Francisco Escobar Bravo
Miembro Conocido
Con motivo de los sucesos poco ejemplares acontecidos en Cataluña durante estas últimas semanas todos hemos escuchado decir decenas de veces que había que modificar la Constitución de 1978 a periodistas, políticos y politólogos. El porqué de la imperiosa necesidad de esa modificación lo ignoro, como ignoro tantas cosas, porque no pertenezco a ninguna de esas tres clases de personas. Al igual que desconozco los secretos del Antiguo Egipto porque nunca me dio por estudiarlos, ya que si todos los españolitos de mi generación se hubieran dedicado a investigar cosas como ésas no nos hubiese dado tiempo a trabajar y legar a nuestros hijos unas Universidades magníficas ni de convertir a España en la octava potencia industrial del mundo.
Además, sospecho que a mí poco van a interesarme esas modificaciones. No creo que se duplique la cuantía de las pensiones, que es lo que me haría falta. Pero si estuviese en los zapatos de S. M. don Felipe VI estaría más que preocupado, si existe algo que pueda preocupar al citado joven además de las enfermedades que puedan padecer sus hijas y su esposa.
Porque todos los demás artículos de la Constitución que fueron debatidos por los “Padres” de la misma serían tratados de forma consensuada, pero sobre que España era un Reino y de que la Monarquía legítima recaía en la persona de don Juan Carlos I debió discutirse más bien poco, entendiéndose que o se acataba la voluntad del Dictador o los partidarios de éste podían armarla nuevamente.
Luego, partiendo de la base de que tanto el PSOE como PODEMOS son dos Partidos de marcada raigambre republicana, ya podemos irnos suponiendo cuál sería uno de los cambios que se pretenderían hacer: La proclamación de una Tercera República Española.
Supongo que a nadie se le ocurriría pretender que a Felipe VI se le decapitara, como sucedió en Inglaterra y en Francia hace siglos, pero que tendría que exiliarse lo tengo muy claro. Y seguramente viviría más tranquilo, sin tener que soportar a la caterva de descerebrados que suelen sentarse en el Congreso – a la mayor parte de cuyos miembros todos desconocemos y que están puestos ahí a dedo o por llevar muchos años de militancia, pero no por otros méritos – y viviendo de las rentas que sin duda le habrán legado sus abuelos. Su padre no creo, porque se lo habrá gastado todo participando en cacerías. Es lo que hizo su antecesor, aunque no familiar suyo, Amadeo de Saboya: - ¡Hala, a hacer puñetas y que os gobierne quien quiera que yo me largo! -. Debió decir aquel monarca extranjero, impuesto por el general Prim y al cual no llegó a conocer porque fue asesinado dos días antes.
A mí, personalmente y aunque considere que la Monarquía es una forma de Gobierno totalmente desfasada por muy Constitucional que sea, es que no se me ocurre otra persona mejor preparada para ejercer el cargo de Jefe del Estado que Felipe de Borbón y Grecia. Es más alto que ninguno de los demás pretendientes, casi tan guaperas que Pedro Sánchez y con una educación muy similar a la de Albert Rivera y muy superior a la de Pablo Iglesias. Y posee menos timidez que Mariano Rajoy, aparte de que nunca se le ha puesto en duda esa virilidad de la que tanto presumimos casi todos los españoles.
Pues nada, Majestad, permita usted que modifiquen todo lo que quieran pero tenga preparados los baúles. Y si es, como supongo, generoso con quienes le simpatizamos acuérdese de algún modo de este viejo y pobre poeta. No le pido el Premio Princesa de Asturias de Poesía, pero una subvención para editar mi obra no me vendría mal.
¡Un apretón de manos, si me lo concede, chaval!
Y a ustedes, amables, lectores, ¡hasta pronto!
Además, sospecho que a mí poco van a interesarme esas modificaciones. No creo que se duplique la cuantía de las pensiones, que es lo que me haría falta. Pero si estuviese en los zapatos de S. M. don Felipe VI estaría más que preocupado, si existe algo que pueda preocupar al citado joven además de las enfermedades que puedan padecer sus hijas y su esposa.
Porque todos los demás artículos de la Constitución que fueron debatidos por los “Padres” de la misma serían tratados de forma consensuada, pero sobre que España era un Reino y de que la Monarquía legítima recaía en la persona de don Juan Carlos I debió discutirse más bien poco, entendiéndose que o se acataba la voluntad del Dictador o los partidarios de éste podían armarla nuevamente.
Luego, partiendo de la base de que tanto el PSOE como PODEMOS son dos Partidos de marcada raigambre republicana, ya podemos irnos suponiendo cuál sería uno de los cambios que se pretenderían hacer: La proclamación de una Tercera República Española.
Supongo que a nadie se le ocurriría pretender que a Felipe VI se le decapitara, como sucedió en Inglaterra y en Francia hace siglos, pero que tendría que exiliarse lo tengo muy claro. Y seguramente viviría más tranquilo, sin tener que soportar a la caterva de descerebrados que suelen sentarse en el Congreso – a la mayor parte de cuyos miembros todos desconocemos y que están puestos ahí a dedo o por llevar muchos años de militancia, pero no por otros méritos – y viviendo de las rentas que sin duda le habrán legado sus abuelos. Su padre no creo, porque se lo habrá gastado todo participando en cacerías. Es lo que hizo su antecesor, aunque no familiar suyo, Amadeo de Saboya: - ¡Hala, a hacer puñetas y que os gobierne quien quiera que yo me largo! -. Debió decir aquel monarca extranjero, impuesto por el general Prim y al cual no llegó a conocer porque fue asesinado dos días antes.
A mí, personalmente y aunque considere que la Monarquía es una forma de Gobierno totalmente desfasada por muy Constitucional que sea, es que no se me ocurre otra persona mejor preparada para ejercer el cargo de Jefe del Estado que Felipe de Borbón y Grecia. Es más alto que ninguno de los demás pretendientes, casi tan guaperas que Pedro Sánchez y con una educación muy similar a la de Albert Rivera y muy superior a la de Pablo Iglesias. Y posee menos timidez que Mariano Rajoy, aparte de que nunca se le ha puesto en duda esa virilidad de la que tanto presumimos casi todos los españoles.
Pues nada, Majestad, permita usted que modifiquen todo lo que quieran pero tenga preparados los baúles. Y si es, como supongo, generoso con quienes le simpatizamos acuérdese de algún modo de este viejo y pobre poeta. No le pido el Premio Princesa de Asturias de Poesía, pero una subvención para editar mi obra no me vendría mal.
¡Un apretón de manos, si me lo concede, chaval!
Y a ustedes, amables, lectores, ¡hasta pronto!
