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2ª parte ALBERTO EL FLAUTISTA Y EL LEÓN DE LAS NIEVES

El pueblo andaba alterado. El invierno había empezado y las fuertes nevadas y el intenso frío se apropió de todo, y eso les aterraba a todos, pues significaba una cosa, el león de las nieves, un enorme y terrible animal que no soportaba el calor, así que los años normales en que la nieve y el frío se quedaban en las montañas, no había problemas, pero los intensos inviernos como ése, podía bajar al mismo pueblo, no solo atacaba el ganado, si no que le gustaba secuestrar a personas, que llevaba a su guarida, sin que nadie supiera nada más de ellas. Se creaban patrullas para vigilar, pero poco se podía hacer contra ese fiero animal, nada lo detenía.
Una mañana de enero, muy temprano, sonó con un fuerte repicar la campana. Todos los vecinos salieron temiéndose lo peor, y efectivamente, así fue.
-¿Qué ha pasado?
-No sé, ¿Alguien lo sabe?
-¡EL LEÓN DE LAS NIEVES HA ESTADO AQUÍ ESTA NOCHE!
Todo el mundo se quedó paralizado del miedo, un pavor del que era imposible escapar.
-¿Y qué ha hecho?, preguntó el más valiente.
-Ha matado varias vacas, ovejas y burros, pero lo peor es que ha secuestrado a una chica.
-¿A quién?, se oía entre susurros temblorosos.
-¡A Mari Luz!, la sobrina del panadero.
A Alberto se le paro el mundo, el los últimos meses vivía en una nube de felicidad, y de repente todo se desplomaba. Solo dudó unos momentos y salió al centro de la plaza, todos le miraban con asombro.
-¡Yo voy a rescatarla! ¿Quien viene conmigo?
Todas los ojos miraron al suelo. Esos muchachos tan valientes y arrogantes que jugaban a caballeros, que peleaban tan bien, y que tanto se divertían con los chicos indefensos, se escurrían entre los paisanos intentando pasar desapercibidos. Alberto se acercó al fanfarrón que le estampó, hacia unos meses, los restos del estercolero. Tanto se arrugó, y tanto miedo le vio en la cara que le dio hasta pena. Su padre intentó pararlo con un amago de protesta, pero tanta determinación y seguridad vio en los ojos de su hijo que desistió, se estaba convirtiendo en un hombre y poco podía hacer ya. Cargó una pequeña mochila con provisiones, un grueso abrigo de pieles para el frío, gorro, guantes y su inseparable flauta. Su padre le ofreció una vieja espada, roñosa y sin filo, que yacía en el fondo de un viejo baúl hacía ya una barbaridad de años, la rechazó, nada podría el hacer con esa arma contra el terrible monstruo, solo su inteligencia podría salvarle, en su lugar cogió un bastón para ayudarse en su caminar.
Durante el primer día no paró de nevar, y guiaba sus pasos una pequeña brújula, siempre hacia el norte, le dijeron, al pie de la gran montaña, en esas cuevas tiene su guarida. La caminata parecía no tener fin, día tras día. A la semana se veía al fondo la gran montaña, pero parecía no alcanzarla nunca. Pasaban los días, y sus reservas se acababan, allí no había nada de lo que vivir, Mari Luz perecería en las fauces del león sin que hubiera podido rescatarla, bueno, intentarlo. Se paró cabizbajo, la desesperanza invadía su ánimo. Se sentó en el suelo exhausto, con el dedo empezó a seguir el contorno de una hendidura en el suelo, distraído, cuando se levantó sus ojos se abrieron de par en par, no era un dibujo caprichoso en el suelo lo que había seguido con su dedo en el suelo, ¡era la huella del León de las Nieves!. Se había sentado en la huella de su pie, ¡Tenía que ser enorme! En vez de miedo, la terrible visión, le dio ánimos. Si la huella estaba ahí a pesar de que nevaba de vez en cuando es que la fiera andaba cerca. Aceleró su marcha todo lo que pudo intentando encontrar más huellas.
Un terrible rugido salió de una caverna, hizo temblar toda la montaña. Un pequeño alud cayó con peligro de dejarle enterrado en la nieve. Alberto entró con el mayor de los sigilos, suelo y paredes estaban cubiertos de un resbaladizo hielo que le impedía mantener bien el equilibrio. Un vuelco le dio el corazón al ver a Mari Luz en un saliente de la pared, muy alta, rodeada de un enorme abismo. Se alzó para intentar ver mejor la situación, cuando, en el fondo de la cueva, se asomó el León. ¡Era enorme!, más grande que un caballo, fuerte y musculoso, los colmillos sobresalían de su boca como dos sables, y sus ojos brillaban con un color de sangre. Con su solo ronroneo, a Alberto, le retumbaba su estómago. Se dedicaba a moverse al rededor del foso, deleitándose en la belleza de su víctima, que yacía en el suelo, comida por la desesperanza. Después de tantos días en su poder, nada esperaba, salvo la muerte.
