Marcela
Miembro Conocido
La mesa festiva Familiar
Llegan las fiestas de Navidad y fin de año
y hay que ponerse de acuerdo.
Primero saber en qué hogar
nos recibirán con brazos abiertos.
-Mi casa está en arreglo-
dice mi prima “la viva”
-que tu casa es más grande
y qué siempre ahí vamos
¿Para qué vamos a cambiar
si la pasamos espectacular?-
No me dejan alternativa
vénganse todos a la mía.
Entre los míos y los políticos
seremos como veintitrés
sumando algún colado
podemos rondar los treinta,
dejando de lado diferencias
con intención de pasar las fiestas.
Traen su especialidad culinaria
para armar la gran mesa,
me toca el cóctel de camarones
y la lengua a la vinagreta;
un año más no zafamos
de las horribles croquetas
de mi cuñada Carlota,
que parecen unas pelotas
más duras que una piedra.
La comida es abundante
pues debe de sobrar
para comerla al día siguiente
pero en otro lugar.
Ubicamos en la cabecera
a la centenaria Tía Leonilda
que dirige la batuta
mientras no se queda dormida.
Y empieza el chismorreo
-mira como toma tu suegra-
me dice mi madre a lo bajo
-seguro que se emborracha
y se tendrá que quedar en tu casa-
No es la única entonada
porque se come y se bebe
como si fuera la última vez
pues habrá que esperar todo un año,
siempre que no haya un velorio en el medio,
para encontrarnos otra vez.
Pobre de aquel que no asista
pues son todos pellejeros
y será el más criticado
hasta quedarse sin cuero.
No falta el que comienza
a despotricar del gobierno
armándose un toletole
de esos que ni te cuento.
Hasta que llega el vecino
con dos botellas de vino
y todos se ponen contentos.
-Pase, pase don Iripino-
le dice la tía soltera
y se lo sienta al lado,
el pobre achucharrado
no sabe lo que espera
le dará lata y lata la noche entera.
Son más de tres horas comiendo,
se debe probar de todo
sin olvidar los elogios
para dicha cocinera,
que luego será difamada
pero una semana entera.
-Ya son las doce, ya son las doce-
gritan los más ansiosos
Brindis, besos y abrazos,
turrones, pan dulce y champagne
frutas, helados y nueces
¡Despierten a la tía Leonilda!
que su bendición nos dará:
-¡Por muchos años más
albricias, albricias!-
y no me queda más que decir:
¡Qué linda que es mi familia!
y hay que ponerse de acuerdo.
Primero saber en qué hogar
nos recibirán con brazos abiertos.
-Mi casa está en arreglo-
dice mi prima “la viva”
-que tu casa es más grande
y qué siempre ahí vamos
¿Para qué vamos a cambiar
si la pasamos espectacular?-
No me dejan alternativa
vénganse todos a la mía.
Entre los míos y los políticos
seremos como veintitrés
sumando algún colado
podemos rondar los treinta,
dejando de lado diferencias
con intención de pasar las fiestas.
Traen su especialidad culinaria
para armar la gran mesa,
me toca el cóctel de camarones
y la lengua a la vinagreta;
un año más no zafamos
de las horribles croquetas
de mi cuñada Carlota,
que parecen unas pelotas
más duras que una piedra.
La comida es abundante
pues debe de sobrar
para comerla al día siguiente
pero en otro lugar.
Ubicamos en la cabecera
a la centenaria Tía Leonilda
que dirige la batuta
mientras no se queda dormida.
Y empieza el chismorreo
-mira como toma tu suegra-
me dice mi madre a lo bajo
-seguro que se emborracha
y se tendrá que quedar en tu casa-
No es la única entonada
porque se come y se bebe
como si fuera la última vez
pues habrá que esperar todo un año,
siempre que no haya un velorio en el medio,
para encontrarnos otra vez.
Pobre de aquel que no asista
pues son todos pellejeros
y será el más criticado
hasta quedarse sin cuero.
No falta el que comienza
a despotricar del gobierno
armándose un toletole
de esos que ni te cuento.
Hasta que llega el vecino
con dos botellas de vino
y todos se ponen contentos.
-Pase, pase don Iripino-
le dice la tía soltera
y se lo sienta al lado,
el pobre achucharrado
no sabe lo que espera
le dará lata y lata la noche entera.
Son más de tres horas comiendo,
se debe probar de todo
sin olvidar los elogios
para dicha cocinera,
que luego será difamada
pero una semana entera.
-Ya son las doce, ya son las doce-
gritan los más ansiosos
Brindis, besos y abrazos,
turrones, pan dulce y champagne
frutas, helados y nueces
¡Despierten a la tía Leonilda!
que su bendición nos dará:
-¡Por muchos años más
albricias, albricias!-
y no me queda más que decir:
¡Qué linda que es mi familia!
