Luis Underground
Moderador de Versos a Media Luz
De un caso común en algunos sectores de la sociedad...

imagen tomada de la red
Entonces Mario voluntariamente empezó a contarme algo que parecía que a nadie había confiado, algo que me vi forzado a oír sin el mero interés cuando la primera cerveza de la tercera caja ya consumía, y mientras los demás chicos y chicas bailaban totalmente eufóricos:
Entre las sombras de la noche, música ruidosa, y alcohol Mario se pasaba la vida pensando en casi nada… Quizás en ese tiempo pensaba en que no sé qué mierda haría con su vida, pero también en aquella chiquilla que de lejos la miraba y se sonreía. ¡Oh dios si era tan bella! Pero en mal momento la conoció, pues odiaba todo lo que le rodeaba, y hasta se odiaba a sí mismo. No veía futuro posible para nadie a su lado, y se vio forzado a desilusionarla con cualquier puta de antro. Se rio muchas veces en su cara totalmente impávido, pero ella persistía en saludarle, (y como él mismo menciono parecía dispuesta a todo) en forzar algún encuentro con él por las calles, en las fiestas. Pero Mario no quería saber nada de aquella estudiante, ni quería volver a sufrir una decepción. Muchas veces la rodeo con su manos por la cintura, y la dijo que debería dejarse de pendejadas para que se concentrara mejor en sus estudios, porque él no era alguien que planeaba tomarla en serio ni pretendía amarla para toda su vida si tenían sexo esa misma noche. Al poco tiempo después se dio cuenta de que había perdido en su propio juego, y fue viéndola menos veces cerca de su círculo. Entonces se sintió aliviado, pero cuando se rompió el hechizo de esa primera ilusión y todo ese rollo, ella conoció a otro tipo; un taxista que almorzaba en un restaurante cerca por donde ella antes le esperaba a mi amigo. Así fue como aquel sujeto mucho mayor que ella, la ficho como su víctima. Vivieron un apasionado y obsceno romance a espaldas de su propia familia. Había empezado a libar alcohol para perder la cordura, y a volver a casa hasta la mañana siguiente. Se mostraba muy fácil y provocativa a cualquiera cuando antes se reservaba ese acto sólo para Mario. Quizás intentaba decirle indirectamente: ¡lo que te perdiste por idiota! Pero mi amigo no sabía hasta qué punto habían llegado sus locuras. Pero lo que sí sabía es que dejó de verla por un buen tiempo, y también a ese taxista que algunas veces le había llevado a su lugar de trabajo, se había esfumado de la nada, tal vez junto a ella. Y no le volvió a ver ni de casualidad por las calles, ni en las fiestas, ni botado en alguna esquina totalmente beodo. Desde ese entonces su vida personal se había trasladado de su total falta de actitud y problemas de ego, hacia un lugar más pacífico y consciente en donde se había abierto a hacer cosas buenas de las que antes se hubiera negado enseguida. Hasta que una tarde cuando Mario volvía de visitar a una vieja amiga, notó a lo lejos algo que hubiera preferido ignorar totalmente con todos sus sentidos, pero ya era tarde, y se vio forzado a contemplar al otro lado de la calle a la flor ilusa que por falta de gotas de amor se había marchitado considerablemente y de la fragancia de su esencia se percibía una álgida tristeza. Era aquella misma chiquilla que se había ilusionado de alguna parte de un Mario entonces indiferente y contradictorio. Ojala las cosas hubieran sido distintas para ella, pensaba él, apenado al verla entrar al mercado, pero ya era jodida mente tarde pues ella estaba embarazada como de siete u ocho meses a sus tan sólo quince años, y a su lado no iba el mismo tipo. Parece que el tiempo se va en un abrir y cerrar de ojos, y ese tema para mi amigo Mario, había quedado ya en el pasado mientras se ponía a bailar totalmente excitado...
Rocker-Perú©

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Entonces Mario voluntariamente empezó a contarme algo que parecía que a nadie había confiado, algo que me vi forzado a oír sin el mero interés cuando la primera cerveza de la tercera caja ya consumía, y mientras los demás chicos y chicas bailaban totalmente eufóricos:
Entre las sombras de la noche, música ruidosa, y alcohol Mario se pasaba la vida pensando en casi nada… Quizás en ese tiempo pensaba en que no sé qué mierda haría con su vida, pero también en aquella chiquilla que de lejos la miraba y se sonreía. ¡Oh dios si era tan bella! Pero en mal momento la conoció, pues odiaba todo lo que le rodeaba, y hasta se odiaba a sí mismo. No veía futuro posible para nadie a su lado, y se vio forzado a desilusionarla con cualquier puta de antro. Se rio muchas veces en su cara totalmente impávido, pero ella persistía en saludarle, (y como él mismo menciono parecía dispuesta a todo) en forzar algún encuentro con él por las calles, en las fiestas. Pero Mario no quería saber nada de aquella estudiante, ni quería volver a sufrir una decepción. Muchas veces la rodeo con su manos por la cintura, y la dijo que debería dejarse de pendejadas para que se concentrara mejor en sus estudios, porque él no era alguien que planeaba tomarla en serio ni pretendía amarla para toda su vida si tenían sexo esa misma noche. Al poco tiempo después se dio cuenta de que había perdido en su propio juego, y fue viéndola menos veces cerca de su círculo. Entonces se sintió aliviado, pero cuando se rompió el hechizo de esa primera ilusión y todo ese rollo, ella conoció a otro tipo; un taxista que almorzaba en un restaurante cerca por donde ella antes le esperaba a mi amigo. Así fue como aquel sujeto mucho mayor que ella, la ficho como su víctima. Vivieron un apasionado y obsceno romance a espaldas de su propia familia. Había empezado a libar alcohol para perder la cordura, y a volver a casa hasta la mañana siguiente. Se mostraba muy fácil y provocativa a cualquiera cuando antes se reservaba ese acto sólo para Mario. Quizás intentaba decirle indirectamente: ¡lo que te perdiste por idiota! Pero mi amigo no sabía hasta qué punto habían llegado sus locuras. Pero lo que sí sabía es que dejó de verla por un buen tiempo, y también a ese taxista que algunas veces le había llevado a su lugar de trabajo, se había esfumado de la nada, tal vez junto a ella. Y no le volvió a ver ni de casualidad por las calles, ni en las fiestas, ni botado en alguna esquina totalmente beodo. Desde ese entonces su vida personal se había trasladado de su total falta de actitud y problemas de ego, hacia un lugar más pacífico y consciente en donde se había abierto a hacer cosas buenas de las que antes se hubiera negado enseguida. Hasta que una tarde cuando Mario volvía de visitar a una vieja amiga, notó a lo lejos algo que hubiera preferido ignorar totalmente con todos sus sentidos, pero ya era tarde, y se vio forzado a contemplar al otro lado de la calle a la flor ilusa que por falta de gotas de amor se había marchitado considerablemente y de la fragancia de su esencia se percibía una álgida tristeza. Era aquella misma chiquilla que se había ilusionado de alguna parte de un Mario entonces indiferente y contradictorio. Ojala las cosas hubieran sido distintas para ella, pensaba él, apenado al verla entrar al mercado, pero ya era jodida mente tarde pues ella estaba embarazada como de siete u ocho meses a sus tan sólo quince años, y a su lado no iba el mismo tipo. Parece que el tiempo se va en un abrir y cerrar de ojos, y ese tema para mi amigo Mario, había quedado ya en el pasado mientras se ponía a bailar totalmente excitado...
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