Sin respirar por no hacer ruido, se encaramo a un altillo, donde podría ver mejor sin descubrirse. En el tramo final, una pequeña esquirla de hielo se desprendió bajo la presión de su bota, haciendo un pequeño ruido. El fino oído de la bestia le alertó, girándose hacía donde estaba él. Se agachó para esconderse, fueron unos minutos angustiosos. Por fin, levantó la cabeza y pudo ver que la fiera entraba de nuevo al fondo de la cueva. Intentó averiguar cómo sacar a Mari Luz de la trampa donde estaba, pero no encontró la forma. Era un saliente en la pared que no tendría más de siete u ocho pasos de largo por otros tantos de ancho, rodeado de una pared de hielo con una distancia de al menos veinte pasos, sin puente ni forma de pasar. Seguro que el León llegaría de un salto, y así dejaría a su víctima, pero para una persona sería imposible. Llevaba una cuerda de varios metros en su mochila, pero en el hielo no tendría donde sujetarla. Agudizó la vista, vio un saliente en la pared donde podría enganchar la cuerda para, balanceándose, llegar junto a ella. Empezó a preparar un nudo corredizo en un extremo de la cuerda, hasta ahí era fácil, el problema era lanzarlo y acertar en el saliente, nunca lo había intentado. Se quitó la mochila para facilitar la maniobra, y se ató, el otro extremo, a la cintura. Cuando estaba terminando sintió un aire caliente en la nuca, se giró rápido y vio a la bestia que se abalanzaba sobre él, el aire caliente era su aliento. Pegó un salto, la zarpa le pasó rozando, y en su caída, destrozó el montículo. Corrió todo lo que pudo, resbalando por el hielo, seguido por el León, empeñado en destrozarle. Por suerte, al ser pequeño, se iba metiendo entre columnas y grietas en el hielo, que se iban destrozando con cada terrible zarpazo que soltaba su perseguidor. Se le iba acabando donde escapar, y una grieta le dirigió hacia un lado de la cueva. Salió y se dio cuenta de que no tenía escapatoria, su enemigo también. Miró a su amor, que observaba la escena con las manos en el pecho y los ojos y boca abiertos desmesuradamente. El León avanzaba despacio, recreándose en su merienda. Cuando apenas le separaban unos metros Alberto pensó que no podía dejar que Mari Luz viera como le destrozaba...y se le ocurrió una idea. Se lanzó por el lateral dela alta pista de hielo por donde había salido. Se dirigía directo al abismo, pero lejos de dejarse llevar, agitó su cuerda, tomando velocidad el nudo corredizo según bajaba, cada vez más deprisa. A pocos pasos de caer, lanzó su cuerda con todas las fuerzas que pudo,enganchándose al saliente que poco antes viera. Cuando el suelo le faltó, en vez de caer, se balanceó hacia el saliente, chocando con Mari Luz.
Le recibió con un abrazo y un beso, el primer beso que le daba en sus labios. “Solo por esto merece la pena haber venido a morir” pensó. El León rugía enfadado, ninguna tormenta, por fuerte que fuera, podía compararse con ese infernal ruido. Empezó a pasear por la plataforma de hielo alrededor del saliente. Seguramente estaba pensando si saltar y devorarlos a los dos, ya sin más escapatoria, o dejarles que se congelasen allí. Mari Luz temblaba de miedo, de la apatía de sus días de encierro pasó al terror de ver morir a su amado. Alberto, que no sabía qué hacer para calmarla, sacó su flauta y empezó a tocar, pensó que esa sería la última vez que podría hacerlo, y quería enseñarla todo el amor que sentía por ella. La más hermosa melodía de amor que se oyó en la historia empezó a sonar. El corazón de Mari Luz se derretía por él. Mientras tanto el León rugía y se agitaba como si le estuvieran poniendo hierros candentes. Nada paraba la melodía, que como si se tratase de un nuevo amanecer, invadía todo y lo llenaba de esas mágicas notas. De repente, el plomizo y oscuro cielo, que llevaba generaciones en un invierno perenne, se empezó a abrir. El sol se abrió paso entre los eternos hielos, calentando esa inhóspita región. La cueva se iluminó a través de los agujeros por donde, antes, entraba la nieve. El amor de esa melodía había vencido al invierno, dando paso a una desconocida primavera. La bestia aullaba como un cachorro enfermo, tumbada en el suelo, agotada de su agonía. El calor, que entraba por todos los lados, empezó a derretir el hielo velozmente. La placa donde se agitaba la bestia, al perder consistencia y ante el enorme peso que soportaba, se desplomó hacia el abismo. La fiera, en su último intento por sobrevivir clavó su terrible zarpa en la roca, quedó colgado por unos instantes de ella, pero fue inútil, la roca se partió y el León siguió el mismo camino que la placa de hielo, lo único que quedó fue una de las uñas de su zarpa partida sobre la grieta del duro granito.


