con paciencia de postalera,
¡y mi esposa tiene ahora... una colección slow motion... hasta la espera!
Cuando al fin llegue la última (la N°2, que dio la vuelta al mundo),
haremos una fiesta en Valpo, con once tazas... ¡y un vaso profundo!
Brindaremos por Quilpué, por la dueña, por el cartero,
¡y por doce heroínas blancas... que volvieron como el viento!
3.- Las Crónicas Blancas (o: Doce Tazas, Doce Cuentos de la Dueña)
Llegó la Taza N°1 en un sobre con olor a membrillo,
y un papelito doblado: "¡Esta luchó contra un grillo!
En el jardín se escondió, temiendo al gato don Bartolo…
¡Le puse una estampita de la Virgen del Terminal Solo!"
Mi esposa rio: "¡Pobrecita! Tanto miedo en Quilpué…"
y la puso en la vitrina, como a un trofeo de café.
---
En noviembre, la N°3 (¡la N°2 seguia en el limbo!),
trajo mancha de lápiz y… ¡un mapa dibujado en el abrigo!
La nota decía: "Perdón, mi nieto Juancho es un artista…
¡Pero esta taza viajó EN TREN! (Se bajó en Viña, ¡según la lista!)
Compró completos, vio el mar, casi no vuelve al paquete…
¡Cuidado, que tiene ansias de turista y de banquete!"
---
La N°7, en enero, llegó con un yeso de cinta,
y un relato dramático: "¡Se cayó en la Aduana pincha!
Iba con la N°5, que es muy rezongona y dura…
(¡le gritó: ‘¡No ves el escalón, porcelana sin cordura!’).
Ahora cojea un poquito, pero es valiente, y no llora…
¿Podrías darle un té caliente? ¡Que se reforme, ay señora!"
Mi esposa, con mucha pomada, le curó su "falsa herida",
mientras la taza blanca… brillaba, ¡toda contenida!
---
La N°9 fue en marzo, envuelta en papel de La Cuarta,
con una historia absurda: "¡Esta se perdió en una huerta!
La encontró mi tía Ester (la que vive en Limache centro),
¡dice que sirvió de nido a un pajarito de muy buen centro!
Trae plumas y un poquito… de lo que los pajaritos hacen.
¡Lávela con cloro, vecina, que la inocencia no se paga!"
---
La N°4 (¡la de Punta Arenas!), llegó con hielo… virtual,
un WhatsApp de la dueña: "¡Sobrevivió al temporal austral!
Mi tía dice que en el barco bailó cueca con un pingüino,
¡y que ahora silba ‘Valparaíso’… con acento magallánico!"
Mi esposa le puso un chaleco… de crochet miniaturizado.
"¡Para que no pase frío, navegante desorientado!"
---
Y así, cada taza blanca, ya no triste ni olvidada,
llegó con su novela propia, cuidadosamente inventada.
La dueña, con alma de Scheherazade de Quilpué,
convirtió doce sobres… en doce mundos de café.
---
Cuando al fin llegó la N°12 (la última, ¡tras dos años!),
traía arena en el fondo y el sello de veinte extraños.
El diario era un poema: "Esta cruzó el desierto solo,
por buscar a su dueña, ¡cual camello sin camello!
Se topó con un armadillo que le leyó el porvenir…
¡Dice que en Valpo serás lo MISMO… que doce reinas por servir!"
---
Ahora están todas reunidas, en la cocina del puerto,
cada una con su historia… ¡cada una con su puerto!
Mi esposa no toma en cualquiera: "Hoy toca la N°7, que es valiente",
"La N°3 es para el té… que le gusta ser viajera".
Y cuando viene visita, cuenta con voz emocionada,
cómo doce tazas blancas cruzaron Chile… ¡con alma y con postalada!
Fin.
