Reina Mora
Miembro Conocido
¿ABDUCCION?
Volvían muy ilusionados con realizar su primera adquisición, habían visitado esa casa en venta, cuya fotografía publicada en una revista de negocios inmobiliarios, que ya había comenzado a formar parte del desayuno diario, los había atrapado.
La carretera estaba solitaria y les permitía divagar sin tensiones sobre los siguientes pasos a seguir. Podían imaginar sus perros corriendo por el parque y el piano presidiendo la sala tan amplia, con ventanales al río. Un fantástico momento, que disfrutaron hasta que el monótono ronroneo del motor del auto, enmudeció de pronto, algunos espasmos de ahogo, como de gases exhalados sin estruendo y quedaron en la más completa quietud. La cinta asfáltica que parecía deslizarse bajo las ruedas, también se detuvo y ahí la soledad se impuso tanto como la oscuridad y la distancia que los separaba del primer poblado.
Se lanzaron a caminar, con el teléfono móvil, que al salir del auto había comenzado a emitir un sonido muy agudo que los torturaba y que de ninguna manera pudieron bloquear, no obstante, aprovecharon su luz para avanzar. Tomados de la mano, fueron dejando atrás el vehículo y no articularon ni una sola palabra más, sólo el jadeo de la respiración agitada, los mantenía conectados.
Al cruzar el puente sobre el río, el mismo caudal de agua que también pasaba por la nueva casa, un aire fresco y rumoroso dió tregua a sus gargantas secas. El sonido agudo cesó y comenzaron a escuchar el croar de las sapos haciendo coro con un compacto de grillos, que se fue alejando, mientras sus pies se separaban del puente y sus manos se soltaban. Ascendieron a una velocidad giroscópica. Una fuerza opuesta al peso corporal, les resultó inevitable, sintieron que perdían peso y que flotaban en un espacio brillante y húmedo, tan raro como placentero.
En un tiempo incalculable, de inconsciencia y sin superficie de apoyo, volvieron a encontrarse dentro del automóvil, dormidos plácidamente. Al despertar, sacudidos por una grúa que los cargaba, encerrados entre cuatro puertas, gritaron pidiendo auxilio, pidiendo que alguien los sacara de la confusión.
***** Reina Mora******
Volvían muy ilusionados con realizar su primera adquisición, habían visitado esa casa en venta, cuya fotografía publicada en una revista de negocios inmobiliarios, que ya había comenzado a formar parte del desayuno diario, los había atrapado.
La carretera estaba solitaria y les permitía divagar sin tensiones sobre los siguientes pasos a seguir. Podían imaginar sus perros corriendo por el parque y el piano presidiendo la sala tan amplia, con ventanales al río. Un fantástico momento, que disfrutaron hasta que el monótono ronroneo del motor del auto, enmudeció de pronto, algunos espasmos de ahogo, como de gases exhalados sin estruendo y quedaron en la más completa quietud. La cinta asfáltica que parecía deslizarse bajo las ruedas, también se detuvo y ahí la soledad se impuso tanto como la oscuridad y la distancia que los separaba del primer poblado.
Se lanzaron a caminar, con el teléfono móvil, que al salir del auto había comenzado a emitir un sonido muy agudo que los torturaba y que de ninguna manera pudieron bloquear, no obstante, aprovecharon su luz para avanzar. Tomados de la mano, fueron dejando atrás el vehículo y no articularon ni una sola palabra más, sólo el jadeo de la respiración agitada, los mantenía conectados.
Al cruzar el puente sobre el río, el mismo caudal de agua que también pasaba por la nueva casa, un aire fresco y rumoroso dió tregua a sus gargantas secas. El sonido agudo cesó y comenzaron a escuchar el croar de las sapos haciendo coro con un compacto de grillos, que se fue alejando, mientras sus pies se separaban del puente y sus manos se soltaban. Ascendieron a una velocidad giroscópica. Una fuerza opuesta al peso corporal, les resultó inevitable, sintieron que perdían peso y que flotaban en un espacio brillante y húmedo, tan raro como placentero.
En un tiempo incalculable, de inconsciencia y sin superficie de apoyo, volvieron a encontrarse dentro del automóvil, dormidos plácidamente. Al despertar, sacudidos por una grúa que los cargaba, encerrados entre cuatro puertas, gritaron pidiendo auxilio, pidiendo que alguien los sacara de la confusión.
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