En el pueblo estaban sorprendidos. Hacía unos días se oyeron unos ruidos tremendos que venían de la profunda cordillera. Esa noche nadie durmió, el miedo se apoderó de todos los hogares, nada bueno podía venir de ese infernal sitio, donde habitaban los seres más salvajes, y donde el invierno era el rey. Al día siguiente se sorprendieron todavía más, al comprobar que la nieve que cubría las calles del pueblo se empezaba a derretir por un calor excesivo para ese mes de enero. Al día siguiente tuvieron que dejar los abrigos en casa, y al otro pudieron comprobar estupefactos, como empezaban a salir las primeras flores. Nadie entendía nada, la primavera en pleno invierno. De eso hacía diez días y la profunda cordillera había perdido toda la nieve, cosa de locos...La campana empezó a tañer con fuerza, los paisanos se agolparon en la plaza sin saber que pasaba...un enorme ciervo con los astados más grandes que uno pueda imaginar, presidia un extraño desfile, todo tipo de animales, con aire marcial, desfilaban delante de los incrédulos habitantes, que con la boca abierta, miraban el espectáculo. Al lado de los conejos iban los zorros, de los gamos los zorros, de los jilgueros los linces, jabalís junto a búhos, ranas y cigüeñas...y al final de todos ellos aparecieron agarrados de la mano Mari Luz y Alberto. Todos daban por muertos a ambos, y a nadie le pasó inadvertido la enorme uña de una garra que llevaba colgado en el cuello Alberto.


En ese pueblo, que todo el mundo conoció como Melodía, nunca más llegó el invierno, siempre estaba cubierto de flores, y se hizo muy , pero muy famoso, por ser el sitio donde se hacían las mejores flautas del mundo.
 
Última edición:
Bravoooo!!!! interesante el relato te va paseando por todos los estados de animo, pero con esa fuerza del amor que derrite hasta las piedras, te felicito realmente JAVIER por esta genial y alesionadora historia que bien se puede llevar a una hermosa pelicula. Muy bien logrado, rapido, con altos y bajos mas suaves de digerir, esperanzador y hermoso final. APLAUSOS CON SONRISAS DE FLORES PRIMAVERALES Y MELODIAS PRECIOSAS.
 
Última edición:
La mas bella canción de amor que la historia escucho, el amor triunfa, los malos mueren, la magia resulta los animales juntos dan la buena nueva, estoy encantado, ilusionado, quiero otro por fa, habrá una tercera parte, super genial el sentido la experiencias, los sentimientos, el despliegue de emociones, la valentía, usar las figuras, la ilusión el mundo mágico, identificación de personajes, quiero otro por fitas, genial amigo, tu prosa es genial genuina, super divertida, les encantará a los niños, 100% infantil, espectacular, gracias por escribir, por compartir, un abrazo y un aplauso a tu magnifica obra.
 

MARIPOSA NEGRA

********
¡qué bella fantasía! el relato de un tímido primer amor, la primavera que invade no solo las calles sino también los corazones, hermoso cuento Javier gracias por compartir, besos
 

