José Ramón Muñiz 1888
Miembro
José Ramón Muñiz Álvarez
"SECRETOS ESCONDIDOS DEL PASADO"
El eco que renace en la poesía
del mar y de los bosques
asturianos "
"SECRETOS ESCONDIDOS DEL PASADO"
El eco que renace en la poesía
del mar y de los bosques
asturianos "
Dedicado a Serafín López
Flórez
Nos dicen a menudo que la noche prefiere dar amparo a las criaturas que vagan por lugares apartados, gozando de la sombra silenciosa. Nos dicen que las ánimas lloraban, penando por las zonas de la aldea, rogando por sus culpas, esas culpas que arrastran a la gente a su condena. Nos dicen tantas cosas de las brujas que tiembla uno al pensar en las creencias llegadas de los tiempos ancestrales, forjadas en un tiempo de prehistoria. Y, a veces, los vecinos nos comentan sucesos que no caben en el mundo, memorias sobre seres imposibles que vuelven de la nada y nos dan miedo.Flórez
Galicia, que es arcaica, siempre es pródiga, si hablamos de la magia que renace, que vuelve de la noche de los siglos, queriendo entrar de nuevo en nuestras casas. Cernunnos el astado está de vuelta, camina entre macizos y entre valles por esas tierras suaves, silenciosas, distintas de las costas más agrestes. Las rías son lugar de las sirenas, que siguen muy presentes en los credos de gentes que mantienen tradiciones a fuerza de escuchar a sus mayores. Los trasnos, con sus muchas travesuras, rondando los hogares, son tan crueles que pueden aburrir al más pintado, luciendo sus sonrisas maliciosas.
Nos dicen que el Busgosu es buen amigo del bosque y de sus muchas espesuras, los densos castañares, los robledos, guardándose entre helechos y zarzales. Nos dicen que el Mufosu se guarece mejor entre los musgos de los troncos, a veces en las piedras de la orilla del arroyuelo dulce que discurre. Nos dicen que, a la noche, la lechuza convoca los espíritus perdidos de muertos que regresan por el aire quién sabe de qué averno insospechado. Las gentes de los pueblos son tan crédulas que pueden suponer que la leyenda sucede todavía en nuestro tiempo, volviendo, como siempre, al viejo mito.
Asturias no se queda nunca corta: los dioses de las gentes de los castros regresan con sus ecos ancestrales, reviven de la nada en un momento. No importa que la industria de otro tiempo presente formas nuevas y un estilo distinto de la usanza más antigua: pensad que somos siempre lo que somos. Candamos y Taranis no desmienten sus reinos del ayer, y los confirman, sumándose a los otros, como Aramo, que sabe levantarse con orgullo. Las devas de los ríos y las cuevas regresan y se adueñan de lugares de las que fueron dueñas cuando hablamos de zonas como Infiesto y Covadonga.
Aquí viven la xana y el Nuberu, los cuélebres custodian sus tesoros, los trasgos arman siempre pillerías y esconden los objetos los sumicios. Aquí cuentan leyendas muy curiosas del mar y de sus islas apartadas, lugares donde habita el Patarico, rincones con serpientes submarinas. También es una zona de misterios, de brujas semejantes a las meigas, de muertos que pasean por la noche, de seres que asustaron a los viejos. Y todo es maravilla donde hay credos que fueron extinguiéndose, unas veces, y que otras, si pudieron conservarse, nos son desconocidas, pese a todo.
Cantabria, que comparte, como hermana, los montes con Asturias, tiene un valle que mira aquellas nieves en las cumbres, las cumbres orgullosas y violentas. Sabed que son las cumbres que avasallan los valles asturianos y los cántabros, acaso como Liébana, una zona tan bella como todo lo norteño. Cantabria, como Asturias, tiene cimas, presenta valles bellos, claros ríos, un mar azul y verde que se altera, las lluvias que penetran por Galicia. Y viven en Cantabria extraños seres, igual que en las Asturias más abruptas, y así se dice mucho de los trentis que miran, sin ser vistos, en las frondas.
León tiene su encanto, y, en sus gentes existen tradiciones muy lejanas, que arrancan hace siglos, pues los siglos le dieron la razón a estas historias. Pensad que los astures cismontanos son hijos de los celtas que llegaron en tiempos anteriores al Imperio, y habían de rendir extraños cultos. Pensad que sus leyendas se asemejan al mundo de las gentes asturianas, pues ellos adoraron a Tilenus igual que sus vecinos a la luna. Y dicen escritores tan antiguos como Estrabón, a veces, que solían vivir con sus costumbres antiquísimas, mezclando patriarcado y matriarcado.
También tienen los vascos y navarros sus mitos, sus leyendas, sus recuerdos de un tiempo en que no había cristianismo, los tiempos de costumbres matriarcales. También aquí quedaron esos dólmenes alzados en los tiempos del Neolítico, y hay muchas narraciones en las villas de un pueblo de gigantes misteriosos. No en vano, los gigantes levantaron con fuerza y con ingenio aquellas piedras, enormes para el brazo de un humano, pesadas para el que ose levantarlas. Asturias y Galicia no son menos, y se habla de los moros o los mouros, los pueblos ancestrales de las gentes que vuelven, por San Juan, entre los vivos.
Pensaba Cascarilla que los mitos de ayer tenían toda su grandeza, su empuje de otro tiempo, mas de un modo distinto, subyacente, imperceptible. Pensaba Cascarilla que las horas calladas de la lluvia sugerían eternas elegías que evocaban un tiempo de guerreros aguerridos. Pensaba Cascarilla que la historia sabía guarecer en oquedades secretos ancestrales, esos cultos que siguen vinculados a las cuevas. Decía Cascarilla que Pelayo prendió en su gente el fuego de la furia, robada a las montañas más agrestes, las altas cordilleras encrespadas.
Quizás con los romanos no acabaron la fe de las devanas, los exvotos, los ritos ancestrales que se asocian a Montes con necrópolis antiguas. Sabed que en el Aramo queda magia, que queda la energía en el Monsacro de tiempos primitivos y de siglos que no recordará jamás la Historia. También sabréis que el Dolmen de los Llanos esconde sus tesoros y esos mismos son oro, plata y piedras preciosas que codicia el aldeano. Por eso Cascarilla suponía que todo lo que encierra la leyenda murió para seguir, de alguna forma, viviendo entre nosotros de otro modo.
Las brujas recitaban sortilegios, los cuélebres volaban por los aires, la xana lamentaba su fortuna no lejos de los ríos y las fuentes. Y todo era precioso y sugerente, si acaso, como dice Cascarilla, los trasgos arman siempre de las suyas, igual que hicieron antes los daimones. Las casas del ambiente ruraliego, que invitan a la gente a que lo crea, parecen escenario de aventuras extrañas para duendes de ese tipo. Y es esta fe venida de los siglos la misma que tuvieron los abuelos de antaño, los de siempre, los paisanos del bosque, de la costa y la montaña.
Y Júpiter, Neptuno y tantos dioses -Nereo, los titanes y los cíclopes- llegaron desde Roma y desde Grecia como presencias menos naturales, para poblar relatos literarios. Por eso tiene Iovis sus parcelas en Jove y en el Sueve, donde habitan los raros asturcones, los caballos que tienen en la zona su reducto. La luz grecolatina, cuyas fábulas son bellas como suelen las mejores, alumbra cada página del libro, los nuestros iluminan el paisaje. Y quiso Cascarilla reflejarlo con versos encendidos como el brillo del cielo, con el alba, si en la fuente se ve la flor del agua en un momento:
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2016 © José Ramón Muñiz Álvarez
