Matilde Maisonnave
Miembro Conocido
Disfraz
Enloquezco, no se puede continuar cuando mi mente se esfuma y no encuentro paz.
Por qué rayos me hundo en esta barahúnda de confusiones.
¿Será que estoy perdiendo solemnidad?
¡Ah! Solemnidad, torpe, desde cuándo...
Qué fastidio ser formal. Cumplir con todas las miradas curiosas, superficiales y sus bocas, que se mueven cuchicheando, serpenteantes lenguas ¡insoportables!
Estamos todos frente al mismo espejo, disfrazados, la vida es un carnaval.
Hace años estaba sumergida en los colores, la música y la conspiración mundana de parecer una diosa, elegante, maquillada, sensual, deseada.
-¡Cuánta frivolidad!- decía mi espejo, sonriente.
Hombres que me adoraron y yo deseché, después de hartarme de sus vanidades, celos, autosuficiencia y esmero por lo carnal.
Casi todos sus nombres recuerdo ¡por qué no! Después de todo los disfruté al antojo.
Una cita con tres y el horario acomodado, tan bien fijado que no recordaba quién era, ni cómo se llamaba el primero...
Todo era muy normal, con semejantes niñatos virtuosos, narcisistas ahogados en su propia fatuidad.
Sí, era imán para los más jóvenes y yo, ingenua...mejor dicho, confiada, pensaba que eran libres, tan libres como águilas, de acuerdo a sus bocas mentirosas, que besé con ansias hasta llegar a amarlos.
Necesitaba esas noches de hartura pasional, mientras la luna en el mar se extasiaba, enamorada.
Amanecer en sus pechos perfumados con mi aroma, acariciando sus formas viriles, recostarme para volver al encuentro, revolcar premuras hasta la saciedad y creerme bella, imprescindible, infiel, para olvidar, necia, la marca de la infidelidad. ..
Marcharme presurosa y sola, quería disfrutar el amanecer caminando por la playa, sintiéndome ola arrolladora, sol abrasador, espuma acariciante.
Mi corazón caía en cascada y, de pronto, un vacío me llenaba..
Pasiones efímeras, trasnochadas alegres...pura risa falsa.
Dejé de ser, un día, para convertirme en jamás.
Ahora...ni el espejo me sonríe.
No dice nada, lastima su mirada, envejece, se esconde y llora.
Envía sus señales al ver mi ruinoso disfraz, desorientado espejo.
Un día una música estruendosa lo hará estallar, frágil cristal, ya no sufrirás, ya no me dolerás.
Matilde Maisonnave 
 
				 
 
		 
                                 
                                 
                                 
                                 
                                 
                                 
                                 
 
		 
                                 
                                 
                                 
                                 
                                 
                                 
 
		 
                                 
                                 
                                 
                                 
                                 
                                 
                                 
                                 
 
		 
                                 
 
		 
	 
				 
				 
 
		 
                                 
                                 
 
		