Cisne

Moderadora del Foro Impresionismo y Expresionismo,
El pueblo andaba alterado. El invierno había empezado, y las fuertes nevadas y el intenso frío se apropió de todo, y eso les aterraba a todos, pues significaba una cosa, el león de las nieves, un enorme y terrible animal que no soportaba el calor, así que los años normales en que la nieve y el frío se quedaban en las montañas, no había problemas, pero los intensos inviernos como ese, podía bajar al mismo pueblo, no solo atacaba el ganado, si no que le gustaba secuestrar a personas, que llevaba a su guarida, sin que nadie supiera nada más de ellas. Se creaban patrullas para vigilar, pero poco se podía hacer contra ese fiero animal, nada lo detenía.
Una mañana de enero, muy temprano, sonó con un fuerte repicar la campana. Todos los vecinos salieron temiéndose lo peor, y efectivamente, así fue.
-¿Que ha pasado?
-No se, ¿Alguien lo sabe?
-¡EL LEÓN DE LAS NIEVES A ESTADO AQUÍ ESTA NOCHE!
Todo el mundo se quedó paralizado del miedo, un pavor del que era imposible escapar.
-¿Y que ha hecho?, pregunto el más valiente.
-A matado varias vacas, ovejas y burros, pero lo peor es que ha secuestrado a una chica.
-¿A quien?, se oía entre susurros temblorosos.
-¡A Mari Luz!, la sobrina del panadero.
A Alberto se le paro el mundo, el los últimos meses vivía en una nube de felicidad, y de repente todo se desplomaba. Solo dudó unos momentos y salió al centro de la plaza, todos le miraban con asombro.
-¡Yo voy a rescatarla! ¿Quien viene conmigo?
Todas los ojos miraron al suelo. Esos muchachos tan valientes y arrogantes que jugaban a caballeros, que peleaban tan bien, y que tanto se divertían con los chicos indefensos, se escurrían entre los paisanos intentando pasar desapercibidos. Alberto se acercó al fanfarrón que le estampó, hacia unos meses, los restos del estercolero. Tanto se arrugo, y tanto miedo le vio en la cara que le dio hasta pena. Su padre intentó pararlo con un amago de protesta,pero tanta determinación y seguridad vio en los ojos de su hijo que desistió, se estaba convirtiendo en un hombre y poco podía hacer ya. Cargó una pequeña mochila con provisiones, un grueso abrigo de pieles para el frío, gorro, guantes y su inseparable flauta. Su padre le ofreció una vieja espada, roñosa y sin filo, que yacía en el fondo de un viejo baúl hacía ya una barbaridad de años, la rechazó, nada podría el hacer con esa arma contra el terrible monstruo, solo su inteligencia podría salvarle, en su lugar cogió un bastón para ayudarse en su caminar.
Durante el primer día no paró de nevar, y guiaba sus pasos una pequeña brújula, siempre hacia el norte, le dijeron, al pie de la gran montaña, en esas cuevas tiene su guarida. La caminata parecía no tener fin, día tras día. A la semana se veía al fondo la gran montaña, pero parecía no alcanzarla nunca. Pasaban los días, y sus reservas se acababan, allí no había nada de lo que vivir, Mari Luz perecería en las fauces del león sin que hubiera podido rescatarla,bueno, intentarlo. Se paró cabizbajo, la desesperanza invadía su ánimo. Se sentó en el suelo exhausto, con el dedo empezó a seguir el contorno de una hendidura en el suelo, distraído, cuando se levantó sus ojos se abrieron de par en par, no era un dibujo caprichoso en el suelo lo que había seguido con su dedo en el suelo,¡era la huella del León de las Nieves!. Se había sentado en la huella de su pie, ¡Tenía que ser enorme!. En vez de miedo, la terrible visión, le dio ánimos. Si la huella estaba ahí a pesar deque nevaba de vez en cuando es que la fiera andaba cerca. Aceleró su marcha todo lo que pudo intentando encontrar más huellas.
Un terrible rugido salió de una caverna, hizo temblar toda la montaña.Un pequeño alud cayó con peligro de dejarle enterrado en la nieve. Alberto entró con el mayor de los sigilos, suelo y paredes estaban cubiertos de un resbaladizo hielo que le impedía mantener bien el equilibrio. Un vuelco le dio el corazón al ver a Mari Luz en un saliente de la pared, muy alta, rodeada de un enorme abismo. Se alzó para intentar ver mejor la situación, cuando, en el fondo de la cueva, se asomó el León. ¡Era enorme!, más grande que un caballo,fuerte y musculoso, los colmillos sobresalían de su boca como dos sables, y sus ojos brillaban con un color de sangre. Con su solo ronroneo, a Alberto, le retumbaba su estómago. Se dedicaba a moverse al rededor del foso, deleitándose en la belleza de su victima, que yacía en el suelo, comida por la desesperanza. Después de tantos días en su poder, nada esperaba, salvo la muerte.
Sin respirar por no hacer ruido, se encaramo a un altillo, donde podría ver mejor sin descubrirse. En el tramo final, una pequeña esquirla de hielo se desprendió bajo la presión de su bota, haciendo un pequeño ruido. El fino oído de la bestia le alertó, girándose hacía donde estaba él. Se agachó para esconderse, fueron unos minutos angustiosos. Por fin, levantó la cabeza y pudo ver que la fiera entraba de nuevo al fondo de la cueva. Intentó averiguar como sacar a Mari Luz de la trampa donde estaba, pero no encontró como.Era un saliente en la pared que no tendría más de siete u ocho pasos de largo por otros tantos de ancho, rodeado de una pared de hielo con una distancia de al menos veinte pasos, sin puente ni forma de pasar. Seguro que el León llegaría de un salto, y así dejaría a su víctima, pero para una persona sería imposible. Llevaba una cuerda de varios metros en su mochila, pero en el hielo no tendría donde sujetarla. Agudizó la vista, vio un saliente en la pared donde podría enganchar la cuerda para, balanceándose, llegar junto a ella. Empezó a preparar un nudo corredizo en un extremo de la cuerda, hasta ahí era fácil, el problema era lanzarlo y acertar en el saliente, nunca lo había intentado. Se quitó la mochila para facilitar la maniobra, y se ató, el otro extremo, a la cintura.Cuando estaba terminando sintió un aire caliente en la nuca, se giró rápido y vio a la bestia que se abalanzaba sobre él, el aire caliente era su aliento. Pegó un salto, la zarpa le pasó rozando, yen su caída, destrozo el montículo. Corrió todo lo que pudo,resbalando por el hielo, seguido por el León, empeñado en destrozarle. Por suerte, al ser pequeño, se iba metiendo entre columnas y grietas en el hielo, que se iban destrozando con cada terrible zarpazo que soltaba su perseguidor. Se le iba acabando donde escapar, y una grieta le dirigió hacia un lado de la cueva. Salió y se dio cuenta de que no tenía escapatoria, su enemigo también. Miró a su amor, que observaba la escena con las manos en el pecho y los ojos y boca abiertos desmesuradamente. El León avanzaba despacio,recreándose en su merienda. Cuando apenas le separaban unos metros Alberto pensó que no podía dejar que Mari Luz viera como le destrozaba...y se le ocurrió una idea. Se lanzó por el lateral dela alta pista de hielo por donde había salido. Se dirigía directo al abismo, pero lejos de dejarse llevar, agitó su cuerda, tomando velocidad el nudo corredizo según bajaba, cada vez más deprisa. A pocos pasos de caer, lanzó su cuerda con todas las fuerzas que pudo,enganchándose al saliente que poco antes viera. Cuando el suelo le faltó, en vez de caer, se balanceó hacia el saliente, chocando con Mari Luz.
Le recibió con un abrazo y un beso, el primer beso que le daba en sus labios. “Solo por esto merece la pena haber venido a morir”pensó. El León rugía enfadado, ninguna tormenta, por fuerte que fuera, podía compararse con ese infernal ruido. Empezó a pasear por la plataforma de hielo alrededor del saliente. Seguramente estaba pensando si saltar y devorarlos a los dos, ya sin más escapatoria, o dejarles que se congelasen allí. Mari Luz temblaba de miedo, de la apatía de sus días de encierro pasó al terror de ver morir a su amado. Alberto, que no sabía que hacer para calmarla, sacó su flauta y empezó a tocar, pensó que esa sería la última vez que podría hacerlo, y quería enseñarla todo el amor que sentía por ella. La más hermosa melodía de amor que se oyó en la historia empezó a sonar. El corazón de Mari Luz se derretía por él.Mientras tanto el León rugía y se agitaba como si le estuvieran poniendo hierros candentes. Nada paraba la melodía, que como si se tratase de un nuevo amanecer, invadía todo y lo llenaba de esas mágicas notas. De repente, el plomizo y oscuro cielo, que llevaba generaciones en un invierno perenne, se empezó a abrir. El sol se abrió paso entre los eternos hielos, calentando esa inhóspita región. La cueva se iluminó a través de los agujeros por donde,antes, entraba la nieve. El amor de esa melodía había vencido al invierno, dando paso a una desconocida primavera. La bestia aullaba como un cachorro enfermo, tumbada en el suelo, agotada de su agonía.El calor, que entraba por todos los lados, empezó a derretir el hielo velozmente. La placa donde se agitaba la bestia, al perder consistencia y ante el enorme peso que soportaba, se desplomó hacia el abismo. La fiera, en su último intento por sobrevivir clavó su terrible zarpa en la roca, quedó colgado por unos instantes de ella,pero fue inútil, la roca se partió y el León siguió el mismo camino que la placa de hielo, lo único que quedo fue una de las uñas de su zarpa partida sobre la grieta del duro granito.


En el pueblo estaban sorprendidos. Hacía unos días se oyeron unos ruidos tremendos que venían de la profunda cordillera. Esa noche nadie durmió, el miedo se apoderó de todos los hogares, nada bueno podía venir de ese infernal sitio, donde habitaban los seres mas salvajes, y donde el invierno era el rey. Al día siguiente se sorprendieron todavía más, al comprobar que la nieve que cubría las calles del pueblo se empezaba a derretir por un calor excesivo para ese mes de enero. Al día siguiente tuvieron que dejar los abrigos en casa, y al otro pudieron comprobar estupefactos, como empezaban a salir las primeras flores. Nadie entendía nada, la primavera en pleno invierno. De eso hacía diez días y la profunda cordillera había perdido toda la nieve, cosa de locos...La campana empezó a tañer con fuerza, los paisanos se agolparon en la plaza sin saber que pasaba...un enorme ciervo con los astados más grandes que uno pueda imaginar, presidia un extraño desfile, todo tipo de animales, con aire marcial, desfilaban delante de los incrédulos habitantes, que con la boca abierta, miraban el espectáculo. Al lado de los conejos iban los zorros, de los gamos los zorros, de los jilgueros los linces, jabalís junto a búhos, ranas y cigüeñas...y al final de todos ellos aparecieron agarrados de la mano Mari Luz yAlberto. Todos daban por muertos a ambos, y a nadie le pasó inadvertido la enorme uña de una garra que llevaba colgado en el cuello Alberto.


En ese pueblo, que todo el mundo conoció como Melodía, nunca más llegó el invierno, siempre estaba cubierto de flores, y se hizo muy ,pero muy famoso, por ser el sitio donde se hacían las mejores flautas del mundo.

Javier
Una historia extraordinaria llena de fantasía con la que concluyes este hermoso cuento.
Mis felicitaciones y aplausos.
Ana
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
El pueblo andaba alterado. El invierno había empezado, y las fuertes nevadas y el intenso frío se apropió de todo, y eso les aterraba a todos, pues significaba una cosa, el león de las nieves, un enorme y terrible animal que no soportaba el calor, así que los años normales en que la nieve y el frío se quedaban en las montañas, no había problemas, pero los intensos inviernos como ese, podía bajar al mismo pueblo, no solo atacaba el ganado, si no que le gustaba secuestrar a personas, que llevaba a su guarida, sin que nadie supiera nada más de ellas. Se creaban patrullas para vigilar, pero poco se podía hacer contra ese fiero animal, nada lo detenía.
Una mañana de enero, muy temprano, sonó con un fuerte repicar la campana. Todos los vecinos salieron temiéndose lo peor, y efectivamente, así fue.
-¿Que ha pasado?
-No se, ¿Alguien lo sabe?
-¡EL LEÓN DE LAS NIEVES A ESTADO AQUÍ ESTA NOCHE!
Todo el mundo se quedó paralizado del miedo, un pavor del que era imposible escapar.
-¿Y que ha hecho?, pregunto el más valiente.
-A matado varias vacas, ovejas y burros, pero lo peor es que ha secuestrado a una chica.
-¿A quien?, se oía entre susurros temblorosos.
-¡A Mari Luz!, la sobrina del panadero.
A Alberto se le paro el mundo, el los últimos meses vivía en una nube de felicidad, y de repente todo se desplomaba. Solo dudó unos momentos y salió al centro de la plaza, todos le miraban con asombro.
-¡Yo voy a rescatarla! ¿Quien viene conmigo?
Todas los ojos miraron al suelo. Esos muchachos tan valientes y arrogantes que jugaban a caballeros, que peleaban tan bien, y que tanto se divertían con los chicos indefensos, se escurrían entre los paisanos intentando pasar desapercibidos. Alberto se acercó al fanfarrón que le estampó, hacia unos meses, los restos del estercolero. Tanto se arrugo, y tanto miedo le vio en la cara que le dio hasta pena. Su padre intentó pararlo con un amago de protesta,pero tanta determinación y seguridad vio en los ojos de su hijo que desistió, se estaba convirtiendo en un hombre y poco podía hacer ya. Cargó una pequeña mochila con provisiones, un grueso abrigo de pieles para el frío, gorro, guantes y su inseparable flauta. Su padre le ofreció una vieja espada, roñosa y sin filo, que yacía en el fondo de un viejo baúl hacía ya una barbaridad de años, la rechazó, nada podría el hacer con esa arma contra el terrible monstruo, solo su inteligencia podría salvarle, en su lugar cogió un bastón para ayudarse en su caminar.
Durante el primer día no paró de nevar, y guiaba sus pasos una pequeña brújula, siempre hacia el norte, le dijeron, al pie de la gran montaña, en esas cuevas tiene su guarida. La caminata parecía no tener fin, día tras día. A la semana se veía al fondo la gran montaña, pero parecía no alcanzarla nunca. Pasaban los días, y sus reservas se acababan, allí no había nada de lo que vivir, Mari Luz perecería en las fauces del león sin que hubiera podido rescatarla,bueno, intentarlo. Se paró cabizbajo, la desesperanza invadía su ánimo. Se sentó en el suelo exhausto, con el dedo empezó a seguir el contorno de una hendidura en el suelo, distraído, cuando se levantó sus ojos se abrieron de par en par, no era un dibujo caprichoso en el suelo lo que había seguido con su dedo en el suelo,¡era la huella del León de las Nieves!. Se había sentado en la huella de su pie, ¡Tenía que ser enorme!. En vez de miedo, la terrible visión, le dio ánimos. Si la huella estaba ahí a pesar deque nevaba de vez en cuando es que la fiera andaba cerca. Aceleró su marcha todo lo que pudo intentando encontrar más huellas.
Un terrible rugido salió de una caverna, hizo temblar toda la montaña.Un pequeño alud cayó con peligro de dejarle enterrado en la nieve. Alberto entró con el mayor de los sigilos, suelo y paredes estaban cubiertos de un resbaladizo hielo que le impedía mantener bien el equilibrio. Un vuelco le dio el corazón al ver a Mari Luz en un saliente de la pared, muy alta, rodeada de un enorme abismo. Se alzó para intentar ver mejor la situación, cuando, en el fondo de la cueva, se asomó el León. ¡Era enorme!, más grande que un caballo,fuerte y musculoso, los colmillos sobresalían de su boca como dos sables, y sus ojos brillaban con un color de sangre. Con su solo ronroneo, a Alberto, le retumbaba su estómago. Se dedicaba a moverse al rededor del foso, deleitándose en la belleza de su victima, que yacía en el suelo, comida por la desesperanza. Después de tantos días en su poder, nada esperaba, salvo la muerte.
Sin respirar por no hacer ruido, se encaramo a un altillo, donde podría ver mejor sin descubrirse. En el tramo final, una pequeña esquirla de hielo se desprendió bajo la presión de su bota, haciendo un pequeño ruido. El fino oído de la bestia le alertó, girándose hacía donde estaba él. Se agachó para esconderse, fueron unos minutos angustiosos. Por fin, levantó la cabeza y pudo ver que la fiera entraba de nuevo al fondo de la cueva. Intentó averiguar como sacar a Mari Luz de la trampa donde estaba, pero no encontró como.Era un saliente en la pared que no tendría más de siete u ocho pasos de largo por otros tantos de ancho, rodeado de una pared de hielo con una distancia de al menos veinte pasos, sin puente ni forma de pasar. Seguro que el León llegaría de un salto, y así dejaría a su víctima, pero para una persona sería imposible. Llevaba una cuerda de varios metros en su mochila, pero en el hielo no tendría donde sujetarla. Agudizó la vista, vio un saliente en la pared donde podría enganchar la cuerda para, balanceándose, llegar junto a ella. Empezó a preparar un nudo corredizo en un extremo de la cuerda, hasta ahí era fácil, el problema era lanzarlo y acertar en el saliente, nunca lo había intentado. Se quitó la mochila para facilitar la maniobra, y se ató, el otro extremo, a la cintura.Cuando estaba terminando sintió un aire caliente en la nuca, se giró rápido y vio a la bestia que se abalanzaba sobre él, el aire caliente era su aliento. Pegó un salto, la zarpa le pasó rozando, yen su caída, destrozo el montículo. Corrió todo lo que pudo,resbalando por el hielo, seguido por el León, empeñado en destrozarle. Por suerte, al ser pequeño, se iba metiendo entre columnas y grietas en el hielo, que se iban destrozando con cada terrible zarpazo que soltaba su perseguidor. Se le iba acabando donde escapar, y una grieta le dirigió hacia un lado de la cueva. Salió y se dio cuenta de que no tenía escapatoria, su enemigo también. Miró a su amor, que observaba la escena con las manos en el pecho y los ojos y boca abiertos desmesuradamente. El León avanzaba despacio,recreándose en su merienda. Cuando apenas le separaban unos metros Alberto pensó que no podía dejar que Mari Luz viera como le destrozaba...y se le ocurrió una idea. Se lanzó por el lateral dela alta pista de hielo por donde había salido. Se dirigía directo al abismo, pero lejos de dejarse llevar, agitó su cuerda, tomando velocidad el nudo corredizo según bajaba, cada vez más deprisa. A pocos pasos de caer, lanzó su cuerda con todas las fuerzas que pudo,enganchándose al saliente que poco antes viera. Cuando el suelo le faltó, en vez de caer, se balanceó hacia el saliente, chocando con Mari Luz.
Le recibió con un abrazo y un beso, el primer beso que le daba en sus labios. “Solo por esto merece la pena haber venido a morir”pensó. El León rugía enfadado, ninguna tormenta, por fuerte que fuera, podía compararse con ese infernal ruido. Empezó a pasear por la plataforma de hielo alrededor del saliente. Seguramente estaba pensando si saltar y devorarlos a los dos, ya sin más escapatoria, o dejarles que se congelasen allí. Mari Luz temblaba de miedo, de la apatía de sus días de encierro pasó al terror de ver morir a su amado. Alberto, que no sabía que hacer para calmarla, sacó su flauta y empezó a tocar, pensó que esa sería la última vez que podría hacerlo, y quería enseñarla todo el amor que sentía por ella. La más hermosa melodía de amor que se oyó en la historia empezó a sonar. El corazón de Mari Luz se derretía por él.Mientras tanto el León rugía y se agitaba como si le estuvieran poniendo hierros candentes. Nada paraba la melodía, que como si se tratase de un nuevo amanecer, invadía todo y lo llenaba de esas mágicas notas. De repente, el plomizo y oscuro cielo, que llevaba generaciones en un invierno perenne, se empezó a abrir. El sol se abrió paso entre los eternos hielos, calentando esa inhóspita región. La cueva se iluminó a través de los agujeros por donde,antes, entraba la nieve. El amor de esa melodía había vencido al invierno, dando paso a una desconocida primavera. La bestia aullaba como un cachorro enfermo, tumbada en el suelo, agotada de su agonía.El calor, que entraba por todos los lados, empezó a derretir el hielo velozmente. La placa donde se agitaba la bestia, al perder consistencia y ante el enorme peso que soportaba, se desplomó hacia el abismo. La fiera, en su último intento por sobrevivir clavó su terrible zarpa en la roca, quedó colgado por unos instantes de ella,pero fue inútil, la roca se partió y el León siguió el mismo camino que la placa de hielo, lo único que quedo fue una de las uñas de su zarpa partida sobre la grieta del duro granito.


En el pueblo estaban sorprendidos. Hacía unos días se oyeron unos ruidos tremendos que venían de la profunda cordillera. Esa noche nadie durmió, el miedo se apoderó de todos los hogares, nada bueno podía venir de ese infernal sitio, donde habitaban los seres mas salvajes, y donde el invierno era el rey. Al día siguiente se sorprendieron todavía más, al comprobar que la nieve que cubría las calles del pueblo se empezaba a derretir por un calor excesivo para ese mes de enero. Al día siguiente tuvieron que dejar los abrigos en casa, y al otro pudieron comprobar estupefactos, como empezaban a salir las primeras flores. Nadie entendía nada, la primavera en pleno invierno. De eso hacía diez días y la profunda cordillera había perdido toda la nieve, cosa de locos...La campana empezó a tañer con fuerza, los paisanos se agolparon en la plaza sin saber que pasaba...un enorme ciervo con los astados más grandes que uno pueda imaginar, presidia un extraño desfile, todo tipo de animales, con aire marcial, desfilaban delante de los incrédulos habitantes, que con la boca abierta, miraban el espectáculo. Al lado de los conejos iban los zorros, de los gamos los zorros, de los jilgueros los linces, jabalís junto a búhos, ranas y cigüeñas...y al final de todos ellos aparecieron agarrados de la mano Mari Luz yAlberto. Todos daban por muertos a ambos, y a nadie le pasó inadvertido la enorme uña de una garra que llevaba colgado en el cuello Alberto.


En ese pueblo, que todo el mundo conoció como Melodía, nunca más llegó el invierno, siempre estaba cubierto de flores, y se hizo muy ,pero muy famoso, por ser el sitio donde se hacían las mejores flautas del mundo.


Que bellooooooooooooooo,me encanto Javier que ternura,mezcla de romanticismo y mucha dulzura,que hermoso relato ,que bien lo has llevado de una forma que va atrapando al lector ,precioso,te felicito,gracias por compartir,un beso grande.
 
No podía dejar de leer tan bello y romántico relato, Javier coincido con Julio y los demás, haz una tercera, escribes bello, es como el Principito parece para niños pero somos los grandes los que disfrutamos al leérselos, mis nietos/ as, agradecidos.Promete que escribirás mas para los niños, yo, tu amiga, que vengo del dolor, que siempre digo:¿Porque el amor no alcanza?, hoy me diste la gran lección el amor es lo único que nos salva, gracias por compartir tan bella prosa, amigo, besos d mucho brillo dorado para ti.
 

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